El libro de los beatos de la Iglesia incluye desde ayer los nombres de 522 católicos, en su mayoría religiosos, pero también obispos, sacerdotes y laicos (entre ellos, once gallegos, de los cuales uno se formó en los maristas de Tui), que murieron en la guerra civil española y en la Revolución de Octubre de 1934. Ayer fueron elevados a los altares durante una misa en la antigua Universidad Laboral de Tarragona, en una celebración presidida por el cardenal Angelo Amato, que actuaba en representación directa del Papa Francisco. Unos 25.000 fieles llenaron la plaza central de dicho centro educativo, ubicado entre las industrias químicas de Tarragona, su puerto industrial y el parque de atracciones PortAventura.

El propio Papa Francisco dirigió a los presentes un mensaje pregrabado en vídeo y en el que se mantuvo en un plano puramente espiritual, ya que hablo genéricamente de los mártires de la Iglesia, pero sin referirse en ningún momento a las circunstancias españolas de la contienda civil o de su persecución religiosa, una de las más intensas de la historia, junto a la Revolución Rusa o la antigüedad de Roma.

Francisco expresó en el mensaje, redactado con sugerencias directas de la Conferencia Episcopal Española, que en un mártir "no existe el amor por entregas, el amor en porciones", sino que es ejemplo de que "cuando se ama, se ama hasta el extremo".

A diferencia del mensaje espiritual de Francisco, el cardenal Amato fue más al grano y habló en su homilía del "periodo oscuro de la hostilidad anticatólica, cuando vuestra noble nación fue envuelta en la niebla diabólica de una ideología que anuló a millares y millares de ciudadanos pacíficos".

La Iglesia católica ha beatificado hasta la fecha, sumando a los de ayer, a 1.523 católicos que sufrieron martirio en España en los años treinta del siglo XX, y se calcula que fueron alrededor de 10.000 las víctimas de dicha persecución religiosa.

Las frases dramáticas del Amato en su homilía contrastaban también con el tono que han adoptado los obispos españoles, los cuales insisten en que "las beatificaciones no van contra nadie", sino que son una oportunidad para la reconciliación y la paz.

Unas 14.000 sillas esperaban a los peregrinos, algunos llegados del extranjero. Varios centenares de sacerdotes rodeaban el altar y en una zona preferente se hallaban la autoridades civiles y militares, encabezadas por distintas autoridades.

Tras el visionado del mensaje del Papa el rito de beatificación se inició cuando el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, pidió al representante del Papa Francisco que los nombres de los 522 católicos fueran inscritos en el libro de los beatos. Pujo hablaba en representación de los 20 arzobispos y obispos en cuya diócesis se iniciaron los procesos de beatificación, muchos de ellos en los años noventa del pasado siglo. A continuación, Angelo Amato leyó la Carta Apostóli ca del Papa en la que se establece que esos difuntos "desde ahora en adelante sean llamados beatos y se puede celebrar cada año su festividad el 6 de noviembre".

Al tiempo que una tela descendía y dejaba al descubierto la "gigantografía" con las fotos de los beatos y el logotipo del acto, una procesión condujo hacia el altar una urna con las reliquias de los recién beatificados. A continuación, el cardenal Amato entregó a los obispos una copia de la Carta Apostólica del Papa Francisco.

Los 'elegidos' gallegos

Los gallegos beatificados ayer fueron María del Consuelo Remiñán, Ricardo Atanes Castro, Narciso Pascual y Pascual, Eladio López Ramos, María Luisa Bermúdez Ruiz, Carmen Rodríguez Barazal, Ramón María Pérez Sousa, Antonio González Penín, Fernando Olmedo Reguera, Joaquín Frade Eiras, Ramona Cao Fernández y Dionisio Domínguez Martínez (formado en Tui).