A José Luis le empieza a acechar la tristeza ya en verano, cuando la prensa anuncia que ya se puede comprar lotería de Navidad. Su padre murió repentinamente el 25 de diciembre de 2014, y estas fiestas le recuerdan inevitablemente aquel drama. "Querría desaparecer desde el 20 de diciembre hasta el 10 de enero", cuenta, mientras extrae del bolsillo unos pañuelos de papel. En la mesa de la cafetería hay un hilo de luces navideñas y un pequeño adorno en forma de árbol. Afuera, la apoteosis luminosa de la Gran Vía de Vigo, un despliegue navideño que José Luis trata de evitar. Lo tiene fácil, porque vive en una casa en el rural a 40 kilómetros de la ciudad olívica.

El de José Luis es solo un ejemplo de lo que ocurre cuando algún ser querido muy cercano muere en las fechas navideñas. Y casi todos conocemos algún caso. Los amigos de José Luis, una profesional con una magnífica formación académica, conocen su calvario y evitan incluso enviarle felicitaciones navideñas por whatsapp. No oculta su aversión a estas fechas entre sus allegados, aunque por educación contesta los mensajes de los que son ajenos a su drama y le envían un "feliz Navidad".

"Las heridas en unas fechas tan señaladas se marcan en la memoria con letras de oro", dice el psicólogo Daniel Novoa. "Es duro asociar un momento del año tan significativo a algo traumático".

José Luis trató el problema con una psicóloga clínica, algo que recomienda a todo el mundo para atajar en lo posible las consecuencias, aunque la herida parece no haber curado del todo. Tiene pareja pero no hijos, por lo que no se ve obligado a hacer el esfuerzo de disimular ante los niños.

"Si nos ha afectado directamente a nosotros toca aguantar el chaparrón, la tristeza, llorar, llorar y llorar", explica Novoa, que recuerda que en estas situaciones es frecuente tener que tratar con personas que no lo entienden e incluso escuchar comentarios desafortunados. "Si ya de por sí es complicado que unas fechas tan significativas te traigan malos recuerdos, que las personas de tu alrededor no te comprendan complica todavía más la situación", apunta.

El psicólogo recomienda respeto y compasión, ya que "los duelos no vienen con libro de instrucciones, y aunque los manuales de psiquiatría y psicología se empeñen en estandarizar algo tan complejo y personal, sacar el mazo de juez para estas cosas suele traer más mal que bien".

El especialista destaca que el ser humano dispone de mecanismos para asimilar grandes golpes, y que esas personas que en estas fechas les apetece más llorar que reír, estar solos más que en compañía y estar tristes más que desbordar alegría necesitan comprensión, paciencia y sobre todo tiempo.

La psicóloga Pilar Conde apunta que, en nuestra cultura, donde la familia es el epicentro de la celebración, hay quien puede llegar a considerar una falta de respeto disfrutar de las fiestas cuando ha fallecido un ser querido hace pocos años. La experta considera que una manera de amortiguar la tristeza ante la pérdida de nuestros seres queridos sería homenajearles en estas fechas: "Disfrutar de la compañía de nuestros familiares, e incluso reírnos, nos permitirían afrontar de manera más positiva estos días. También hay que permitirse llorar por los que no están, pero no aislarnos, sino, una vez pasado este momento, intentar disfrutar de la compañía y de la celebración".

Rechazo a socializar

El psicólogo Jorge López Vallejo apunta que, al margen de familiares trágicamente ausentes, la llegada de la Navidad puede llevar a la renuncia, base de muchas depresiones. Se refiere a personas "paralizadas" por el rechazo a hacer cualquier cosa, desmotivadas y carentes de iniciativa. "Estas personas han desarrollado durante meses esta psicopatología, pero en Navidad es más patente -explica López Vallejo-. Los encuentros con amigos, compañeros o familia, la cenas en grupo y los momentos de socializar, se multiplican, y con ellos se amplifica la renuncia".

El psicólogo advierte del peligro de pasar de la evitación del conflicto a la renuncia parcial y de ahí a la resignación y la parálisis global. "La renuncia,como decía Goethe, se convierte en un suicidio cotidiano", concluye López Vallejo.

En cualquier caso, como dice el psicólogo Daniel Novoa, no es nada sencillo lidiar con las emociones desagradables en estas fechas en las que ser feliz es casi una obligación. Aunque parezca imposible, donde abundan las luces navideñas hay quienes solo ven sombras.