Sus libros no son aptos para quienes aman la literatura facilona. Cristina Sánchez-Andrade (Compostela, 1968) tiene una curiosidad ilustrada sobre la cuna donde nació, Galicia, y una querencia enorme por el territorio fantástico mimetizado con la realidad. Lo demuestra en "El niño que comía lana" (Anagrama), un libro goloso con 15 relatos con Galicia como fondo, un tanto salvajes que rompen, conmueven o te enmudecen. Estos días, esta escritora gallega -espíritu libre fuera de nuestras fronteras- defiende la literatura española y gallega en la Feria del Libro de Frankfurt donde participa invitada por el Ministerio de Cultura de España.

- Usted ha sido seleccionada para acudir a Frankfurt, para hablar sobre la traducción al alemán de su obra. ¿Usted sufre cuando sabe que su obra va a ser traducida?

-Sufrir lo que se dice sufrir, no. Más bien todo lo contrario: me alegro mucho de que algún libro mío se traduzca, al idioma extranjero que sea. Hay un déficit muy importante de obra española traducida a otros idiomas, en especial al inglés. El problema que tenemos los escritores españoles es que apenas se nos traduce. Ahora está cambiando bastante la cosa gracias a las ayudas del Gobierno español al respecto, sobre todo de Acción Cultural Española. A la Feria de Frankfurt, por ejemplo, llevan una propuesta excelente de ayudas a la traducción para editoriales extranjeras. En general, es un verdadero lujo que un editor inglés o americano, por ejemplo, apueste por ti.

- Su universo literario es fantasioso, una metáfora dentro de otra metáfora.

-Digamos que mi escritura es una mezcla de realidad, fantasía y tradición oral. Siempre me interesó muchísima ésta, que, por otro lado, es tan nuestra, tan gallega. Siempre me gustaron mucho autores como Cunqueiro, Rafael Dieste, Ánxel Fole, Carlos Casares o Méndez Ferrín, que siguen esta línea.

- ¿Cómo fue la gestación de "El niño que comía lana?

-Como en otras ocasiones, para terminar este libro aproveché la invitación de la residencia Villa Sarkia, en Finlandia, para escribir. Los quehaceres y las ocupaciones diarias muchas veces nos impiden dedicarnos por completo a la escritura (como dice un amigo escritor, "esto de ser escritor quita mucho tiempo para escribir") y por eso ese tiempo ahí es muy valioso. El libro ya lo había empezado a escribir antes, en Madrid, y digamos que lo terminé ahí.

- Algunas autoras me han dicho que sus personajes "les hablan", que les piden distintos finales de los que en un inicio les tenían preparados. ¿Le pasa a usted?

-Sí, es esta cuestión de si somos libres al escribir o no. Frente a otros escritores como Nabokov, por ejemplo, que pensaba lo contrario (él decía que había que "contener" a los personajes como si fueran galeotes, o algo así), yo estoy convencida de que son los personajes quienes deciden en todo momento. Muchas veces uno quiere que un personaje tenga una personalidad concreta, una forma de pensar y de sentir, y no hay manera. Te das cuenta de que estás luchando con él hasta que te rindes y te dejas llevar. Es un poco como con los hijos. Por mucho que quieras, ellos serán como tengan que salir. Pero esto es bueno, creo. Por ahí empieza a fluir la verdadera escritura, la que sale de muy adentro. Me pasa siempre, con todos los personajes. Por ponerte un ejemplo: yo quería que María das Fontes (personaje de "El niño que comía lana") fuera más inocentona y de eso nada. Es una pájara.

- Manuela das Fontes conecta con el tema de la emigración.

-Es un tema apasionante en la historia de Galicia y lo elegí por eso, porque es parte de nuestra historia. Como en una época de penuria absoluta tantas personas tuvieron que marcharse y buscarse la vida en ambientes y países tan distintos. Muchos hicieron fortuna a base de trabajar y trabajar pero otros no. Se idealizó mucho la emigración desde Galicia.

- "El cajón que habita mi madre", para mí, conecta con la idea del eterno retorno. ¿Es la vida una espiral?

-Sí, es una buena explicación de ese pequeñísimo relato. En el libro hay personajes que entran y salen de un cuento a otro. Es como en nuestras vidas, en donde siempre hay personas que entran y salen casi sin darnos cuenta. Muchas veces buscamos la explicación de encuentros o sucesos fortuitos y no la tenemos. Y yo creo mucho en esta interconexión, en las sincronicidades y todo esto, como también en el poder premonitorio de la escritura. En esa energía que fluye sin que lo sepamos. Todo está en nosotros antes de que lo sepamos.