>> Nacido en 1921 entre otros siete hermanos que tuvieron la mala fortuna de perder a sus padres muy pronto, eso y la guerra civil en zona tan caliente como la murciana fueron experiencias que forjaron su carácter luchador e influyeron en la elección de su carrera: arquitectura. Pertenece a esa generación de arquitectos del final de los 50 que, tras el estilo imperial, ecléctico y clasicista de la posguerra, fueron señalando nuevas formas y técnicas arquitectónicas más abiertas a Europa. Siempre de la mano del estudio de César Cort, desarrolló el poblado minero de Fontao en Vila de Cruces (un hito en la arquitectura gallega), el barrio de San Antoniño en Pontevedra (galardonado en el Día Mundial de la Arquitectura) y el grupo de 600 viviendas de Fenosa en Vigo, estos dos últimos con José Antonio Corrales y el de Fenosa también con Juan Luis Cort. Fueron tres ejes importantes de una trayectoria definida por la sencillez, el empirismo, la utilización del sentido común, criterios muy adelantados a su tiempo y, sobre todo, el trabajo a pie de obra y en una única obra. Luego trabajaría en la construcción de unidades escolares del Ministerio de Educación, ampliación y reforma de la Caja de Ahorros o la rehabilitación del Gran Hotel de A Toxa.

>> Una infancia dura. "Nací en Murcia el año 1921, el del Desastre de Anual pero también el año en que Ortega y Gasset publicó "La España invertebrada", que parece describir los problemas de la España de hoy, 92 años después. Mi vida estuvo muy marcada por la experiencia de la orfandad ya que mi madre murió cuando yo tenía dos años, en 1923, y mi padre cuando cumplí siete, dejando ocho hijos. A los pocos meses nos fuimos a Cartagena y luego pasamos a Melilla con mi padre, destinado allí como militar. Cuando falleció volvimos a Cartagena toda la prole, y pasamos a vivir en una casa junto a la de una tía. La otra experiencia que me marcó fue la guerra civil, que me tocó con 15 años en esta ciudad. Fue muy cruel por ambos bandos y me hizo vivir bombardeos de los nacionales, asesinatos de los republicanos, incluso de un amigo mío cuando caminaba a mi lado; vi como tiraron al mar amarrados a una piedra a varios marinos, o arrastrar desde un coche a una persona viva atada por los pies. Hambre, toda. No teníamos que comer y recuerdo un día en que estábamos ante un pote de lentejas de esas con bicho y una bomba que sacudió el techo estrelló una lámpara sobre la mesa. Nos quedamos sin lentejas, pero con vida. Soy enemigo de todo victimismo y patetismo pero sería injusto que omitiera, al hacer un repaso de mi vida, cómo vivir sin una protección paterna y, además, una experiencia tan extrema como una guerra entre hermanos, marcó mi carácter y mi modo de ver la vida. Al terminar la guerra solo pensaba en huir de aquello y buscar una salida a mi vida, estudiar, ser alguien".

>> La educación. "Empecé a estudiar en los Maristas de Cartagena, donde pasé desde las primeras letras al Bachillerato, de lo que no tengo ni malos ni buenos recuerdos. Yo vivía a 7 kilómetros y todos los días cogía un tranvía y hacía una caminata para ir y volver del colegio. Me acuerdo que estaba en clase cuando, un 15 de abril de 1931, el rey Alfonso XIII cogió en esta ciudad un barco hacia el exilio, tras proclamarse la II República. La guerra civil estalló cinco años más tarde, en 1936, y me cortó los estudios cuando estaba ya en el Instituto. Al concluir tenía 18 años y la mayoría de edad estaba entonces en 23 pero, dadas mis circunstancias especiales, el Consejo de Familia me emancipó, anticipándomela a esa edad. Yo ya tenía claro que quería estudiar Ingeniería de Caminos o Arquitectura, que me parecían las que tenían más peso y futuro. Me entregaron una pluma estilográfica, una máquina de escribir y con unos ahorros a mi nombre procedentes de una herencia, tras hacer cuentas para pagar una carrera, decidí marchar".

>> El salto a Madrid. "Un día, a mis 19, cogí una maleta, subí al tren y me fui a Madrid, sin conocer a nadie allí pero con la idea fija de abrirme camino. Era el Madrid de la inmediata posguerra, lleno de hambre, miseria y chinches, con frío gélido y sabañones en invierno y la luz justa para estudiar en la pensión. Pero yo no me quejaba porque tenía dinero para ir viviendo, para resistir unos años de carrera aunque la tremenda inflación posbélica hizo que no me llegara para acabarla. Aprobé el ingreso en Arquitectura tras una dura selección y entré con alumnos que luego fueron destacados arquitectos como Luis Pueyo, César Cort, José Antonio Corrales... aunque yo hube de paralizar mis estudios porque se me acabó el dinero. Me puse a trabajar. Yo creo que en la vida se puede sacar partido de las experiencias negativas y convertirlas en positivas. Es cuestión de actitud. Ser huérfano y vivir la guerra civil me convirtieron en persona de tesón, con voluntad de hierro, espíritu práctico y con firmes propósitos de ser alguien en la vida; tener que paralizar la carrera por falta de medios tuvo como contrapartida que entrara en el estudio del reputado César Cort, padre de un compañero, y adquiriera un conocimiento práctico y muy rico de la profesión antes de licenciarme. Él fue delegando en mí y, mientras yo iba aprendiendo, adquiría más responsabilidades. Construimos un grupo de viviendas de lujo en la calle Castelló de Madrid, otras más sociales en Sainz de Baranda y en Bartolomé, una vivienda unifamiliar en la Cuesta de las Perdices para Antonio Segurado... En el tiempo libre, estudiaba lo que podía para examinarme".

