No hay contratiempo que pueda con la milenaria tradición de la cría de caballos en libertad en las sierras de A Groba y O Galiñeiro. Cinco años después de la polémica del microchip que redujo la cabaña a la mitad, el primer curro de la temporada, celebrado ayer en A Valga, en los montes del municipio de Oia, demostró que la manada se recupera poco a poco. Los ganaderos lograron rapar y marcar a fuego a un total de 270 "burras" de las 300 que, según sus cálculos, habitan en la zona. La niebla de la mañana impidió localizarlas a todas, pero el rebaño regresa a las cifras anteriores al conflicto.

El decreto equino de la Xunta, recurrido ante la UE, obliga desde 2012 a los propietarios de caballos salvajes a implantar los dispositivos electrónicos de identificación. El elevado precio inicial de los chips, de 40 euros, llevó a muchos de ellos a vender sus animales para evitar pérdidas económicas. Finalmente, el coste ha bajado a los 18 euros y "os gandeiros o que queremos é que siga a tradición, así que todo o mundo acatou a normativa", explica el presidente de la asociación que agrupa a los de A Valga, José Fernández Martínez.

El espectáculo continúa y ayer arrancaba a primera hora con la salida en busca de las reses para reunirlas en el recinto. La bruma matinal impedía localizarlas a todas, pero las 30 que quedaron descolgadas recibirán su rústica sesión de "peluquería" y marcado en el 31 de julio, cuando está previsto el llamado "curro da mosca" para desparasitar a los equinos en la zona.

Tras una parada técnica para tomar fuerzas, unos con un buen picnic acompañados de familia y amigos y otros con raciones de pulpo y churrasco en los puestos ambulantes que cumplen cada año con la cita, los aguerridos "aloitadores" iniciaron la ancestral ceremonia. Una lucha cuerpo a cuerpo para aplacar la dura resistencia del animal que siempre da la victoria al hombre. Un ritual que volvió a congregar a más de mil personas que contemplaron con entusiasmo los "combates". Los más aplaudidos, los de los numerosos niños que ayer se iniciaron en la tarea con los 40 potros nacidos en los últimos meses.

Una vez dominadas, las "burras" pasaban por la tijera para prepararse para las altas temperaturas del verano. Y sufrían además el acostumbrado sellado con hierro al rojo vivo de la marca de sus dueños, que permite conocer a quién pertenecen a distancia. El guion no cambia y se repetirá en los próximos curros. El siguiente tendrá lugar en Torroña el día 4 de junio y una semana más tarde llegará el de Mougás.

La jornada finalizó sin incidencias y con gran satisfacción por parte de los ganaderos, por la sensación de haber contribuido una vez más a conservar el legado de sus ancestros, pero también por las facilidades encontradas. Comunidad de montes y Concello de Oia han desbrozado todo el entorno y podado los árboles para dejarlo libre de obstáculos. "Estamos moi agradecidos porque non só resulta moito máis sinxelo achegar as burras sen toxos e ramas polo medio, senón tamén porque a limpeza do espazo realzou aínda máis o espectáculo", destacaba José Fernández Martínez.