La igualdad sobre el papel de hombres y mujeres no siempre encuentra su reflejo en la práctica, en la que el sesgo de género aún persiste en muchos ámbitos. Uno de estos es el científico. A pesar de que en los últimos años, el número de mujeres con doctorados en Ingeniería y Tecnología ha aumentado, la ciencia sigue siendo un campo fuertemente masculinizado, más cuanto más aumenta la escala profesional.
Según datos de la Consellería de Cultura, Educación e Ordenación Universitaria, mientras la presencia de la mujer predomina en las Ciencias de la Salud (72,7%) es muy limitada en Ingeniería y Arquitectura (26,5%). El sesgo de sexo se ve también en el número de mujeres que forman parte del personal docente e investigador (PDI) de las universidades de Galicia –1.998 frente a 2.856 hombres– y en las cátedras que ocupan –22,4%–.
Los estereotipos sociales y culturales, la educación sexista, la falta de referentes femeninos en el ámbito científicos, la falta de estabilidad de la carrera científica y el reloj biológico de la maternidad son los principales factores que explican la brecha de género y que son comunes a las distintas generaciones de científicas en mayor o menor medida.
“Se trata de un problema muy complejo en el que intervienen muchas causas. La científica es una carrera de fondo en la que no vas haciendo etapas y vas ascendiendo. Es una carrera en la que no hay una estabilidad y por eso mucha gente se queda en el camino, y no precisamente la que está menos formada. En el caso de la mujer, esto se ve agravado por la maternidad, aunque esta por sí sola no lo explique. Para desarrollar una carrera científica, necesitas el apoyo de tu pareja. Yo lo tuve de mi marido, pero esto no es habitual. Estamos acostumbrados a que la renuncia tenga que hacerla la mujer”, argumenta África González Fernández (Madrid, 1962), catedrática de Inmunología en la Universidad de Vigo (UVigo) y académica de la Real Academia de Farmacia de Galicia.
La bióloga lalinense Concepción Sánchez Fernández es directora desde 2017 del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia (IIAG-CSIC), al que se incorporó en 1987 con una beca para hacer su tesis doctoral, y jefa del grupo de investigación “Biotecnología de especies leñosas” de este centro, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Para esta bióloga, las mujeres científicas aún son herederas de los estereotipos sociales y culturales que relegaban a la mujer a la esfera familiar.
“Históricamente la tasa de mujeres universitarias y, por tanto, en el ámbito científico era muy inferior al de los hombres y se les presuponía otras funciones y un papel diferente en la sociedad. Las razones eran principalmente culturales y los prejuicios sociales y no solo en España sino también en el resto del mundo, relacionadas con los estereotipos culturales, donde la mujer solía estar asociada a otras disciplinas como humanidades y a su rol del cuidado del hogar y de la familia”, explica la investigadora, que recuerda que hasta 1910 las mujeres españolas que querían matricularse en la universidad necesitaban un permiso especial.
La “tijera” de la evolución de la carrera científica de mujeres y hombres en el CSIC ha empeorado en los últimos años, según el Informe Mujeres Investigadoras CSIC 2020. “Esto puede ser un reflejo de la crisis económica, de la poca inversión en ciencia, la baja tasa de reposición de personal en los centros, que genera una gran incertidumbre en la comunidad científica, particularmente en el sector mas joven, por las enormes dificultades que hay para conseguir una estabilidad laboral en la carrera científica. En el caso de las mujeres este problema se ve agravado por el reloj biológico de la maternidad, que en muchos casos conlleva un parón en su trayectoria que impone dificultades añadidas a la progresión de las mujeres en la ciencia. En general, los años de máxima producción científica son aquellos que coinciden con la edad biológica en la que se tienen los hijos”, opina Sánchez.
En la escala más alta del organigrama del personal del CSIC, la de profesor de investigación, solo el 27% son mujeres y lo mismo sucede con la dirección de centros, que solo ocupan mujeres en un 20% de los casos. La primera presidenta del CSIC, Rosa María Menéndez López, fue nombrada en 2017, ochenta años después de su fundación. “Estamos avanzando muy rápidamente, pero los datos nos indican que los cargos directivos aún están en manos masculinas”, afirma Elena Cartea González (Vigo, 1967), directora de la Misión Biológica de Galicia (MBG).
La maternidad es un freno en la carrera científica de muchas mujeres, pero no es el único. En este sentido África González recuerda que en Dinamarca se mantiene el mismo techo de cristal diez años después de ponerse en marcha un programa para facilitar la maternidad a las mujeres científicas. En este sentido, Elena Cartea aboga por la equiparación de las bajas por maternidad, aunque no es suficiente. “El tiempo familiar sigue siendo asumido de forma mayoritariamente por las mujeres”, afirma la directora de este centro del CSIC, cuya plantilla es de 75 personas, de las cuales solo el 38% son mujeres. En este sentido, las científicas abogan por la corresponsabilidad en todos los ámbitos de la vida.
“En los laboratorios somos más mujeres que hombres, pero reconozco que incluso yo, cuando leo un artículo científico, en principio me imagino a un hombre y esto quiere decir que algo pasa en nuestro cerebro para que aún estemos pensando que las cosas importantes las escriben ellos, cuando no es así, cuando hay muchísimas mujeres trabajando en ciencia”, afirma Nieves Vidal González (Vigo, 1965), doctora en Ciencias Biológicas por la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y miembro del grupo Biotecnología de Especies Leñosas del IIAG de Santiago.
La falta de referentes de mujeres en los libros de texto provoca que la imagen del científico siga siendo mayoritariamente masculina y también que las niñas no se decidan por vocaciones más técnicas. “Ningún niño quiere ser algo que no conoce. Por eso es tan importante dar visibilidad y voz al 50% o más de la población de este planeta. Y esto es una responsabilidad de todos”, afirma África González.