Este ourensano, que nació hace 57 años en Lodoselo (Sarreaus), reconoce que siente "vértigo" cuando le recuerdan que es el 119 sucesor de San Francisco de Asís. Y la verdad es que los datos, sobre la segunda compañía religiosa más numerosa de la Iglesia, tras la de los Jesuitas, son un poco mareantes. Está formada por unos 15.000 sacerdotes, seglares y 18.000 Clarisas, que se encuentran en 125 países. Cuenta con 500 colegios y treinta universidades, que se concentran, mayoritariamente, en América Latina y Estados Unidos. Pero además, en los siete años que lleva de mandato, Rodríguez Carballo visitó unos 15 países cada semestre. Habla gallego, castellano, latín, italiano, portugués, inglés, francés, hebreo clásico y arameo. También entiende el alemán.

–¿Cómo es el proceso para elegir al ministro superior de los franciscanos?

–Cuando hay capítulo general, cada seis años, las bases eligen a sus propios candidatos, mediante votación secreta, y los envían a Roma. Después se elabora el currículum vitae de los diez primeros y se mandan a las provincias. De modo que cuando los provinciales llegan al capítulo general electivo, ya saben que nombres suenan, pero eso no tiene validez jurídica ninguna. El capítulo puede elegir a cualquier otro fraile que no esté en esa lista. El capítulo vota, y de esa votación sale el ministro general.

–¿Dónde se realizó el último proceso?

–La votación se hizo en Asís. Nosotros celebramos los capítulos en distintos lugares, pero últimamente hemos realizado varios en Asís, porque es el sitio en el que hemos nacido. Para nosotros Asís es siempre un lugar particular.

–¿Dónde está la sede central de la orden?

–El centro de la orden, la curia general que llamamos, está en Roma. En Asís tenemos varias casas y los santuarios principales que recuerdan la personalidad de San Francisco.

–¿La casa central de los Franciscanos se encuentra cerca del Vaticano?

–Muy cerquita, desde la puerta de nuestra curia general a la puerta de San Pedro hay de cinco minutos a pie.

–¿Cómo van las relaciones de la congregación con la Santa Sede?

–Yo le puedo decir que nuestra relación con la Santa Sede es muy fraterna, muy cordial, de mucha cercanía. Y todas las veces que he tenido la dicha de encontrarme con el Santo Padre, con al Papa, antes Juan Pablo II, ahora Benedicto XVI, ha sido para mí una experiencia muy hermosa y realmente muy consoladora.

–¿Cuántos papas conoció usted?

–Conocí a Pablo VI y a Juan Pablo I, precisamente estaba en Roma cuando tuve la dicha de verlo; sin embargo sólo tuve relación personal con Juan Pablo II y ahora con Benedicto XVI.

–Juan Pablo II y Benedicto XVI son dos mundos distintos.

–Ciertamente, el Papa Juan Pablo II era un hombre mediático. Él amaba la multitud. Él amaba el contacto directo con la gente. Era un pastor. Juan Pablo II era un gran párroco. Benedicto XVI podría parecer mucho más reservado, pero es un hombre que tiene un diálogo muy fraterno y muy cercano. En el diálogo personal, Benedicto XVI parece otra persona. Es muy sencillo. Por eso yo creo que los dos papas se complementan y a la vez hay una continuidad que va más allá de lo que exteriormente pudiera parecer.

–Benedicto XVI destaca por su faceta intelectual.

–No cabe duda, Benedicto XVI es un gran intelectual, un hombre de una formación muy elevada, basta ver sus escritos. En una ocasión, en un programa de la televisión italiana le preguntaron a una señora anciana por qué iba todos los domingos a escuchar al Papa en la oración del Ángelus, y ella dijo: "Me gusta como habla de Jesús". Yo admiro mucho a Benedicto XVI, porque sabe conjugar muy bien la profundidad teológica, es un gran teólogo, con la sencillez de la exposición. Nadie podrá decir que no entiende a Benedicto XVI, porque se pone a un nivel que puede ser entendido por todos. Por lo tanto, además de ser un gran teólogo es un gran pastor.

–¿Qué queda de la antigua rivalidad que había entre distintas órdenes religiosas?

–Hay una organización, que es la Reunión de Superiores Generales, donde nos juntamos dos veces al año, durante una semana, en asamblea plenaria y la relación es muy cordial. Las disputas, diferencias y divisiones que pudo haber en el pasado, en la actualidad no existen.

–¿Son frecuentes sus encuentros con el Papa?

–Yo he encontrado al Papa muchas veces, y cuando hay algún tema pido audiencia. El Santo Padre me ha concedido algunas audiencias.

–La visita de Benedicto XVI a Galicia generó polémica, por el alto coste que requiere.

–El viaje del Papa a Santiago, lo veo como una oportunidad única para Galicia, no sólo desde el punto de vista de la fe. Bastaría con recordar lo que supusieron para esta comunidad autónoma las visitas de Juan Pablo II. El Año Compostelano, el Año Santo, las peregrinaciones a Santiago, no cabe duda que tomaron fuerza, entre otros factores, gracias a las visitas de Juan Pablo II. Y todo eso sabemos lo que genera para Galicia. Por lo tanto, yo creo que esos ataques son fruto de la ideología, que no tienen razón ninguna de ser. Se gasta en tantas otras cosas que no generan; la visita del Santo Padre va a generar muchos ingresos. Yo invitaría a esos hermanos y amigos que critican el viaje del Papa, que se sienten un poco a reflexionar, que lo hagan sin perjuicios, y verán como la visita de Benedicto XVI, no sólo desde el punto de vista religioso, sino desde el económico, va a generar muchos más recursos de los que costará. La visita de Benedicto XVI no solucionará la crisis, pero generará dinamismo y recursos. El Papa no viene a hacer turismo, ni a pronunciar mítines, viene a evangelizarnos y a confirmarnos en la fe.

