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El árbol de las lágrimas

Bayona apabulla con su dominio técnico, pero subraya en exceso la parte dramática

El monstruo y el niño.

Si algo quedó claro en "El orfanato" y "Lo imposible" es el apabullante dominio técnico de Bayona, su incuestionable oficio para pulsar los resortes del lenguaje cinematográfico para construir grandes espectáculos a partir de un talento innato para crear atmósferas apropiadas con una habilidad fuera de toda duda para desarrollar la tensión e ir soltando impactos visuales que meten al espectador en la acción. También dejó en esos dos títulos muestras nada escondidas de su querencia por el subrayado y los golpes de efecto que algunos consideran excesivos, inapropiados y gratuitos. En "Lo imposible", esa tendencia a poner signos de exclamación alcanzó cotas insuperables en el momento del reencuentro del padre con sus hijos, acompañado de una atronadora música para que el espectador no tuviera la menor duda de que era el momento de sacar el pañuelo.

"El monstruo viene a verme", basada en un libro bastante más contenido y sutil, repite los mismos aciertos y errores. Que Bayona puede conseguir con la cámara casi todo lo que se proponga es evidente, y más cuando tiene presupuesto más que suficiente para que los efectos especiales lo sean realmente. Lo malo llega en los instantes donde se empeña en que la sala sea un valle de lágrimas y, lejos de dejar que la propia inercia del drama siga su camino y emocione, se empeña en apretar el acelerador para que no haya lugar a la duda: aquí se llora a mares y punto. Y a la vista de los ojos empapados de muchos espectadores no cabe duda de que logra su objetivo, pero lo hubiera conseguido igual sin tanta cebolla. La película queda partida en dos: la parte en la que el talento para construir imágenes poderosas y la parte en la que hay que desarrollar el drama puro y duro. Ayudado por el convincente trabajo de Lewis MacDougall, y a pesar de abusar de algunos mensajes de iniciación a la vida pueriles, cuando el protagonista entra en un mundo de fantasía donde escapar del horror cotidiano la película muestra genuina inspiración y sentimiento, pero cuando vuelve sobre sus pasos para regresar a la realidad cruel y dolorosa se hace previsible y manipuladora. Y ese desequilibrio muestra de nuevo esa dualidad de su director, tan deudor de su admirado y admirable Spielberg que le (l)imita incluso con sus errores.

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