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Más allá de las etiquetas

En las escaleras, de arriba a abajo y de iz. a dcha., Fabián da Silva, Marcos Boente y David González. De pie, Iván Ramírez (al fondo) y Gabriel Gil.

Son meticulosos, disciplinados y entregados, cualidades que les hace ser unos trabajadores excelentes. También son grandes compañeros, respetuosos y nada conflictivos. Sin embargo, los prejuicios que se alzan sobre el Trastorno del Espectro del Autismo (TEA), en el que se incluye el conocido como síndrome de Asperger, impiden que puedan demostrar su verdadera valía. No se les brinda la oportunidad. Marcos Boente Ramos, Gabriel Gil Bastos, Iván Ramírez Barros, Fabián da Silva Alonso y David González Larrañaga luchan por acabar con los estigmas que los señalan y trabajan por labrarse un futuro, al igual que los jóvenes de su generación, un futuro que ven especialmente incierto a causa de la pandemia.

El doctor Sheldon Cooper de la serie de televisión “The Big Bang Theory” visibilizó el síndrome de Asperger. Sin embargo, el estigma sobre este y otros trastornos del espectro del autismo (TEA) perdura. En la mayoría de los casos por desconocimiento y porque los límites pesan más que las capacidades. Cinco jóvenes de la Fundación Menela demuestran que son tan capaces como cualquier otro de desempeñar un puesto de trabajo y frente a las limitaciones que puedan tener cada uno, esgrimen sus fortalezas: son disciplinados, meticulosos, leales con sus compañeros y siempre están dispuestos a aprender.

Estos cinco veinteañeros con TEA (en grado 1 y grado 2) participan en un programa formativo de habilidades socio-laborales de la Fundación Menela que tiene como objetivo mejorar su empleabilidad y así contribuir a que tengan una mayor autonomía e independencia. “Lo que tratamos con esta iniciativa es que sientan que pueden valerse por sí mismos, y que tengan una vida lo más autónoma posible”, explica Macarena Blanco Delgado, coordinadora del servicio de diagnóstico y del servicio de atención temprana de la Fundación Menela.

Marcos Boente, de 21 años, es uno de los tres jóvenes de este grupo que realiza su formación en la gasolinera Repsol de Plaza España. Para el joven de Ponteareas, esta es la primera vez que tiene que tratar con el público, lo que para él, como para sus compañeros, es un gran reto, ya que las habilidades sociales no son precisamente su fuerte. Anteriormente, había hecho unas prácticas en una serigrafía y ha trabajado en la vendimia. “Este es un trabajo en el que, a diferencia de lo que he hecho antes, tengo relación con el público. Es algo que no había hecho nunca antes, pero me gusta”, explica Marcos.

Mejorar las capacidades comunicativas y sociales de estos jóvenes fue, precisamente, uno de los aspectos en los que se trabajó durante la parte teórica de la formación, ya que representa un gran escollo en muchos ámbitos, entre otros, a la hora de hacer una entrevista de trabajo.

“Hay chicos con un perfil académico muy alto, pero que fallan en las entrevistas de trabajo por sus problema de comunicación e interacción social”

Macarena Blanco Delgado.

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Durante esta parte teórica, también se trabajó en la puntualidad, ya tienen dificultades a la hora de gestión del tiempo; el aseo personal y el autocuidado, y trabajar en equipo.

A Marcos le gustaría poder dedicarse al diseño gráfico, sobre lo que ha hecho un curso, aunque reconoce que expender combustible también le gusta.

Más allá de las etiquetas

Más allá de las etiquetas

A su compañero Gabriel Gil, tampoco. A este vigués de 22 años, deportista, le gustaría ser entrenador personal. De hecho, espera poder empezar el ciclo superior el próximo curso, aunque antes tiene que aprobar el examen de acceso. “Ahora estoy centrado en esta formación, pero mi deseo es poder hacerlo en un futuro”, comenta el joven, que tiene experiencia como ayudante de cocina y camarero. La hostería le gustó, como también le agrada este. “Me gusta todo lo que sea moverse. A mí en una oficina me entra el sueño”, afirma.

El martes se incorporará a su puesto en la gasolinera Shell de la Avenida de Madrid Iván Ramírez Barros, una incorporación que espera con cierta ansiedad. La encargada de la estación, Miriam Medhurst Barrios, le acompañará en su incorporación. “Precisamente no ha comenzado antes porque me surgió un problema familiar y tuvo que cogerme unos días”, explica.

