-¿Por qué dejó Madrid y se fue a vivir a Corcubión?

-En un momento de mi vida, sobre los sesenta años, recobré mi identidad gallega y me apeteció venir al mar y disfrutar de la lluvia.

-¿Tenía alguna relación con Corcubión?

-No. Blanca Andreu y Juan Benet me hablaban mucho de Corcubión y, después de recorrer la Costa da Morte y no encontrar ninguna casa, llegué aquí y me gustó mucho la fachada de una casita en la plaza de la iglesia de San Marcos que tenía el cartel de “se vende”. Como era la plaza de San Marcos, la iglesia de San Marcos y me gustó mucho, la compré, sin verla por dentro.

-Marcos, como su hijo [el escritor Marcos Giralt].

-Sí, por eso. Sentí que estaba destinada para mi.

-¿No echa de menos Madrid?

-No, voy con mucha frecuencia. Echo más de menos Corcubión en Madrid que Madrid en Corcubión.

-¡Con la intensa vida social que usted tenía en Madrid!

-Con la edad, la voy necesitando menos. Ya hice toda la vida social que tenía que hacer.

-¿No se siente sola en Corcubión? ¿O ha hecho amigos?

-En absoluto. Y amigos, los necesarios: cuatro o cinco excelentes.

-Es hija, madre y hermana de escritor, ¿cómo se lleva eso?

-Pues bien, con naturalidad.

-¿En qué medida le influyó?

-Ser hermana de escritor no me influyó en nada, yo ya era adolescente cuando mi hermano [Gonzalo] empezó a escribir; ser madre, tampoco, porque, a estas alturas, tengo ya un carácter muy marcado. Lo que estoy es orgullosa de tener un hijo escritor y de esa valía, porque es un excelente escritor. Y ser hija de escritor, supongo que sí me influyó en dar más importancia a la palabra y tener una cabeza más fantasiosa.

-Su hijo dice que es usted “una gran narradora”.

-Pues posiblemente lo sea.

-¿Narradora oral, o escribe?

-No, narradora oral.

-¿Contaba bien los cuentos?

-Parece ser. Se los contaba y se los sigo contando. No cuentos de hadas, otro tipo de historias.

-Siempre ha estado rodeada de escritores y pintores.

-Siempre, no. Dirigí una galería de arte y mi ex marido era pintor, por tanto, tuve mucho contacto con el mundo del arte y, por supuesto, con el de la literatura. Pero ese no era mi mundo, era el de mi padre y el de mis hermanos mayores, yo tenía entonces una vida un poco frívola.

-¿Trabajó con el galerista Fernando Vijande?

-Fernando Vijande y yo fundamos [en Madrid] la galería Bandrés y, cuando decidí no seguir en la galería, al poco tiempo se cerró y Fernando Vijande abrió después otra él solo. Fuimos muy amigos hasta que se murió.

-También trabajó como periodista.

-Sí, durante cinco o seis años hice un programa cultural en la radio con Mercedes Milá [Queremos saber]. Nos gustó mucho hacerlo, nos divertíamos mucho.

-Incluso fue modelo.

-Pero eso fue hace muchísimo, cuando tenía 19 años. Pasé modelos para Elio Berhanyer en su salón, el típico de los grandes modistos de entonces. No le gustaban las modelos profesionales -maniquíes se llamaban entonces- y me ofreció pasar sus colecciones.

-Su hijo afirma que se hizo escritor ‘por rebeldía’ contra su padre [el pintor Juan Giralt] y no por su abuelo.

-Eso es lo que cuenta él en su libro “Tiempo de vida” y yo creo que así es.

-¿Parecía que sería pintor?

-De pequeño, le gustaba coger las pinturas de su padre y pintaba en su estudio. Conservo pinturas suyas y creo que lo hubiera hecho bien, pero decidió escribir.

-¿Tuvo mucho contacto con su abuelo?

-Muchísimo, lo quería muchísimo y su abuelo adoraba a Marcos pero, como él mismo dice, no fue escritor por su abuelo.

-¿Cree que su padre ha estado injustamente olvidado?

-Cuando un escritor muere, se le olvida durante unos años, y eso es lo que pasó con papá, pero, pasados esos años, se reedita y se vuelve a hablar de él. Hubiera ocurrido aunque no fuera su centenario.

-Tras la muerte de su padre y, por un problema con la herencia, se paró la edición de obras.

-Sí, hasta que después de un juicio llegamos a un acuerdo entre los once hermanos [los Torrente Malvido y los Torrente Sánchez-Guisande] y a partir de entonces se reeditan títulos constantemente.

-¿Se le perdonó menos que a otros escritores haber tenido un pasado falangista?

-Al volver de Francia, decidió afiliarse a la Falange, donde estaban amigos suyos como Luis Rosales, Dionisio Ridruejo o Pedro Laín. Decía que se había hecho falangista para salvar la vida, y lo respeto, pero hay gente que no se lo perdona.

-¿Vivió con su padre hasta la muerte de su madre [en 1958]?

-No, hasta que me casé, con 24 años. Entonces ya habían nacido los tres primeros hijos de su segundo matrimonio [con Fernanda Sánchez Guisande].

-¿Cómo era en casa Torrente?

-Mi padre era muy divertido. Con nosotros tuvo una relación muy cercana, incluso más cercana que nuestra madre; jugaba con nosotros y en las comidas nos hablaba de lo que estaba escribiendo. Jugaba con nosotros, recitaba, cantaba... era muy divertido. Tengo una imagen de cuando vivíamos en Santiago y él era profesor de la Universidad, recitando a Lorca, disfrazado y con una vara de mimbre. Nos cantaba canciones populares y fados y, siendo ya mayor, lo recuerdo cantando tangos.

-¿Dictaba al magnetófono?

-Se echaba en la tumbona que tenía en su biblioteca, con el tabaco y un güisqui, y charlaba consigo mismo ante el magnetófono, tanto de su trabajo como de cosas domésticas o de sus amigos.

-¿Güisqui JB?

-Veo por donde va, pero no lo recuerdo.

-¿Cuál es su obra preferida?

-Fragmentos de apocalipsis. Como La saga/fuga de JB, es una novela difícil y complicada, cuya lectura requiere cierta cultura.

-A él le gustaba Don Juan.

-Le tenía un cariño especial porque había tenido una trayectoria difícil.