"Quiero agradeceros que hayáis venido a dar gracias a Dios conmigo". Aquel texto que rezaba sobre un lienzo suyo a la entrada de la iglesia, cerca de una gran foto, conmovió de seguro a mucha de aquella gente que desbordaba la capacidad del templo. Seguro también que sus hermanos, Alfonso, Carmen y José Luis, o amigas de la infancia allí presentes como Ángeles Leal "Pitusa", no pudieron evitar, mientras el párroco Alberto Cuevas oficiaba el funeral, que se les agolparan recuerdos de aquellos años en que la vieron correr de niña o suspirar de adolescente por Ourense.

Escribimos alguna vez sobre esa Ana Legido que llegó a Vigo en los años 60 con su marido Fernando Quesada, de esa que empezó a exponer en los 80 cuando fue liberándose de la responsabilidad de una prole numerosa€ pero apenas de aquella que dibujó su personalidad entre su nacimiento en Ourense en 1939 y el casamiento a los 21 con el futuro dibujante de honor de FARO, entonces empleado de Hacienda.

Hija de Alfonso Legido y Eva Soto, maestro en Ribadavía y ama de casa, hermana de Alfonso, José Luis (profesor en la Universidad de Vigo) y Carmen (de título maestra), Ana Legido tuvo en Sáa-Sadurnin de Ribadavia, donde tenía escuela su padre, el primer escenario de sus estudios y juegos de la infancia. "Nadábamos en el río en aquellos cálidos veranos –cuenta su hermana Carmencita- y a ella la llamábamos de broma la Esther Williams, porque nos aventajaba con una energía que no sabíamos de donde la sacaba".

Pasaron esos años de la patria más íntima y las dos hermanas siguieron estudios de Bachillerato en el colegio privado Cisneros, de Ourense con profesores como Xaquín Lorenzo "Xocas", para pasar después al Instituto y terminar esa etapa educativa. "A Ana la conocisteis en Vigo como pintora tardía -nos cuentan los suyos- , pero ya de niña manifestaba decidida vocación artística no solo con sus dibujos y pinturas constantes, sino con la canción. ¡Qué bien cantaba!, tan bien como que actuaba en los festivales del colegio y hasta en teatros orensanos en galas benéficas. Esa voz la fue perdiendo desde que la operaron de amígdalas".

Bellas Artes de San Fernando en Madrid fue una opción barajada una vez que concluyó su Bachillerato pero no fue posible. Había hijos varones y no había dinero para dar estudios superiores a todos, así que hizo Magisterio, recurso otrora para mujeres si en la casa no había medios, cuando daba allí clases Vicente Risco. Y, entretanto, la vida tranquila en la Plaza Mayor donde vivía la familia. Muy cerca, en Lamas Carvajal, estaban los Quesada, los Vilanova€ y la casa de los primeros era como una prolongación de la suya, aunque en aquellos años adolescentes también hizo mucha amistad con hijos de los Villalba (14 hermanos) o de los Outeiriño, que eran nada menos que 15.

"Ana –nos cuenta su hermana Carmencita- ya se distinguía por su sentido de la solidaridad y yo presencié más de una bronca de mi madre porque, extrañamente, le desaparecían cosas de casa, cosas no costosas como alguna sábana o ropa que ella llevaba a casas pobres para las que también hacía trabajos manuales que ahora no puedo precisar. Pero esa generosidad que mantuvo hasta sus últimos días en Vigo ya se manifestaba aquellos años en que aún vivíamos con nuestros padres en Ourense".

Ya era una mujercita, menuda y atractiva según cuentan, presta a esos tiempos primeros del amor. Un amor que surgió en el seno de los cercanos Quesada, pero cuyo destinatario pareció que iba a ser Xaime y no Fernando. Falsa alarma de los padres. Con Xaime solo le unía su pasión por el dibujo y la pintura, cuando Xaime no sabía que iba a ser un gran pintor de Galicia. En realidad quien la tentó fue Fernando, ya desde aquellos años 1955 o 56 en que ella era un pimpollo de 16 o 17 y él jugaba al fútbol a la par que estudiaba peritaje mercantil.

En 1960 tendría lugar la boda en Ourense para iniciar una trayectoria conyugal que solo separó la muerte precoz de ella estos días, justo cuando él por su enfermedad de la memoria más la necesitaba y más afectividad espontánea, sin filtros, instintiva, derrochaba con ella. Pero por medio hubo una larga vida llena de muy buenos momentos y, como todas, de algunos malos.

Zamora fue el primer destino en Hacienda de Fernando Quesada tras la boda, un destino fugaz porque en 1961, al año siguiente, llegaron a Vigo ya con un hijo de 15 días. Un Vigo que nada tenía que ver con el actual, y en el que vivieron primero en Mantelas, luego en Pizarro cuando la mayor parte de la Gran Vía eran prados, mas tarde en el mismo edificio de Aduanas de cuyo servicio Quesada fue jefe en esta ciudad, luego en Camelias...

Sus relaciones con el ambiente artístico comenzaron enseguida. Ya en los años 60 su casa se convirtió en hospedaje de amigos o familiares artistas de Ourense, que venían a Vigo a exponer. Así pasaban por su casa sus cuñados Antonio o Xaime Quesada, pero también Acisclo Manzano, Buciños, Pousa, que era de Goián pero se unía al grupo...

Esa casa era la posada de los pintores y los seis hijos Quesada (cinco más irían naciendo en Vigo, de los cuales dos fallecerían), crecieron entre artistas y obras desperdigadas por la casa. Así salió Fernando músico, Poti, Marieta y Yayo pintores. Beatriz, periodista y David, campeón con la bici, aunque dicen que dibuja de modo sorprendente.

Muchos recuerdos. Las esculturas de Acisclo Manzano que se le acumulaban a Ana en casa ("si llego a saber lo que luego se cotizarían no le hubiera insistido en que me las sacara...", me dijo hace años riendo), los hijos que iban viniendo, aquella primera sala Caixanova en la que conoció a Blanco Amor, aquel Lugrís ingenioso, los vinos tras las exposiciones en el bar Condado, en el Túnel, en el Valeije, en el Eligio de aquellos tiempos... También amigas artistas como Mercedes Ruibal, María Victoria de la Fuente, aquella María Antonia Dans con la que íba por ese emblemático Chavolas, cuyo dueño, Juan, había recibido en Saá clases de su padre, la amistad diaria con Torrente Ballester...

Ana, de cuya pintura naif o ingenuista y exposiciones habría mucho que hablar, como de su vinculación a movimientos por los sin techo como el Imán (VIH-Sida) o patologías adictivas... dejó a Fernando por causas mayores y nos dejó a todos. En una reunión de los "sin techo" la describían a ella con una expresión muy gallega: ¡qué riquiña!