>> Con el título a cuestas. "Terminé la carrera en 1957 ya con mucha práctica sobre el terreno y entonces tuve una experiencia crucial: un viaje fin de carrera a los países nórdicos, cuya arquitectura nos asombró y abrió a otras perspectivas de diseño y construcción. En España no había ni revistas de arquitectura siquiera y hasta los años 50 las dificultades -paisajes devastados, escasez de medios económicos tras la contienda, el poco desarrollo industrial del país, escasa demanda de viviendas vanguardistas por las clases medias... - determinaron que no presentasen demasiadas novedades técnicas ni visuales. Fue precisamente coincidiendo con el final de los 50 y 60 cuando empezaron a manifestarse nuevas formas y técnicas con arquitectos como Cort, Molezún, Corrales, Fisac, García de Paredes,Oiza... por citar los que trabajaban en Madrid. Molezún y Corrales llegaron a ganar en la Feria Internacional de Bruselas en el año 1958 una medalla de oro por su Pabellón Hexagonal. Menos mal que no hicieron caso al ministro de Exteriores, que les había pedido que presentaran un patio andaluz".

>> Y España crecía. "Los de mi generación vivimos una España en crecimiento y con demanda de arquitectos, lo contrario de lo que pasa ahora, y teníamos muchas ganas de romper, salir, innovar. Mi relación con el estudio de Cort antes de acabar la carrera dio lugar a que, justo al acabarla, éste me dijera que necesitaba un doble porque no daba abasto. Ahí empezó mi buena racha. Recién salido de la escuela me encarga la dirección a pie de obra de un proyecto suyo, el poblado minero de Fontao, en Vila de Cruces, que durante la guerra se había dedicado al wolfram para los alemanes. Los obreros vivían en barracones y Cort propuso un habitat digno con cine, iglesia...".

>> El poblado de Fontao. En opinión de destacados especialistas, con la realización del poblado minero de Fontao, llevada a cabo entre los años 1957y 1960, Galicia se incorporará a los movimientos de vanguardia internacionales con una valiosa propuesta. Según ellos, el espacio urbano-industrial de Fontao es un hito en la historia de la arquitectura contemporánea en Galicia, una suerte de quimera moderna en el corazón de Galicia. Basilio Bas, más modesto, lo cuenta como una experiencia vivida a pie de obra en que tuvo que formar equipos y buscar soluciones constructivas ante la precariedad de medios. "Me vine a vivir a Galicia, al mismo poblado durante tres años. ¿No había cerámica, ni teja, ni ladrillo? Pues cemento. Y así todo. Teníamos que aprender sobre la marcha, fabricar allí desde los bloques de hormigón hasta las sillas del cine, que tuve que proyectar y construir en una improvisada producción seriada. Hoy todo se pide por teléfono. Había un proyecto de Cort y yo rehice con su permiso la iglesia,las escuelas... Con mucho sentido común, funcionalidad e intuición".

>> Demasiado adelantados. "La experiencia en el poblado minero sirvió para formar un equipo con mucha experiencia de combate y lo utilizamos después para construir el barrio de San Antoniño en Pontevedra, un polígono de viviendas sociales que fue modélico en aquel tiempo y diseñé con José Antonio Corrales. Me vine a vivir a esta ciudad, donde me casé, y me instalé en ese barrio porque yo soy arquitecto de pie de obra y obra única. San Antoniño tenía calefacción central, plazas de garage... aunque nos adelantábamos tanto hace más de medio siglo que no las compraban porque no tenían coches. Igual nos pasó con el vertedero de basuras en la escalera en el edificio José Millán, 9, que hubo que clausurarlo porque antes había que educar a los vecinos".

>> La experiencia Fenosa. Un grupo de 600 viviendas para Fenosa promovidas por Cort en Vigo fue la siguiente ocupación de Basilio Bas y Corrales. Según los expertos, esta obra, excepcional en la Galicia de 1963, muestra soluciones radicales y maduras a los problemas esenciales de la arquitectura moderna: función, construcción y solución formal. Convencidos de la necesidad de recurrir a métodos sofisticados de producción industrializada, estudiaron y contrataron una patente de encofrados deslizantes sueca. Se comenzó la construcción de los muros exteriores de cada uno de los bloques, de forma que la primera planta fue ejecutada por personal sueco desplazado a Vigo, en la segunda realizaron una simple labor de supervisión y la tercera, y sucesivas, a ritmo de una planta por día se levantaron tras el regreso de los técnicos nórdicos. "Fuimos muy discutidos -dice Basilio-,pero yo creo que es de lo más interesante que hice en mi vida. Fue un nuevo proceso constructivo en España, que ahorraba muchos trabajadores, tiempo y dinero, y daba soluciones funcionales a la vivienda".

"En el instituto hicimos obra sin que perdieran clases"

"Estaba yo en una boda en A Toxa en la que también participaban el ministro Pío Cabanillas y Malvar, que al comprobar el deterioro del edificio me propusieron su rehabilitación. Al día siguiente muy de mañana estaba allí y me quedé asustado. Hasta las vigas estaban carcomidas, con grave peligro para los usuarios. Tuve que hacer un hotel nuevo manteniendo las características básicas del anterior".

"Las viviendas de Fenosa en Vigo nos exigieron una preparación previa para que la obra no fallara en sus ritmo sostenido de construcción, con mucha técnica y pocos obreros. Tienes que tener almacenado cemento, arena y hierro, siempre a punto para suministrar un proceso de construcción que no puedes parar una vez que lo empiezas".

"Cuando trabajé para el Ministerio de Educación llegamos a construir 36 unidades escolares en seis meses. Recuerdo la experiencia del instituto Sánchez Cantón, en el que hubo que hacer el derribo y la obra sin suprimir las clases".