Muchos aficionados al surf consideran que, más que un deporte, su afición representa un estilo de vida. Tanto, que la Real Academia ha terminado por aceptar la palabra tal cual y de vez en cuando aparecen nuevas variantes del fenómeno. En la última no se necesita una tabla para cabalgar sobre las olas del mar porque la acción discurre sobre la tierra: los viajes. Y es que si ahora se puede "navegar" incluso dentro de casa, también se puede practicar surf de sofá en sofá y recorrer así el mundo. Y si no que se lo pregunten a los registrados en couchsurfing.org. La alfombra mágica ha pasado a la historia.

"El surf es como la religión: se practica y se predica". La sentencia es uno de los mandamientos de los seguidores del deporte acuático, pero la comparten los acólitos de un nuevo movimiento que pretende hacer "un mundo mejor" a través de una única receta, la solidaridad, expresada en una filosofía: el intercambio de hospitalidad. A todos los que han vivido alguna experiencia de "couchsurfing", centenares de gallegos entre ellos –España es el octavo país del mundo en número de inscritos en la red de couchsurfing.org–, les faltan los adjetivos para ensalzar lo gratificante de una experiencia que se caracteriza por la gratuidad y por la confianza.

Porque, ¿quién no ha dormido alguna vez en casa de sus amigos? ¿Y si fuera en la de los amigos de sus amigos? Al creador de couchsurfing.org, –en el que están registrados 54.633 españoles–, el estadounidense Casey Fenton, se le ocurrió que sería una pena desperdiciar un billete que tenía a Islandia por carecer de alojamiento, así que envió un millar y medio de correos a estudiantes del país para pedirles asilo.

Objetivo: Santiago

Ese fue el germen de una red que ahora supera los dos millones de personas registradas dispuestas a recibir –cuando se trata de lograr un alojamiento– y a dar –cuando lo que toca es ofrecerlo–. Aunque no hay estadísticas sobre cuántos gallegos están inscritos –solo que un millar usan el gallego como lengua de comunicación–, lo que sí se sabe es que Santiago es la duodécima ciudad más visitada del Estado. En el siguiente puesto, el 18º, aparece A Coruña, con Vigo, en el 19º, rozándole los talones. Para encontrar en la lista Pontevedra hay que remontarse al puesto 42, al 48 en el caso de Lugo y al 59, en el de Ourense.

En Ourense precisamente es donde vive ahora Rita Sarmiento tras un largo periplo vital en Vigo. Esta joven de 25 años ha ejercido ya tanto de huésped como de anfitriona. Como suele ocurrir en estos casos, fue el boca a oreja la que hizo que el couchsurfing llamara a su puerta. Ella solo salió una vez, a Nápoles, en Italia, un viaje en el que además sus anfitriones ejercieron de guías y la llevaron en coche a los pueblos de los alrededor, pero tiene más experiencia como casa acogedora. De hecho, asegura, recibe de media dos peticiones a la semana para que ceda el colchón –en este caso no el sofá– que reserva para invitados.

A Rita no la motiva tanto el ahorrarse unos euros de hotel como el relacionarse con otras personas. "Para mí el principal atractivo es conocer gente. Porque si vas a un sitio y estás con gente de allí siempre es mejor porque te pueden enseñar muchas cosas que no vas a encontrar en la guía".

Cuando es a ella a quien le toca recibir, lo que ha ocurrido unas quince veces a lo largo de los últimos dos años –la mayor parte de las veces a españoles, franceses, italianos, portugueses e incluso gallegos, además de gente que hace el Camino de Santiago "y en vez de ir al albergue prefieren quedarse dos días"– el paquete básico que ofrece es cama, desayuno y una visita guiada al casco histórico de la ciudad y a las termas que dan fama a la villa, aunque si hay tiempo también se lleva a sus invitados de tapas por la zona de vinos. A estos turistas low cost lo que suele gustarles más, explica, son las termas y, por supuesto, la gastronomía.

