La nominación a los premios Forqué como Mejor Largometraje Documental es la última distinción de "El cuadro", película de Andrés Sanz (Madrid, 1969) sobre el misterio de "Las meninas", que se proyectará en los Multicines Norte de Vigo el próximo jueves 28 a las 20.10. Planteado como una película de suspense, son interrogados ante la cámara los mayores expertos mundiales en la pintura de Velázquez. Muchos de ellos, especialistas del Museo del Prado, que acaba de cumplir 200 años.

- El ambiente onírico de la película, el suspense y el juego de espejos evocan quizá a Hitchcock.

-Es de mis directores favoritos. Debo de tener en casa la misma cantidad de libros de Hitchcock que de Velázquez. En "Las meninas" hay una tensión entre la ficción, que es el cuadro que está pintando Velázquez, y lo que está representando, que parece real. Ese elemento "Hitchcock", la idea de investigar para solventar un misterio, es un Macguffin, porque la película habla de muchas más cosas que simplemente resolver el misterio. Eso lo hacía Hitchcock muy bien: vamos a investigar la fórmula secreta de los nazis, y al final la película va de una historia de amor y de otras cosas que le interesaban más.

- Asombra el empleo de maquetas y figuras rodadas fotograma a fotograma. ¿Cómo se le ocurrió y cómo lo llevó a cabo?

-Lo de las miniaturas lo planteé desde el principio, cuando pensé en la película como una investigación. Tenía que rodar a Velázquez en su taller y no quería hacerlo con actores. Ni había dinero para eso ni me lo iba a creer. Dado el bajo presupuesto, yo me hice cargo de la animación. Los que considero genios del stop-motion, que son los hermanos Quay, fueron mi referencia. Ricardo Sánchez Cuerda, que hace escenografías para teatros, musicales y óperas y nunca había hecho una película, se encargó de la dirección artística. Juanjo González Ferrero, su ayudante, fue el maquetista. Y Javier Ruiz Gómez fue el director de fotografía. Trabajamos a toma única y sacamos tres escenas al día, porque teníamos dos o tres meses para hacer todo. Una de las frases del rodaje era: "¿Y qué va a hacer hoy Velázquez?". No tenía ni idea [risas]. En cada toma sudábamos. Éramos un equipo muy pequeño.

- Antonio López no sale hasta la mitad de la película. ¿Fue algo premeditado como sorpresa u obligado por el montaje y la narración?

-Me llevó el montaje, pero funciona como sorpresa. Es justo el centro de la película, el corazón, y es el único que habla que no es historiador ni intelectual profesional. El espectador lo toma de otra manera, con otra emoción. De repente aparece Antonio López y se pone a hablar de cómo está pintado el cuadro, y te echa para atrás. Él está encantado de hablar de Velázquez. Dice que hay pintores que se quedan por el camino y que Velázquez permanece. Al ser un pintor que habla de otro pintor, a la gente le llega muchísimo.

- ¿Qué cree que pintaba Velázquez, cuál es su teoría?

-Nunca podremos darle la vuelta al cuadro, por tanto todo es especulación. Me gusta pensar que nos está pintando a nosotros. Lo que se habla en la película es que está pintando a los reyes, que todo gira en torno a la idea de un gran cuadro para la historia por su tamaño... Luego nosotros podemos jugar a inventar lo que queramos. ¿Qué está pintando? Pues lo que está mirando. ¿Y a quién está mirando? Pues a nosotros. A lo mejor, hace 350 años estaba inventando este mecanismo para pintar a los del futuro. Me encantaría saber qué dirán de este cuadro dentro de cien años. Puede haber otras cosas que no podemos ni imaginar.