"Vivimos el colapso del capitalismo, no una crisis económica. Mientras no caiga el capitalismo financiero, vamos a seguir sin trabajo.... Este sistema ha llegado a su fin por más que quieran prolongarlo porque se ha apartado de sus verdaderos objetivos. Ya no necesita la mercancía para reproducir el dinero ni necesita puestos de trabajo", decía ayer en el Club FARO el filósofo Óscar Scopa en su charla sobre "El colapso del capitalismo financiero (esto no es una crisis)".

Presentado por Manuel Bragado, director de Edicións Xerais, Scopa comenzó hablando de Hesíodo (s. VIII a.C.) y su referencia a los "injustos" o "ladrones de presente". Según dijo, "hoy, con todo el andamiaje de falsa retórica con el que nos bombardean parecería insuficiente llamarlos simplemente así, pero eso es justamente lo que está ocurriendo". Habló luego de Descartes y el nacimiento de la modernidad para referirse después a la muerte de ésta y, yendo al tema central de su charla, sostener que no estamos en una crisis como la del 29 o 1971, sino en un período de transición, "que algunos han llamado posmodernidad", entre un período civilizatorio inerme y otro por venir con nueva vitalidad. "Hay que saber esperar -dijo- y darnos una pausa porque, mientras los pensadores, artistas y algunos escritores nos damos cuenta del fin de la modernidad y sus inventos apocalípticos, los políticos que gobiernan distintos Estados, sus economistas y tecnócratas, han producido una huida hacia adelante para salvar lo insalvable de sus ideales apocalípticos ocultos en buenos modales y una retórica que ya se vuelve insoportable".

Ni pesimismo ni optimismo

Para el filósofo, profesor en la Universidad Carlos III de Madrid cuyo último libro es "El fin del mundo ya tuvo lugar" (Akal), hoy no tiene sentido ni el pesimismo ni el optimismo si en verdad queremos construir un nuevo período civilizatorio... "Vemos a mucha gente -dice- forzándose a creer que aún es posible estar al borde del abismo, arrojarse a él y suponer que saldremos volando como ángeles. Los políticos parecen no estar entre la espada y la pared. No dan cuenta de la gravedad que este colapso, al que siguen llamando crisis, tiene para las democracias, para el trabajo, para el comercio o para las relaciones humanas".

La modernidad impuso, en palabras de Scopa, la ideología apocalíptica de no pensar en mañana (qué haré, que no haré). "De eso se ocuparía el capitalismo financiero, que sustituiría el mañana (físico) por un futuro ideal ligado a la ideología del progreso infinito, el desarrollo, la velocidad... Yo pienso que una de las cuestiones centrales de ese período civilizatorio de transición es recuperar para nosotros el mañana, lo físico, lo tangible... Mientras tanto, nuestros políticos gobernantes y sus economistas y tecnócratas siguen insistiendo en el circuito lineal. En 2008 la llamada crisis se resolvería en 2009. En 2009, en 2010. Ahora en 2014".

Opina Scopa que temen perder el dominio que les otorgó la modernidad y de ahí su círculo vicioso: la corrupción, "que es muy anterior al delito o la falta que se pueda o no cometer". El escritor, que reclama que los ciudadanos recuperemos el encuentro con los objetos, con los cuerpos a pesar de que nos tienen en vilo con cifras, terror, promesas... insiste en que no es serio hablar de crisis y que el prefiere decir colapso. "Al colapso interno de la economía con sus referentes auxiliares se añaden, en nuestra época de gestores, el problema energético y el medioambiental, una infeliz y explosiva coincidencia ".

"Esta economía hace aguas -afirmó- por abuso de las matemáticas, sobre todo durante los últimos 35 años, para prefabricar la ingeniería financiera, la cual debería estar prohibida. Nos decían que las instituciones eguladoras como el FMI o el Banco Mundial, agencias de calificación... tenían todo bajo control para toda la eternidad triunfante de un capitalismo financiero que ya condenó Benedicto XVI. Era falso. El FMI llamó hace dos años a la ausencia absoluta de inversiones del Estado, a lo que llamó austeridad. Hace un par de semanas reconoció que s e había equivocado. Según la OIT por culpa de esa política se perderán en el mundo este año 200 millones de puestos de trabajo".