"Estoy convencido de que García Lorca está enterrado en el antiguo Campo de Instrucción de Las Pepinas. Eso dijeron desde siempre, desde aquellos días, los falangistas en un claro croquis y no hay porqué ponerlo en duda". Eso afirmó ayer en el Club FARO el periodista e historiador Gabriel Pozo en una charla cuyo título aludía a ello: "¿Cómo y dónde murió Lorca?". Pozo sostenía ya públicamente, cuando las frustradas excavaciones estaban a medio camino, que no obtendrían resultados porque no estaba allí.

Presentado por la periodista Lucía Trillo, el conferenciante matizó que "estamos seguros de que lo fusilaron entre Víznar y Alfacar, al borde del camino de unos 2 kilómetros. Hay otro punto que era probable que es el Caracolar, en el pinar junto al monolito y en el extremo izquierdo del Campo de las Pepinas, que es donde yo estoy convencido que lo enterraron. Tampoco hay que descartar que sus huesos fueran removidos en los cimientos de chalés levantados junto a Fuente Grande. Hay que seguir llevándole flores, aunque ya no al pie del monolito".

Pozo considera que el supuesto enterrador de García Lorca, Manuel Castilla, "El comunista", que llevó a los investigadores Agustín Penón e Ian Gibson a aquella zona en la que hoy se ubica el monolito, no conocía el lugar del enterramiento y que sólo lo marcó "porque tenía miedo y dijo el primer sitio que se le ocurrió", tal como luego confesó. Pero se siguió la tesis de Gibson.

El último paseo

Los trabajos de Pozo, autor de "Lorca, el último paseo" (editorial Almed), han revelado que los militares que fusilaron al poeta granadino entre Víznar y Alfacar lo "desenterraron" y trasladaron posiblemente a otra fosa común para ocultar pruebas de su muerte. Lo hicieron, según Pozo, después de que Francisco Franco montara "en cólera" al enterarse del asesinato, "que le echaban en cara los países extranjeros a los que pedía el reconocimiento del régimen". Pozo está seguro de que Franco no sabía nada.

Considera Pozo que García Lorca no era objetivo militar ni político, no les preocupaba ni ocupaba a los sublevados y además no era persona tan conocida, sólo por unos pocos. Lo de darle un escarmiento por sus relaciones con izquierdistas, por su modernidad, su homosexualidad, es según él un eufemismo, porque estaba claro que quien era interrogado en el Gobierno Civil por aquellos días no solía con vida de allí. "Si a esto añadimos –dice él– la pugna por el poder que había entre falangistas ¬que no consideraban legitimado a ningún partido político anterior- y los restos de la CEDA, su suerte estaba echada. Y, para más inri, las tensas relaciones personales entre el militar Valdés, el delator Ruiz Alonso y los hermanos Rosales acabaron con las posibilidades de Federico. Quizás el excesivo interés de un sector de Falange y de los Rosales por salvar a Lorca fue lo que realmente le condenó a muerte".

¿Cuándo y por qué, según el testimonio que le dio Emma Penella, hija de Ruiz Alonso, Miguel Rosales denunció el escondite del poeta? Según él "la mayoría de falangistas, e incluso Valdés, conocían el paradero de Federico en casa de los Rosales, en calidad de invitado. Los dos hermanos mayores (Miguel y Antonio) dejaron claro que no aprobaban el apoyo que le prestaba su hermano Luis a Lorca. El 15 de agosto, en el desfile de exaltación de la bandera roja/gualda y de la Asunción, en el frente de Víznar, el mayor de los Rosales (éste era Miguel) le comentó a Ruiz Alonso que no estaba a gusto viendo a Lorca en casa de sus padres. Aquella misma tarde, Ruiz Alonso ya lo comunicó al Gobernador y éste le pidió que redactara la denuncia".

¿Y cómo fue la relación entre Ruiz Alonso y los Rosales tras el asesinato de Lorca? Afirma Pozo que " terriblemente mala. Tanto José Rosales como Luis Rosales, en sus entrevistas con medios de comunicación, dejaron clarísima la culpabilidad de Ruiz Alonso. Siempre dijeron que, sin la denuncia de Ruiz Alonso y sus compañeros de la CEDA, seguro que García Lorca no hubiera acabado fusilado en una cuneta".