El potente desembarco de Guy Ritchie en la costa más soleada del cine ocurrente, vistoso y frenético se vio truncado inesperadamente al ponerse al servicio de su amada Madonna en la odiosa "Barridos por la marea", justamente considerada una de las peores cintas de la primera década del siglo. Tras el gatillazo estruendoso de "Revolver" intentó volver por sus desafueros en "RocknRolla" aunque ya la habíamos cogido la matrícula y su estilo supuraba repeticiones y vuelcas de tuercas ya oxidadas. Pero alguien pensó que esa forma de maltratar la cámara y marear al espectador era lo que se necesitaba para actualizar a un personaje como Sherlock Holmes. Lo actualizó, ciertamente, al tiempo que lo sepultaba bajo capas de modernez visual y humor casposo tan insulsas como olvidables. La divertida y algo más mesurada "Operación U.N.C.L.E." parecía ser un signo de que Ritchie aún era recuperable. De ahí la decepción monumental que deja este "Rey Arturo" infumable que aspira desde ya al trono de lo peorcito del año. Nada se puede salvar en esta función grotesca, mal interpretada, peor escrita y con efectos especiales del montón con la que el director repite hasta la saciedad la mayor parte de los trucos que conoce para aturdir al espectador e intentar que éste no se dé cuenta de que le están contando una historia absurda, incongruente y hueca.

El saqueo de otras películas es evidente. Cuando aparecen unos elefantes gigantes demoliendo todo lo que sale a su paso es inevitable preguntarse: pero? ¿esto no lo vi yo en?? Sí, ahí mismito. Y las peleas con malas artes marciales. Y las profecías viscosas. Y las brujas marinas. Y una serpiente harrypotteriana. Y personajes que parecen venir directamente del rodaje de "Juego de tronos". Y batallas que apestan a ordenador y escenas con un tufillo a videojuego que tira para atrás. Y montaje histérico. Y barridos de cámara que exigen una pastilla contra el mareo. Y saltos de la cámara rápida a la ultralenta. Y un apuñalamiento sistemático de la historia artúrica para darle un innecesario (por torpe) barniz de modernidad a costa de cargarse personajes fundamentales e hinchar otros sobredimensionados. Si a eso añadimos un guión por momentos indescifrable, una estridente banda sonora y un reparto donde Charlie Hunnam muestra sus limitaciones en cada plano (salvo cuando grita de forma muy ostensible, eso lo sabe hacer hasta el peor de los actores) y Jude Law muestra todo su catálogo histriónico estropeando las escenas más prometedoras, el resultado no puede ser más catastrófico. Si Arturo levantara la cabeza se cuidaría muy mucho de sacar la espada de la piedra.