A Iván, vigués de 21 años, le gusta la televisión –sobre todo las series de superhéroes– y “tirarse a la bartola”, dice, cuando ha acabado de estudiar y de hacer sus tareas domésticas. Tras hacer una formación en conserjería, su paso por la estación de servicio será un escalón más. “Estoy formándome para la vida”, afirma.

Gabriel Gil, durante su turno en la gasolinera. Cedida

En Replay Games se forman Fabián da Silva y David González, ambos de 22 años. Para el nigranés Fabián, trabajar en esta tienda del centro de Vigo responde a una de sus mayores motivaciones: los videojuegos, a los que es un gran aficionado. “No soy un experto en juegos; me gusta jugar. Ahora mismo es lo que más me entretiene, más que ver la tele o hacer otra cosa”, explica.

A Fabián le gustaría poder quedarse en la tienda cuando se haya cumplido el mes y medio que dura la parte práctica de la formación. Sin embargo, lo ve complicado por la crisis del COVID-19. “La tienda tiene juegos actuales, pero la mayoría son de segunda mano y muchos clientes de la tienda vienen de fuera de Galicia, por lo que ahora no pueden acercarse. La situación está difícil y no sé cómo estará cuando esto pase”, razona.

Etiquetar y subir los productos a Ebay es uno de los cometidos que tienen Fabián e Iván en este pequeño comercio, una tarea metódica en la que pueden demostrar todas sus capacidades. A Iván le gusta, aunque reconoce que no sabe qué le gustaría hacer. Lo que si cree es que la situación es incierta. “Tengo dudas de si encontraré un trabajo. Si me será más complicado por tener TEA eso ya no lo sé”, asegura este joven vigués.

Iván tiene muchas aficiones, entre ellas, practicar natación, escuchar música –pop–, ver series de televisión y pasar tiempo con sus mascotas –tiene una perra y una gata–.

Y si este programa formativo potencia las capacidades de estos jóvenes y mejora su acceso al mercado laboral, ellos aportan a sus empleadores la oportunidad de conocerlos más allá de las etiquetas.

“Los límites los ponemos nosotros poniendo etiquetas”

Aída Iglesias Rodríguez - Encargada gasolinera

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Más allá de las etiquetas

A Aída Iglesias Rodríguez, encargada de la gasolinera de plaza España, no le cabe ninguna duda de que estos jóvenes con TEA aportan mucho más de lo que se imaginan. “Los límites los ponemos nosotros poniendo etiquetas. Ellos nos demuestran todos los días que son capaces e incluso mejores que mucha otra gente de desarrollar bien su trabajo”, explica.

A Aída le gusta hablar de capacidades y no de limitaciones. En este sentido, destaca de ellos su predisposición a trabajar, una cualidad que ella, como encargada, valora en cualquier trabajador. “Desarrollan su trabajo siempre con una sonrisa. Nosotros estamos encantados con ellos. Nosotros recibimos más de lo que damos, desde luego”, asegura Aída.

Esta joven, que estuvo de voluntaria en un centro de personas con discapacidad física, asegura que en cuanto Menela le propuso llevar a cabo esta iniciativa no lo dudó. “Yo animo a todas las empresas a que lo hagan también porque es una experiencia enriquecedora, de la que no se van a arrepentir. No sé si nosotros tendremos la oportunidad de repetir, pero me encantaría, y no dudaría en contratarlos si las circunstancias lo permitieran”, asegura.

Un primer paso hacia el mercado laboral

El programa, además de incidir en la atención al cliente y en aspectos inherentes al puesto, como la puntualidad y el trabajo en equipo, les enseñó a elaborar un curriculum vitae y a familiarizarse con un contrato laboral. “Ellos nunca habían desempeñado ningún puesto de trabajo, por lo que cosas que para nosotros son obvias, para ellos son muy importantes. La inclusión les permite ser más autónomos. Una experiencia piloto que queremos sacar en breve es un piso compartido supervisado, aunque la idea es que convivan y que tengan su independencia”, explica Macarena Blanco. El programa formativo tiene dos partes. La primera teórica, que se desarrolló desde octubre a enero, y la práctica en el puesto laboral, de un mes. Esta iniciativa está subvencionada a través de la convocatoria de ayudas económicas para el refuerzo de la empleabilidad de personas jóvenes con discapacidad “Uno a uno” de la Fundación ONCE, en el marco del Programa Operativo de Empleo Juvenil 2014-2020 cofinanciado por el Fondo Social Europeo (FSE).

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