En las facultades de Periodismo, hasta hace relativamente poco, el tema del suicidio se abordaba con la advertencia del 'efecto llamada': dar a conocer públicamente los casos de muertes autoinducidas provoca más. Como consecuencia, se trataba de una palabra tabú a desterrar de las redacciones, para evitar contribuir a publicitarlo. Es solo una muestra de lo que ha ocurrido con un drama silenciado, en general, en la sociedad.

Sin embargo, ante el aumento de número de casos, expertos y familiares abogan por dar visibilidad al problema. En Galicia el suicidio supone la primera causa de muerte por motivos no naturales. Y en la actualidad, Pontevedra -que ocupa el décimo puesto a nivel estatal, con 108 suicidios en 2016; último año del que hay datos estadísticos del INE- fue la que experimentó un mayor incremento: veinte casos más en un año, lo que supone un 22,7% de aumento. En Ourense se incrementaron un 14,2% -de 28 a 32 casos-, en A Coruña un 6,5% -de 152 a 162- y en Lugo hubo un descenso del 28%, al pasar de 50 muertes de este tipo en 2015 a las 36 de 2016. La problemática es global: el suicidio produce el doble de muertes que los accidentes de tráfico en España. En 2016 hubo 3.569 casos de suicidios en el país, cifra que duplica con creces los 1.160 fallecidos en accidentes en la carretera.

Así que ¿dar más luz sobre la problemática ayudará a minimizarla? Expertos del Instituto de Trabajo Social y Servicios Sociales (Intress) denunciaron ayer -con motivo de la celebración del Día Mundial para la Prevención del Suicidio- el "tabú" que rodea a estas muertes. Los autores del libro "Haciendo visible lo invisible", Carlos Salamero y Mar Segovia, hacen hincapié en que hay que "hablar de suicidio" porque "hablar sobre él no lo provoca, sino que ayuda a las personas el poder de dialogar y expresar emociones en situaciones difíciles". Según los expertos, es de "gran importancia" conocer los factores que aumentan o disminuyen los riesgos suicidas para poner en marcha las estrategias de intervención pero, sobre todo, recalcan la necesidad de hablar y "hacer que el suicidio no sea un tabú".

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También con esa idea nació recientemente el Plan de Prevención del Suicidio en Galicia, que pretende el doble objetivo de reducir la tasa de suicidios y establecer medidas para disminuir el sufrimiento de las personas que presentan un intento de suicidio y de sus familias, según el Gobierno gallego. También la ministra de Sanidad, Carmen Montón, anunció poco después de asumir el cargo su intención de poner en marcha un Plan Nacional para la Prevención del Suicidio y, para dar los primeros pasos, convocó a algunas de las asociaciones que trabajan en este ámbito.

Mientras, las asociaciones -como en Galicia el Movemento Galego pola Saúde Mental- defienden que una parte importante de los suicidios se podría evitar, pero que es fundamental que las autoridades elaboren planes de prevención y que se apliquen, porque "apenas se cumplen".

Los datos del INE trazan el perfil de quienes deciden quitarse la vida en la comunidad gallega. Siete de cada diez personas que consuman un suicidio en Galicia son varones: ellos protagonizaron 235 casos en el último año; las mujeres, 103. Menos específico es el dato de la edad. En números absolutos, el mayor volumen de suicidios del último año se produjo entre quienes tenían de 30 a 39 años (hubo 40 casos), pero no hay ninguna franja que sobresalga -excepto entre los menores de 15 años y quienes tenían de 85 a 89 o superaban ya los 90-. En estas excepciones la cifra fue menor: un menor de 15 años que se quitó la vida, 16 mayores de 85 a 89 y once que ya rebasaban los 90 años.

Cifras que esconden un drama que trata de visibilizar la campaña "Badaladas", promovida por el Movemento Galego pola Saúde Mental. Su acción, una campanada, simboliza "una llamada de atención" por un posible nuevo caso de suicidio en Galicia. Asimismo, el vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales -en particular, la depresión y los trastornos por consumo de alcohol- está muy establecido en los países de altos ingresos.

La OMS establece actuaciones y comportamientos que se pueden observar en personas con pensamientos suicidas como frases como "nadie me extrañará cuando me haya ido". A ello se le añade la búsqueda en internet de "cómo quitarse la vida" o cómo tener acceso a pesticidas o armas de fuego, así como la despedida de familiares cercanos y amigos, regalando posesiones valiosas o escribiendo un testamento.