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Marcos Ariel Hourmann: "Los políticos no terminan de ponerse en la piel de quien sufre"

El facultativo lleva su caso ahora al teatro en "Celebraré mi muerte", una obra que reflexiona sobre la vida y el derecho a morir dignamente y que llega hoy a Vigo

Marcos Ariel Hourman. // Faro

La vida del doctor Marcos Ariel Hourmann cambió para siempre el 28 de marzo de 2005, cuando decidió inyectar en vena 50 mg de cloruro de potasio a una enferma octogenaria terminal aquejada de terribles dolores y con un pronóstico de horas de vida. Hourmann dejó escrito en el informe el motivo de la muerte y pocos meses después, recibía una notificación del juzgado: estaba acusado de homicidio. El hospital le había denunciado. Se convertiría así en el primer médico condenado por eutanasia en España, aunque nunca llegó a celebrarse el juicio. Ahora, casi quince años después, este médico de origen argentino se somete al veredicto del público en "Celebraré mi muerte", que llega hoy (21.00 horas) al Auditorio Municipal do Concello, dentro del programa Vigocultura, una pieza teatral de Producciones El Barrio cuya autoría comparte con Alberto San Juan y Víctor Morilla, productor de "Salvados" e ideólogo de esta propuesta.

- ¿Qué le animó a subirse al escenario a contar su historia?

-Me pareció que era una idea maravillosa poder expresar algunas ideas, que van mas allá de hablar de la muerte, sino de la vida y de los valores de la vida. Hay mucha gente que piensa que es como una catarsis, pero no lo es, aunque sí que es verdad que es una opción de contar algo que nunca tuve la oportunidad de contar.

- ¿Se arrepiente de la decisión que tomó esa noche?

-Nunca. Para mí nunca fue una tortura esa noche. Lo que fue una tortura fue lo que vino después.

- ¿Volvería a hacerlo?

-Siempre he dicho y lo digo en la obra que no volvería a hacerlo sabiendo lo que pasó después. Sería hipócrita si dijera otra cosa. Sin embargo, ahora podría decir también que si entonces hubiera sabido que 15 años después terminaría pudiendo usar el teatro como una herramienta para poder expresar lo que pienso de la vida y de la muerte, pues lo volvería a hacer.

- ¿No habría sido más sencillo para usted no apuntar la causa de la muerte de esa paciente?

-Bueno. No se puede no analizar el contexto de esas horas con esa paciente y esa hija. Nunca pensé que estuviera cometiendo un delito ni mucho menos que estaba matando a alguien. No pensé en más nada que acabar con el sufrimiento innecesario. No analicé las consecuencias de firmarlo y de no esconderme.

- Fue condenado, aunque fuera de juicio y se marchó a Inglaterra, hasta donde le persiguió la decisión de aquella noche.

-La decisión de irnos de Barcelona a los seis meses de que empezara el proceso fue porque hubo una persecución muy sutil. Yo había trabajado años atrás en Inglaterra y decidimos volver, pero no como una huida. Allí, cinco años y medio después, de repente, al año de haber terminado el acuerdo en España, hubo una denuncia anónima en el "The Sun" y a las 24 horas, otra vez, a los 50 años, lo pierdo todo, y regreso a España. ¿Quién fue? ¿Por qué? No tengo la respuesta ni la tendré nunca.

- ¿Ha cambiado algo en estos quince años?

-No hay ningún avance. Creo que los políticos no han terminado de dar un golpe en la mesa y de ponerse en la piel de quien sufre, más allá de otros factores que pueda haber. Se le echa la culpa mucho la Iglesia y puede ser un lobby potente, pero en un país democrático hay un Congreso de los Diputados con unos legisladores que, si tienen voluntad de escuchar a la gente, son quienes pueden dar opciones. Según las encuestas, el 80% de los españoles está a favor de la eutanasia. Esto significa que existe una discordancia entre lo que la gente piensa y lo que pasa en la política.

- ¿Cree la ley de la eutanasia saldrá adelante en esta legislatura?

-Creo que ahora, más allá de que esté en el decálogo por primera vez, hay una oportunidad de que salga. No será perfecta, pero sí un primer peldaño para un futuro mejor. La ley, además, no obliga a nadie.

- En la obra se somete al veredicto del público. ¿Le ha condenado alguna vez?

-Sí, claro. Hay varios veredictos de culpabilidad. Pero la idea del jurado no solo es el veredicto, sino que la gente se convenza de cómo quiere vivir y morir, cuándo, cómo, con quién y dónde.

- ¿Cómo morimos?

--En teoría, uno tendría que poder decidir cómo morir, pero yo creo que la gente muere como el sistema le permite y en las circunstancias que la enfermedad determine.

- ¿Qué sintió cuando vio que Ángel Hernández era arrestado y luego acusado de ayudar a morir a su pareja?

-Ángel representa dar la cara y yo me sentí muy identificado con él. Fue un punto de inflexión en un tema que lleva tanto tiempo, empezando por Ramón Sampedro. Ángel da la cara para mostrar que el sufrimiento humano no tiene ningún sentido. No todas las vidas son merecidas. Respetando, siempre, las otras posturas. Yo nunca diría a alguien que cree en Dios que muera ahora, pero de igual manera hay gente que ya no puede más y ¿quién es el otro para decirle que siga?

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