Quería un juicio justo para René Bach. Así lo aseguró ayer en el Club FARO Pablo iglesias sobre el proceso que sentó en el banquillo a uno de los supuestos torturadores de su madre -un agente de la Gestapo- después de la liberación del campo. "Quiero declarar, aunque me muera en el juicio", aseguró a su médico Núñez.

El testimonio de su declaración y también la condena al agente de la Gestapo -a pena de muerte, fue ejecutado- fueron públicas en diarios franceses de la época. Era el primer gran juicio. Mercedes Núñez tenía escarlatina y tuberculosis y, muestra de la enfermedad que aún sufría la española durante ese proceso, aparece con una gran chaqueta en las imágenes del juicio, en pleno mes de julio .

Poco después, Mercedes conocería a Abelardo Iglesias, una general de la guardia de asalto, prisionero en el norte de África y, aunque Mercedes tenía secuelas de la deportación, decide "en otro rasgo de valentía", tener a un hijo que es Pablo, relató María Torres.

Mercedes había recibido la educación de una señorita acomodada -clases de piano, idiomas, estudios- y vivió con entusiasmo el advenimiento de la República. Se afilió en las Juventudes Socialista Unificadas, fue tesorera del Club Femeni i d'Esports, organizadora de las Olimpiadas Populares, afiliada a Amics del sol; ejercerá labores burocráticas para la UGT, colaborará en la organización del PC en La Coruña...

Pero el germen de sus escritos está en la madrileña cárcel de mujeres de Ventas donde una compañera le rogó que, cuando saliera, escribiera para dar testimonio de lo allí vivido. Pero lo que no podía vislumbrar en ese momento es que lo que vendría después: su reclusión como prisionera de los nazis superaba hasta unos límites no creíbles lo sufrido en las cárceles españolas.