Buenas referencias

Los que se enganchan a la moda del sofá-cama tienen que olvidar el viejo consejo de sus mayores de "no hables con extraños", aunque todos los que han probado la experiencia aseguran que nunca hay problemas. "Normalmente miras el perfil del solicitante que ya tiene referencias de gente con la que estuvo. Los que me visitaron siempre tenían buenas referencias. También compruebas en el perfil si es compatible con tus gustos, si te fías", explica Rita.

El lucense Mario Moirón también ha recurrido al "couchsurfing" y, como en el caso de Rita, se ha dedicado más a recibir visitantes –siempre y cuando no anden "muy liados"– que a ejercer como tal. Moirón, que vive en Bruselas desde hace varios años, explica que en el colectivo de registrados en su ciudad se discute si "es algo para conocer gente de otras culturales e intercambiar ideas" o "si solo es para buscar donde dormir y tener una ducha".

Su pareja Themis y él, explica, tienen "un punto intermedio":_"Nos gusta conocer a la gente, pero también les damos libertad para que vayan un poco a su aire tras darles consejos y recomendarles algunos lugares". Por su casa en la capital belga ha pasado una pareja de holandeses, unas chicas chinas, otras italianas, una pareja de estadounidenses con los que "aún" mantienen "un buen contacto" y otra chica norteamericana de la que también son_"buenos amigos". El balance en general, subraya, es de "buenas experiencias".

Couchsurfing.org no es la única web que ofrece estos contactos. Con ella compiten, aunque a menor escala, hospitalityclub y warmshowers, enfocada a los que se mueven en bicicleta.

"Te permite conocer cosas de la ciudad que nunca encontrarías en una guía"

¿Se acuerdan de "Trainspotting"? Pues la viguesa Jennifer Franco estuvo en el mismo bar que el protagonista. Fue Chris Lane, el chico que la hospedó en Glasgow, el que lo hizo posible. Y es que para esta viguesa, el couchsurfing "te permite conocer cosas de la ciudad que nunca encontrarías en una guía". Su visita a Escocia fue "improvisada", este mismo año, y para "probar" en su propia piel lo que le habían contado sus amigos sobre la experiencia. "Me quedé encantada. Mi anfitrión ejerció de guía y me llevó a fiestas tradicionales". Claro que el perfil de Chris le garantizaba unas buenas perspectivas. Eso, aconseja, es lo primero que hay que mirar: las "buenas referencias" en el perfil.

Ahora le toca a ella devolver el favor, aunque la casa de esta licenciada en Derecho, confiesa, es demasiado pequeña. "Recomendaría la experiencia sin dudarlo. Hay gente que dice que es peligroso, pero ya lo ves en la web. Es gente muy abierta", afirma.

"Una vez te metes en el vicio no paras; todo el mundo es superatento y dispuesto"

El couchsurfing es adictivo, confiesa el vigués Ricardo Rama, ya "una vez que te metes en el vicio, no paras". ¿Y por qué? "Todo el mundo es superatento y dispuesto". Tan dispuesto como Ali Alper, el chico turco que tuvo que recorrer 70 kilómetros en bicicleta para ir a recibirle en Turquía, en Edirne, y hacer de vuelta otros 70 kilómetros a su lado.

"La primera vez te da un poquito de miedo", confiesa este chico que estudia Empresariais en Ourense, pero luego miras el perfil "y te fías y te dices, si alojas a amigos, y a amigos de amigos, por qué no intentarlo con esto". Además, subraya, toda la gente que está en el programa tiene "intereses comunes. Les gusta viajar y es abierta, amigable y tolerante". Gracias a que te acogen, explica, "conoces los sitios a los que viajas mucho mejor y no vas de guiri".

De sofá en sofá, Ricardo ha visitado otras ciudades de Turquía –estuvo allí de Erasmus–, de Bulgaria y de la ex Yugoslavia. Incluso fue acogido por una chica con síndrome de Asperger –como el protagonista de "Mi nombre es Khan"– en Sarajevo. "Todas las experiencias fueron bonitas. Al final el gasto es más o menos el mismo que si vas a un hostel, porque invitas a la gente a cervezas o a cenar, pero es mejor porque de repente tienes un amigo", concluye.