Si leen el titular "Raphael, todo un escándalo", decodifíquenlo con cuidado. Han de suprimir, en este caso, las acepciones de ruido, desvergüenza o mal ejemplo que el Diccionario de la Real Academia Española apunta. Quédense con asombro, pasmo y admiración, porque estas tres palabras resumen el directo de matrícula de honor que el cantante ofreció ayer en el Auditorio Mar de Vigo con las entradas agotadas.

El público de ayer en la ciudad olívica no era el predominante en gustos y edad que recibió a Raphael en el Sonorama de 2014 donde logró levantar, contra todo pronóstico, carteles que ponían "Rapahel indie". Las y los fans del artista en Vigo sí coincidieron con la gran mayoría del Sonorama en que lo acogieron con los brazos abiertos, entregados. Y él respondió.

Muy puntual, la actuación arrancó a las 20.30 horas con una intro instrumental con sus seis músicos -entre los que había dos guitarristas- sobre el escenario. Raphael se les unió ataviado, por supuesto, todo de negro.

La primera canción que interpretó fue "Infinitos bailes" con la que ofreció su declaración de intenciones: "Esta vez, no conquistaremos imperios", decía uno de sus versos cantados. Lo que sí conquistó fue el público encadenando ovación tras ovación, levantando a parte de los asistentes de la butaca, consiguiendo que tararearan y cantaran melodías como las de "Mi gran noche", "Provocación" o "La quiero a morir", entre otras muchas.

Su dominio vocal fue impecable, su interpretación de los temas, perfecta. Como él mismo cantó "Yo sigue siendo aquel, el mismo Raphael de siempre, ¿no lo ven?". Vaya si lo vieron.

No obstante, los asistentes tuvieron que esperar al tema 14 para oírlo hablar. a raíz de una persona del público gritase: "Háblanos". Se le había olvidado, dijo. "Decirles, de todo corazón, que estoy feliz de estar de nuevo hoy aquí en Vigo. Decirles que este es un nuevo espectáculo con canciones nuevas con canciones que no se me puede olvidar cantar, con toda la ilusión que tengo, he tenido y tendré", confesó.

Raphael transformó su repertorio de música ligera en un directo con tintes de rock suave, aderezado con momentos íntimos con su voz sola acompañando a la guitarra o al piano a lo largo de un concierto de unas tres horas y 41 temas, en el que llegó a posar con la camiseta del Celta. Ayer, volvió a demostrar por qué es uno de los grandes.