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A Valga doblega a las "burras"

El primer curro de la temporada sanea 250 caballos entre aplausos de miles de personas

Una veterinaria coloca el microchip a un potro.

Un sol de justicia y etnografía en estado puro. Dos ingredientes que nunca fallan para abrir la temporada gallega de rapas das bestas como manda la tradición. Como cada segundo domingo de mayo, el curro de A Valga atrajo a una multitud. Miles de personas aplaudieron al milenario espectáculo de la lucha cuerpo a cuerpo entre el hombre y las bestias en Oia. Los "aloitadores" doblegaron a un total de 220 "burras" para cortarles las crines y marcarlas a fuego y colocaron los obligatorios microchips identificativos a 35 potros nacidos en los últimos meses en el monte.

Apenas medio centenar de animales escaparon a la batida que arrancó con el amanecer. Los ganaderos de la Serra da Groba acompañados de decenas de ayudantes formaron la tropa que se hicieron al monte para reunir a los caballos que la comunidad cría en libertad desde hace más de mil años. Siguiendo la ancestral costumbre, los fueron acercando al recinto amurallado a lo largo de la mañana.

Llegaba la hora del descanso para el almuerzo y numerosos vecinos y visitantes disfrutaron de picnics familiares y en pandilla o de las típicas raciones de churrasco, pulpo y empanadas en los puestos de venta que dan aire de romería al popular encuentro. Reponer fuerzas resulta básico para los hombres y mujeres que saltan al curro. Necesitan energía para afrontar el combate en el, año tras año, los equinos acaban dominados.

A la rústica sesión de peluquería e identificación a hierro o a chip le siguió el show más aplaudido y entrañable. El que protagonizaron los más jóvenes. Los de la manada, que se sometieron por primera vez al ritual para regresar al monte con el dispositivo electrónico que permita conocer a sus dueños en caso de incidente, y las nuevas generaciones de ganaderos, los niños que, entre aplausos, vivieron con entusiasmo sus primeros pinitos en el arte de reducir a las "burras".

Son la cantera de "aloitadores" que garantizan el futuro de la pasión por la cría de ganado en libertad en los montes de Oia y O Rosal. Los que mantendrán viva la costumbre al menos unas décadas más.

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