Si para gustos, colores, imagínese la cantidad de ellos que puede haber. En realidad, el ojo humano es capaz de distinguir 100 variedades dentro del rojo, verde y azul, lo que, sumado al cóctel que genera entre ellos el cerebro, hace un total de 1 millón. Pero lo cierto es que hay lugares que uno llega a reconocer por su color único, aunque no todos los relacionemos con el mismo.

Galicia, a primera vista, puede parecer verde por sus prados, gris por su abundante lluvia o amarilla por sus construcciones. No nos podemos olvidar tampoco de la época del año, que muda a la comunidad de un traje u otro y de las características climatológicas de cada punto.

Con todo, de sobrevolar el cielo y mirar toda la región desde lo alto, percibiríamos un predominio del blanco, pero no nuclear, sino manchado de tonos grises y dorados. Así lo concluye la Guia de colores y materiales de Galicia, elaborada por la Xunta y el Colegio Oficial de Arquitectos (COAG) -a finales del siglo XIX nació una preocupación por la sintonía entre las nuevas construcciones y las ya existentes, aunque desde entonces se han recogido únicamente intervenciones aisladas de los concellos-.

Esto sería una aproximación a una tonalidad única, porque Galicia alberga una diferenciación cromática muy diversa dependiendo del área. Diferentes expertos afirman además que, en una época pasada, las tierras de Breogán estaban bañadas por una paleta de colores mucho más multicolor, sobre todo en la zona de las Rías Baixas

"Santiago sería de un color granito tostado, ese color dorado propio del granito, como Ourense y Lugo -aunque en estas, diferencia, hay más fachadas revestidas en ciertas zonas-; Vigo, a lo mejor por ser una ciudad más industrial, tira a oscura, en una gama de grises; y a A Coruña, quizás por la luz que tiene, la veo más blanca", afirma Elvira Carregado, vocal de la junta del COAG y miembro de la comisión de seguimiento de la Guia de colores de la Xunta. Sobre este documento, afirma que, para la selección, se partió de "los colores tradicionales de las construcciones para integrarse en el paisaje", en las que "se utilizaban materiales de la zona, no porque seamos más tristes o más alegres" como sociedad.

Dentro de Galicia, no todo es blanco, gris o dorado: "Las costas, por ejemplo, son casos puntuales de colores vivos porque siempre se han utilizado tonos relacionados con el mar", continúa Carregado. Y, dentro de estas superficies, "la zona más llena de color es la de las Rías Baixas". La clave de esta individualidad está en que "las carpinterías han utilizado en muchos casos pinturas de los barcos y, además, traído a lo mejor de Portugal entre finales de los 60 y 70, los alicatados de colores azules o verdes al exterior", termina la arquitecta.

Estos es la paleta atribuida a cada una de las 12 áreas en las que la Xunta y el COAG dividieron Galicia en relación a su aspecto cromático.

La percepción del color es también cometido de las bellas artes. Juan Carlos Meana es doctor en esta disciplina, artista y profesor del Departamento de Pintura de la Universidad de Vigo. Para él, "Vigo es una ciudad muy luminosa, de color blanco y ocre"; la capital gallega tomaría una capa de "gris plata"; Pontevedra, "azul y verde"; la ciudad de As Burgas, "marrón tierra", A Coruña, "un gris azulado"; y Lugo, "blanco y verde". Con todo, afirma, "cuanto más al norte, menos contraste y más gris", aunque, en general, "Galicia es poco viva en colores, su luz hace que falten contrastes y diferencias, sus dias grises y con nieblas no lo favorecen".

Meana apunta así mismo a las Rías Baixas como el paraíso gallego de la tonalidad, concretamente la Illa de Arousa; en el lado opuesto, "la más apagada", sitúa a Ourense.

En esto coincide también Felipe Senén, historiador de la cultura y miembro de la Academia Galega de Belas Artes, quien destaca que "las rías de Galicia son las zonas con más colorido". Como ejemplo, Baiona, "donde sus calles más tradicionales y sus casas aún mantienen varias capas de color... cada una de ellas corresponde a 15-20 años". En estas, "aparecen los blancos de último y, debajo, los ocres, con los rebordes de ventanas y puertas de color azul", prosigue.

Estas mismas capas de color esconden un pasado multicromático según Senén, "una Galicia que siempre tuvo alegría y color" y que se ha ido "sometiendo a un movimiento moderno de colores claros" -una Galicia "aculturada"- donde predomina "la estética del defecto, del pantalón vaquero roto, y se rompe el color de las fachadas, se quitan los recebos, la cal, el enjalbegado de las esculturas o cruceros... los zócalos, las puertas se pintan de color madera con barniz cuando antes iban coloreadas... aunque todo depende del contexto, por lo que no conviene generalizar".

Este hecho hace que, Baiona, por ejemplo, cuenta el historiador, se llegaba a confundir "con Andalucía o incluso con Grecia". Lo mismo le ocurre a O Berbés, en Vigo, una zona "muy pintoresca, donde había unos colores tirando a azul, ocre, verdoso... incluso en ocasiones tirando a rojizo" y que "ahora está totalmente degradada". Una situación que se extrapola al resto de la comunidad: "No hay nada más que ver las fotografías antiguas y pinturas, donde reconocemos que el color de Galicia, de Combarro, Camariñas... y de muchos barrios populares de Vigo era otro", afirma este experto.

No en vano, muestra de una obra de la vitalidad de los gallegos, a pesar de lo que las malas lenguas hablen, es una de las calles más vivas de Argentina, conocida internacionalmente por su alegría en forma de pintura: "En la calle Caminito, en Buenos Aires, predomina el color y fue algo que llevamos los gallegos entonces", sentencia Felipe Senén.

¿Cómo nos afectan los colores a los gallegos?

¿Cómo nos afectan los colores a los gallegos?El color de los lugares en los que estamos, dado por sus luces, sí incide en cómo nos sentimos. "Influyen no solo en las emociones, sino también en los ritmos circadianos, alterando constantemente el ciclo natural diario; las luces cálidas y que no tienen demasiada intensidad serían las más adecuadas, porque en nuestro cerebro recuerdan al fuego, el cual nos ha acompañado desde nuestros más primitivos ancestros", afirma el psicólogo y motivador Roberto Telle.

Esto se debe a que "los colores están relacionados con un continuo aprendizaje e incluso algunos están grabados en el ADN, indicándonos, por ejemplo, peligro", profundiza. De esta manera, "podríamos decir que los que facilitan estados emocionales adecuados son los que nos recuerdan al cielo y a la naturaleza, tales como los azules y los verdes, así como los colores madera".

Los gallegos siempre hemos llevado la mochila de ser más reservados que la gente del sur, y es que hay una pequeña relación con lo relatado, incluso con la época del año en la que nos encontramos: "Una combinación de temperatura, luz y color modifica significativamente el estado de ánimo, cualquiera de nosotros puede comprobar la diferencia en nuestra emoción en un día nublado de otoño y un día soleado de primavera, especialmente si estamos en un entorno natural", esgrime Telle, aunque, puntualiza, "las ciudades, por norma general, distorsionan constantemente estas cuestiones debido a los sonidos, colores, contaminación, etc.".

Y a ti, ¿qué color te transmite Galicia? Vota aquí.