Es una lástima que quien dirigió la atractiva "Mustang" haya perdido los papeles en "Kings", una obra en la que ha dispuesto de un reparto de campanillas al servicio de un tema con mucha enjundia: el brutal conflicto racial en Los Ángeles de 1992 cuando los policías acusados de atacar sin piedad a Rodney King fueron absueltos. No cabe duda que la directora sabe qué hacer con la cámara para conseguir una apariencia sobria y por momentos brillante, pero el resultado final es claramente insatisfactorio: un guión demasiado disperso, unos personajes dibujados a medias, un reparto desequilibrado y una sensación general de confusión es un lastre demasiado pesado para levantar el vuelo.