Mucho han cambiado las cosas desde ese día. La multitud, el botellón y la jornada de casi 24 horas ininterrumpidas de fiesta la han convertido en una cita de asistencia masiva, especialmente entre los grupos más jóvenes. El alcohol se convierte en el protagonista de la noche y miles de personas abarrotan las calles, el paseo marítimo y la playa de la localidad dispuestas a vivir una noche inolvidable.

Bajo esta premisa no es de extrañar que Vilagarcía amaneciera de resaca, aunque un año más se ha vuelto a demostrar que el agua todo lo cura y no hay como una buena mojadura para empezar el día. A partir de las 12.00 horas, cualquier hombre, mujer o niño que anduviese por las céntricas calles vilagarcianas estaba empapado y armado para mojar a cualquiera que se interpusiese en su camino. Con el paso de los años, las técnicas se van perfeccionando y los instrumentos de "ataque" y "defensa" alcanzan límite inimaginables. Frente a los tradicionales calderos, globos y pistolas (algunas con forma de metralletas) surgen los sulfatadores, los escudos y los disfraces impermeables.

Por su parte, los vecinos más próximos a la zona de fiesta también se las ingenian para mojar a los cientos de personas que se sitúan debajo de los balcones y ventanas. Calderos, mangueras y hasta alcachofas de ducha se asoman desde lo alto de los edificios para cumplir los deseos de una muchedumbre que grita "aquí no llega".

La salida del santo estaba programada para las 11.45 horas pero San Roque se hizo esperar unos minutos ante la multitud de personas que se concentraron a las puertas de la parroquia de Santa Eulalia. Bajo el ya tradicional canto de "San Roque es cojonudo, como San Roque no hay ninguno" y los aplausos de la abarrotada Praza de España, la figura del santo salió siguiendo los acordes marcados por la Banda Municipal de Música de Vilagarcía, que amenizó el camino con sus trompetas y tambores. Con su salida, se inició una procesión repleta de color y alegría que recorrió, como de costumbre, el centro de la localidad. Desde Santa Eulalia hasta la parroquia de San Roque, el santo estuvo acompañado por miles de personas de todas las edades que le fueron abriendo el paso con una cadena humana que no paraba de cantar y bailar.

Pero ellos no fueron los únicos en darle ambiente a la procesión. Todas las aceras estaban repletas de gente que esperaba el paso del santo al ritmo de la música y los aplausos de los allí presentes. Además, los balcones de las calles también estaban abarrotados de vecinos lanzando confeti y globos que tiñeron de color las calles.

Tras poco más de 15 minutos de recorrido, el santo llegó a la capilla al ritmo del grupo Fangoria, que resonaba en los altavoces de los andamios instalados en el Instituto Castro Alobre. El estilo electrónico fue pronto sustituido por el Himno de Galicia, entonado por las miles de personas allí presentes. A continuación, San Roque fue resguardado en el interior de parroquia y los asistentes, impacientes por iniciar la fiesta para combatir el calor que azotaba a esas horas del mediodía, empezaron a clamar por el pregón, que este año corrió a cargo del club de rugby "Los Ingleses". Sin más dilaciones y tras un grito de guerra bajo el lema "Viva a Festa da Auga de Vilagarcía", un representante del equipo inauguró la batalla de agua.