Los expertos en arte se muestran unánimes: Maruja Mallo (Viveiro, 1902-Madrid, 1995) es la artista plástica más relevante de la historia del arte del siglo XX. Sin embargo, durante años ha estado postergada a un segundo plano y aún hoy no goza del prestigio de otros artistas contemporáneos. Devolverle el protagonismo y el reconocimiento que se merece en el mundo del arte es la finalidad de la retrospectiva que Caixa Galicia, con la colaboración de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, inauguró ayer en la Casa das Artes de Vigo, según explicó ayer la directora de la Fundación Caixa Galicia, Teresa Porto, quien la calificó de "una de las más relevantes" que la caja ha organizado hasta la fecha.

La retrospectiva, que reúne hasta el 10 de enero 142 piezas –óleos, pinturas, fotografías, bocetos, dibujos, obra gráfica y documentación de la época– es "la mayor y más exhaustiva retrospectiva" dedicada a la artista y abarca desde sus inicios, en la década de los veinte, hasta principios de los ochenta, cuando cesa su actividad creativa. La muestra está estructurada en torno a diez salas, que ocupan la primera planta de la Casa das Artes, y fue inaugurada, entre otros, por el conselleiro de Cultura, Roberto Varela; el alcalde de Vigo, Abel Caballero, y el director general de Caixa Galicia, José Luis Méndez.

Es la propia Maruja Mallo, a través de textos extractados de sus escritos, entre ellos "Lo popular en la plástica española a través de mi obra", discurso que ofreció en Buenos Aires en 1939, quien explica las distintas etapas artísticas porque, uno de los objetivos de esta retrospectiva, es acabar con mitos como que Maruja Mallo era una artista surrealista, según explicaron sus comisarios, Juan Pérez Ayala y Fernando Huici March. Esta idea recurrente fue iniciada por la propia Maruja Mallo, quien no dudó en definirse como surrealista muchos años después de haber cerrado esa etapa, en un discurso referente a sus primeras obras.

"Durante dos años se acerca al surrealismo y a la España negra, pero a partir de 1933 cierra esta etapa y se sitúa, por influencia de Torres García y de las teorías del matemático rumano Matila G. Ghyka en un territorio marcado por la razón y el pensamiento neoplatónico", explicó Huici.

Tampoco dudó en restarle diez años a "El canto de las espigas" (1939), una de las obras centrales de esta retrospectiva, y enmarcarla en la II República para dar visibilidad a su obra gracias al creciente interés que mostraba la nueva generación de historiadores por esta época. "Desde la segunda mitad de los cincuenta hasta 1975, Maruja Mallo estuvo muy olvidada", recuerda Juan Pérez Ayala.

No olvida esta exposición los trabajos realizados junto a quien fue su pareja hasta principios de los años treinta, Rafael Alberti, recogidos en series como "Teatro 1929-1930", que constata la influencia mutua entre ambos artistas.