"Nadie en este mundo puede imaginar tales escenas del infierno", así relató Yoshiko Kajimoto ante el papa Francisco lo que vivió aquel 6 de agosto de 1945 cuando Estados Unidos lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima. Francico viajó ayer primero a Nagasaki y después a Hiroshima durante su segundo día de viaje a Japón para lanzar un llamamiento contra las armas nucleares y pedir el desarme total.

En el Memorial de la Paz de Hiroshima, el Papa escuchó los testimonios de dos supervivientes de "Little boy", la bomba que "destruyó toda la ciudad en un instante" como contó al papa Kojí Hosokawa, que tenía 17 años y se encontraba en el cuarto piso de un edificio de 1,3 kilómetros del hipocentro cuando la bomba cayó. "De las decenas que estuvieron expuestas en el mismo lugar, soy el único que todavía está vivo" y explicó que su hermana menor de 13 que estaba a solo 700 metros de distancia murió.

Dijo al Papa que ha vivido toda su vida pensando en que podría tener cualquier enfermedad derivada de las radiaciones y que "todos deberían darse cuenta de que las bombas atómicas fueron lanzadas, no en Hiroshima y Nagasaki, sino a toda la humanidad". "La guerra enloquece a la gente, y la locura final es la bomba atómica que negó a los humanos la existencia", concluyó.

Francisco volvió a calificar de "inmoral" no sólo el uso, sino también la posesión de armas nucleares, como ya hizo hace dos años en un discurso en el Vaticano. Para el Pontífice, la verdadera paz "sólo puede ser una paz desarmada" porque no es la ausencia de guerra sino un "perpetuo quehacer" de justicia y solidaridad para la construcción de la casa común bien común y aprendiendo de las enseñanzas de la Historia.

"Nunca más el rugido de las armas. Nunca más tanto sufrimiento. Que venga la paz en nuestros días en este mundo nuestro", exclamó el Papa, acompañado de veinte líderes religiosos y supervivientes del bombardeo del 6 de agosto de 1945.

Francisco reiteró que el uso de la energía atómica con fines bélicos es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra los hombres y su dignidad, sino también contra la posibilidad de un futuro para la casa común. "¿Cómo podemos proponer la paz si frecuentamos la intimidación bélica nuclear como recurso legítimo para la resolución de conflictos? --se preguntó-. ¿Cómo podemos hablar de paz mientras construimos nuevas y formidables armas de guerra, mientras justificamos determinadas acciones espurias con discursos de discriminación y de odio?".