El 1 de agosto de 1980 los marqueses de Urquijo fueron asesinados en su casa de Somosaguas. Su hija, Myriam de la Sierra, revive en el libro "¿Por qué a mí?" aquella pesadilla y da su versión de unos hechos que la marcaron a sangre y fuego: "No puedo describir con palabras el dolor que me produce que alguien pudiera sospechar de mí o de mi hermano".

El vacío. "He vivido situaciones extremas, al borde de un abismo del que nunca pensé que llegaría a salir. Me he sentido sola, perdida, y he echado muchísimo de menos a mis padres. Desde aquella terrible mañana del 1 de agosto de 1980 no hay un momento en el que no sienta el vacío que dejaron en mí".

Estado de shock. "A veces no entendía lo que pasaba. La pérdida de lo que más quería en el mundo, la detención del asesino y un juicio paralelo que trataba de destrozarme, asegurando cosas increíbles sobre mi hermano y sobre mí, sin conocernos absolutamente de nada, amenazaban con hacerme perder el sentido de la realidad. Aquello no tenía ni pies ni cabeza, pero no había forma de defenderse. Durante años viví en un estado de shock que parecía que se iba a convertir en permanente".

Entra Rafi. "A Rafi Escobedo lo conocí en el Club Hípico de Somosaguas, cuando tenía 20 años (...) y no puedo decir que aquel primer encuentro fuera un flechazo, al menos por mi parte. Mi vida estaba cubierta con mi trabajo y mis aficiones, pero Rafi fue perseverante y consiguió conquistarme. Rafi era muy detallista, carismático, simpático y muy cariñoso. Siempre estaba haciendo planes. Me llevaba a fiestas, incluso me enseñó a vestir de otra manera. Yo entonces era muy clásica y él me enseñó a sacar partido a mi delgadez (...). Terminamos siendo novios. Lo fuimos durante un año y medio. Cuando se lo conté a papá, se limitó a decirme: "Myriam, este chico es aún muy joven e inmaduro". La verdad es que mi padre tenía razón: Rafi no encajaba en absoluto en el perfil de chico que él quería para mí. Era carismático y atractivo, pero no tenía ni presente ni futuro. No estudiaba, no trabajaba... Pero yo entonces tenía 20 años y estaba muy enamorada".

Era como un niño. "Más de una vez me he preguntado cómo una mujer con tanta personalidad como yo pudo caer rendida ante un chico como Rafi Escobedo. Quizá la respuesta se halle en que me encanta ser mamá de todo el mundo. Rafi era como un niño, atractivo, encantador, simpático... En cierto sentido, creo que despertaba el instinto maternal, como me había pasado con mi propia madre, a quien cuidaba, peinaba y ayudaba a elegir la ropa".

Primera decepción. "Durante la luna de miel en Dubrovnik, lo primero que hizo Rafi fue buscar un espectáculo no muy recomendable para salir en nuestra primera noche de casados. Yo no era ninguna ingenua, pero de ahí a meterme en un local como ése había un abismo. Estaba muy enfadada y decepcionada".

Vidas separadas. "Él llevaba su vida: salía mucho, jugaba a las cartas... A veces yo llegaba a casa después de trabajar y me la encontraba llena de gente, de humo y de otras cosas que no podía, o no quería, saber. Nunca encajé entre las amistades de Rafi, no tenían nada que ver conmigo y casi todos eran hijos de padres con dinero que vivían en un ambiente que yo odiaba. Creo que por eso nunca he bebido alcohol ni he dado una calada a un cigarrillo de marihuana o de hachís".

Broncas."Poco a poco comprendí que mi relación con Rafi no tenía solución. Si al principio las broncas eran diarias, después él optó por desaparecer y dedicarse a sus viajes. Entonces decidí hablar con mis padres (...). Fue más sencillo de lo que había pensado. En ningún momento me echaron en cara que ya me habían avisado (...). Seis meses después de mi boda ya estaba separada".

El grito de la asistenta. El grito de la asistenta. "¡Han matado a sus padres!". Y la llegada al lugar del crimen: "No sé por qué mis tíos y mis abuelas se empeñaron en que debíamos ver los cuerpos de mis padres. Yo me encontraba en estado de shock y era incapaz de reaccionar. Pero no ha habido un solo instante a lo largo de todos estos años en que no me haya arrepentido de subir aquellas escaleras. Durante toda mi vida. Nunca lo lamentaré bastante". El olor a sangre... "Jamás he podido olvidarlo. Ese olor aterrador que todavía me persigue. Primero vi a mi padre. Tenía la cara hinchada. No podía acercarme a él ni tocarle. Estaba paralizada y creía que me iba a desmayar. Después me llevaron a ver a mi madre, que tenía un labio roto y parecía dormida en el más profundo sueño".

La detención. "Pasaron ocho meses desde el asesinato hasta la detención de Rafi Escobedo. En todo ese tiempo jamás se me pasó por la cabeza que mi ex marido hubiera tenido algo que ver con aquella monstruosidad. Es más: el día de la muerte de mis padres le llamé y le conté lo que había pasado (...). Tardó unas horas en llegar y me pareció que estaba temblando (...). Al cabo de varias semanas, un día, pensando en Rafi, me vino a la cabeza una discusión muy fuerte que habíamos tenido cuando estábamos casados. Discutíamos con frecuencia y casi siempre por el mismo tema: si estábamos tan mal económicamente era por culpa de mis padres. Llegó un momento en que me dijo: "Tengo un plan preparado y voy a cargarme a tu familia"".

El móvil. "La pista que condujo hasta Rafi fue el tipo de bala que se usó para matar a mis padres, al parecer de un calibre poco común. El padre de Rafi tenía un arma de ese mismo calibre (...). Durante el interrogatorio no sólo contó cómo él y sus cómplices habían asesinado a mis padres, sino que dio detalles que ni siquiera la Policía había comprobado. La Policía dijo que en un primer momento no pensó en Rafi como sospechoso del crimen porque no tenía móvil. De hecho, al casarnos habíamos firmado la separación de bienes. Cuando lo detuvieron y lo interrogaron, la Policía concluyó que el móvil era que Rafi culpaba a mis padres de nuestro fracaso matrimonial. Todavía hoy sigo sin concebir cómo alguien puede odiar tanto como para entrar en una habitación por la noche, ver a dos personas durmiendo plácidamente y dispararles".

El circo."Se hicieron ricos abogados, periodistas, caraduras de todas las especies. Para todos ellos fuimos un negocio estupendo".

Sin rencor. Escobedo se suicidó en el Penal de El Dueso el 27 de julio de 1988. "Han pasado 32 años. He perdonado a Rafi. Entiendo que esto no sea fácil de creer, pero con el paso del tiempo me he dado cuenta de que sin perdonar es imposible vivir".