–¿Esa es una necesidad imperiosa en estos momentos?, porque cada vez la gente se desentiende más de la religión.

–España y Galicia no pueden desentenderse de la fe, porque está en nuestras raíces. Renunciar a la fe, es renunciar a una parte de nuestro ser. El cristianismo forma parte de nuestra cultura y de nuestras raíces. Renunciar a la fe, sería mutilar nuestra identidad.

–Pero además, Santiago merece esa visita.

–Santiago, junto con Jerusalén y Roma, han sido las ciudades que han atraído más peregrinos. Esos son los tres grandes centros de la fe y de la religiosidad. Santiago está en el corazón de la fe de Galicia, de España y América Latina, donde muchas ciudades llevan el nombre de Santiago. Santiago es un pilar de la fe de España, de Galicia y de los pueblos hispanos.

–¿Qué medidas piensa impulsar usted, desde la cúpula de la orden de los franciscanos?

–En primer lugar, las vocaciones. Para mí es la prioridad absoluta. Vamos a trabajar mucho por la evangelización de la juventud y por las vocaciones. En segundo lugar, el diálogo con la cultura actual. Para ello tenemos que seguir moviendo la formación intelectual de todos los frailes. La orden franciscana tuvo un gran papel en el Medioevo y queremos que lo siga teniendo en esta era posmoderna. Y para eso necesitamos formarnos bien intelectualmente. La tercera prioridad es el espíritu misionero. Queremos seguir siendo una orden misionera. Por eso, en mi mandato anterior, nos hemos abierto a cuatro países más donde no estábamos, sobre todo en África y en Asia. Y ahora vamos abrir una presencia en Gana (África), donde todavía no estamos, y en Laos (Asia).

–¿Hay países en los que el misionero se juega la vida?

–Hay sacerdotes que se están jugando la vida en la India, Pakistán y Sudán, entre otros. Hace muy poco, algunos hermanos europeos se ofrecieron a mí, para ir a vivir en Irak y en Irán. Yo, por supuesto, en estos momentos no di permiso, pero estamos pensando en abrirnos a esos países y a Corea del norte, donde ya tenemos un fraile.

–¿Cuál es el peso de la provincia de Ourense y de Galicia en la orden de los franciscanos?

–Galicia ha sido siempre muy importante en la orden Franciscana, porque San Francisco vino a Santiago en 1214, peregrino a Compostela, y desde 1222, cuando aún vivía San Francisco, ya hay una presencia en Santiago, que se extendió enseguida a las principales ciudades y localidades de Galicia. Aunque con la Desamortización, en 1835, desaparecieron muchas presencias, poco más tarde se recuperaron. Precisamente en Ourense, donde está hoy el Seminario Menor, ahí nació la provincia de Santiago, que tuvo una importancia muy grande, por ser una provincia misionera, sobre todo en Tierra Santa, Marruecos y Venezuela. La orden Franciscana le debe mucho a Ourense.

–Ourense permanece sin obispo.

–Hay que dejar que la Santa Sede decida cuando lo estime oportuno.

–Su procedencia es humilde.

–Yo digo siempre que tengo tres títulos honoríficos, y puedo añadir un cuarto. El primero es que soy hijo de agricultores. Mi padre se llama Ángel y mi madre, que falleció hace 16 años, se llamaba Celia. Yo nací en el campo, y cuando venía de vacaciones ayudaba en la siega de la hierba, en la recolección del centeno, del trigo y en la recogida de la patata. El segundo título, es que soy hijo de emigrantes. Mis padres, siendo yo muy niño, emigraron a Alemania, en 1966, y luego a Suiza. A veces yo iba de vacaciones a Suiza, porque mis padres no podían venir aquí. Siempre me impresionó la limpieza de las calles y aquel verde fuerte que caracteriza la zona de Zúrich, donde estaban mis padres, trabajando en un restaurante italiano. Mi tercer título es ser franciscano. Yo estoy profundamente enamorado de mi propia vocación. Creo que es muy hermoso haber sido llamado a esta vida franciscana. San Francisco sigue siendo muy actual, porque él predicó y vivió unos valores, de los cuales tiene mucha necesidad la sociedad actual, como son la fraternidad, la sencillez, la cercanía a los demás, particularmente a la gente más pobre.

–¿Cuál es su cuarto título?

–Mi cuarto título es ser gallego. Yo amo mucho a mi tierra. Ya llevo 13 años seguidos fuera de Galicia, seguidos en Roma. Antes estuve cinco años en Jerusalén y tres más en Roma como estudiante. Por lo tanto, he pasado casi 22 años fuera de mi tierra. Sin embargo, yo siempre que puedo vengo a mi tierra, donde disfruto y descanso con mi familia. Por eso paso las vacaciones aquí en Lodoselo.

–¿En qué año se incorporó a los franciscanos?

–Me incorporé a la orden muy joven, en 1971. Como franciscano, estuve cinco años en Jerusalén, estudiando lenguas orientales, después pasé a Roma, donde seguí con las lenguas orientales y Biblia. Ejercí durante quinte años como profesor de Sagradas Escrituras, primero en el Seminario Mayor San José de Vigo y después en el Instituto Teológico de Santiago de Compostela. En 1997 fui elegido consejero general de la orden y secretario general para la formación y estudios de toda la orden. En 2003 me eligieron ministro general de la orden y fui reelegido para otros 6 años en 2009.