Lo primero que Raida y Ahmad recuerdan al bajar del avión que les trajo a España, el pasado noviembre, "fue la sonrisa de Ana", la responsable de Protección Internacional en Vigo de la asociación Provivienda, encargada de su tutela y de otra familia siria que llegó al mismo tiempo que ellos. Llegaban reubicados del Líbano con sus cuatro hijos, con la pequeña de siete años agarrada a un desgastado peluche al que luego llamaría "pollito". Fue su primera palabra en español.

Finalizaba así un terrible viaje que comenzó en Siria en 2011, tras estallar la guerra. "Cuando comenzaron los bombardeos y las cosas se pusieron feas", la pareja decidió huir del país con sus cuatro hijos. La primera en irse fue Raida, con dos de los pequeños, y luego, le siguió él, con los otros dos. La pequeña tenía siete meses y el mayor diez años. "Uno te presenta a otro, el otro te cobra por presentarte a otro más y así hasta llegar al Líbano, de manera ilegal", explica Ahmad. Allí no acababa la odisea, "fueron seis años terribles en los que sufrimos mucho, nos trataron muy mal allí". El país, fronterizo con Siria, alberga a un millón y medio de refugiados.

Ahora llevan casi seis meses en Vigo. Los niños están escolarizados y aprendiendo español muy rápidamente y también ellos acuden a diario a la asociación para avanzar cuanto antes con el idioma, la principal barrera para su integración completa en una ciudad "muy tranquila" y con muchas similitudes con su natal Homs. "Hay zonas que son fotocopias, salvo por el mar", dice ella. El paseo y la playa de Samil es el lugar preferido de Raida, de 35 años. Ella misma dice su edad en español. "La gente es muy educada y muy buena con nosotros", añade Ahmad, de 45.

Explican que han tenido que "reeducar" de nuevo a sus hijos, que pasaron la mayor parte de su niñez en Líbano. "Es como educarlos de nuevo porque las culturas son diferentes y las cosas son aquí distintas. Les enseñamos que hay que ser puntuales siempre y hasta el tema de cruzar la calle por el paso de cebra, por ejemplo. Cómo tratar con gente mayor con respeto, a hablar con amigos. Hemos empezado con todo de nuevo", explica la pareja ayudada por un intérprete, un apoyo fundamental para poder comunicarse.

Él tenía en Siria un salón de peluquería en el que "cuando venía alguien sin dinero le cortaba igual el pelo". Ahora, colabora con una ONG de la ciudad cortando el pelo y afeitando a personas en situaciones carenciales. "Ahora nos están ayudando a nosotros y yo si puedo ayudar también lo hago, es una cadena", indica con humildad.

Se consideran "muy afortunados", otros muchos quedaron atrás. La hermana de Raida sigue en Siria con dos niños y su marido y otro hijo ya lograron salir del país hace tiempo por lo que "la familia está separada". Un hermano de él también continúa allí.

"Siria nunca volverá a ser la de antes, las cosas que están pasando allí son peores que Hiroshima", subraya rotundo Ahmad. No es una exageración. Su ciudad, Homs, la tercera más importante del país tras Alepo y Damasco, está devastada por el conflicto, con 13.000 muertos oficiales y la población reducida a un tercio. Calles vacías, edificios destruidos, barricadas en lo que un día fue una avenida principal... "Hay 22 millones de sirios y 12 están ya fuera del país, todo el mundo nos mira ahora con pena, estamos en todas partes... ", subraya Ahmad. Tras escucharle enseguida interviene Ana Pardo, de Provivienda. "Piden perdón por todo, a cada rato, tienen un gran sentimiento de culpa pero tratamos de hacerles entender a diario que no les miramos con pena sino con admiración porque han tenido la capacidad de sacar adelante a su familia, de viajar sin saber a dónde venían, de luchar por ellos. Yo me saco el sombrero ante ellos", remarca.

"Cualquiera que esté en la guerra pierde, todos pierden, hay mucha gente que perdió económicamente, otros lo perdieron todo, hay gente que perdió la cabeza... Deseamos que haya paz, que no haya guerra en ninguna parte", indica Ahmad.

Además de Provivienda, una entidad de ámbito nacional que abrió sus puertas en Vigo en agosto del año pasado, otras dos entidades (Cruz Roja y Accem) se encargan del programa de protección internacional, dependiente del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Las entidades son reacias a precisar el número de familias sirias pero se trata de un porcentaje muy reducido dentro de un grupo que incluye a refugiados de Somalia, Georgia, Nigeria, Eritrea, Ucrania, Irán, Pakistán, Afganistán, Guatemala o Venezuela.

Muchas de esas familias están en "listas negras" y otros desconfían, sobre todo tras lo ocurrido a una familia siria en Lugo que tras salir en medios de comunicación recibió insultos en la calle. "Muchas veces en lugar de ayudar se genera un estigma, es terrible", remarca Daniel Boveda, coordinador para Pontevedra de Accem Galicia.

Una de las tareas más complejas es encontrar una vivienda, a pesar de estar incluidos en un programa estatal. La situación no es nueva, ocurre con todos los colectivos vulnerables. "No abundan los propietarios dispuestos a alquilar a una familia derivada de servicios sociales y por eso muchos se ven abocados a infraviviendas", lamenta Ana, de Provivienda.

El programa consta de 18 meses prorrogables a 24 en el caso de personas vulnerables que se dividen en tres fases. La primera es de acogida en la que se asigna a los solicitantes una vivienda, se cubren sus necesidades básicas, se les acompaña en el acceso a los servicios sociales y se fomentan las bases del idioma para facilitar su integración. En la segunda se continúa prestando apoyo económico y social pero promoviendo su autonomía. En la parte final, el objetivo es que el apoyo sea esporádico.

Preguntado por su futuro, Ahmad responde con franqueza. "Claro que tenemos miedo pero es bueno acostumbrarnos rápido a ser independientes. Ya no estamos en nuestro país, así que vamos a tener miedo siempre", afirma.