Uno de los pacientes que recibía el alta ayer tras ganar la batalla al COVID-19 en el área sanitaria de Vigo llevaba más de un mes y medio ingresado curándose de sus lesiones internas, a pesar de haber dado negativo en la prueba PCR hace tiempo. Es decir, fuera de la ‘zona COVID’ y, por tanto, también fuera de las estadísticas que contabilizan el número diario de ingresos por la pandemia.

Según advirtieron fuentes médicas consultadas en Galicia, si se tienen en cuenta los pacientes ingresados por SARS-CoV-2 que ya no dan positivo o los reingresados por secuelas del coronavirus, la cifra de hospitalizados sería mucho más abultada. En áreas como las Unidades de Cuidados Intensivos podrían suponer un porcentaje importante de las camas que están contabilizadas como ‘pacientes COVID-19’, porque se trasladan de las UCI específicas en donde se atendienden a enfermos con coronavirus, a las UCI convencionales. También, dentro de la lógica y la organización sanitaria, se reduce la carga asistencial de las zonas críticas que atienden en los momentos más agudos a los pacientes infectados.

Así lo confirman fuentes sanitarias. Desde la primera ola, los enfermos dejan de ser “pacientes COVID” cuando están libres de la carga viral en las pertinentes pruebas y, por tanto, son tratados en unidades fuera de la zona. “Ha habido pacientes entubados a causa del COVID-19 que ya no se consieraban enfermos por el coronavirus”, ejemplifica un médico del hospital Álvaro Cunqueiro. Los internistas les llaman pacientes ‘post-COVID’.

Precisamente, el presidente en Galicia de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Carlos Bastida, alude a un estudio reciente realizado con “pacientes “Covid persistentes”.

Un 10% de los pacientes que sufren COVID persisten más allá de las doce semanas; es decir unos 200.000 pacientes en España que acuden a través de la Atención Primaria. “La COVID-19 es un iceberg, la parte que está sin sumergir son los casos agudos pero hay, debajo, pacientes con ingresos prolongados y complicados. Fruto de esas complicaciones, les quedan secuelas que son como cicatrices estructurales que hacen que órganos funcionen mal. Algunos son hombres adultos medicados por una enfermedad crónica, que les se ha complicado por la COVID”, indica la médica gallega de la SEMG, Pilar Rodríguez. “También hay otros pacientes que casi no han requerido ingreso por no tener síntomas, ni neumonía ni problemas graves y que no tenían enfermedades antes. El perfil tipo son mujeres de 43 años que ahora, en muchos casos, no tiene ni diagnóstico de la enfermedad”, añade esta doctora.

“Eran personas sanas, que arrastran secuelas o enfermedades persistentes aún nueve meses más tarde”, completa Bastida. Por ejemplificar, un paciente que sigue de baja tras contraer la enfermedad en marzo y que apenas logra ponerse de pie por polineuropatía. “Tuvo úlceras sacras y una infección en el hueso, además de un temor brutal después de haber pasado tiempo en la UCI de un país extranjero, que podrían ser secuelas psicológicas. ¿Eso no es COVID? Yo creo que sí”, defiende Bastida.