Más ruido que nueces. La tarde de "los mediáticos" no defraudó a casi nadie, pero lo que seguro ni el más optimista esperaba era que terminase con los tres diestros a hombros y con un toro, el que cerraba plaza, indultado. David Fandila "El Fandi" logró el indulto de "Turco", que así se llama el morlaco, haciéndole entrar en la leyenda de la plaza pontevedresa, que en sus más de cien años de historia suma con este su segundo indulto de un animal, el anterior fue el de "Figaro", lidiado por Antonio Ferreras.

Un total de siete orejas cortadas, los tres toreros a hombros, un toro indultado, y unos tendidos abarrotados. Todos los ingredientes para hablar de una gran corrida, pero la verdad sea dicha es que fiesta sí que hubo, pero toros más bien poco, al menos en cuanto a toreo de verdad, serio, de calidad. Hubo espectáculo, eso no puede negarse, pero más fruto de las ganas de diversión de los aficionados que de lo ofrecido, salvo excepciones, por los matadores.

Y eso que esta vez el ganado ayudó. Los toros de Torrealta, bien presentados, dieron un juego desigual (mejor los tres primeros y el sexto), pero fueron nobles y permitieron una lidia fácil, cómoda, sin apuros ni riesgos para una terna que de antemano cuenta con el favor y el fervor del público, de siempre en esta tercera de feria el más fiestero y menos exigente de todo el cartel.

"El Cordobés" fue fiel a su estilo, poco ortodoxo, lleno de gestos para la galería, pero que siempre tienen un hueco en el aprecio del tendido. En su primero lo mejor que hizo fue la estocada con que despachó al toro, porque el resto se limitó a una constante sucesión de pases sin ligazón ni profundidad, mezclados con desplantes y su "familiar salto de la rana", suficiente para cortar una justa oreja.

De lo que hizo en el cuarto de la tarde casi mejor ni hablamos. Baste decir que lo único destacado ha sido el precioso gesto de brindar la muerte del toro a "Calucas" el veterano y entrañable alguacilillo de la plaza, retirado este año, y que recibió emocionado el aplauso del público, cuando el diestro le hizo salir al tercio para fundirse con él en un abrazo.

La faena simplemente no existió, cuatro mantazos y llevarse el toro a los tendidos de sol para ganarse el favor del público menos exigente y una oreja regalada por una presidencia que a esas alturas andaba generosa y ni siquiera esperó a que la petición fuese mayoritaria.

Francisco Rivera Ordóñez, después de muchas comparecencias con fracaso en el coso de San Roque, consiguió por fin el triunfo negado otras veces por su desacierto con el acero. Claro que para ello hubo de recurrir al "bajonazo" como arma en su primero, al que realizó una faena lenta, con gusto y templanza, aprovechando el viento a favor que soplaba de un aceptable tercio de banderillas que ofreció para regocijo del público. Lo mejor, sin duda, en cuanto a calidad, fueron algunos momentos con la capa.

En el quinto de la tarde estuvo frío, casi indolente, limitándose a trastear al toro, pero como la presidencia todavía seguía de "rebajas" se encontró con una segunda oreja absolutamente inmerecida, que le permitía hacer la salida triunfal al lado de sus compañeros de terna.

Sin duda el gran triunfador fue "El Fandi". Desde el primer momento de sus faenas contó con el favor y fervor del público, que no paró de jalearle, y a falta de ortodoxia, el diestro granadino, tiró de ganas, valentía, arrojo y decisión.

A su favor juega siempre la espectacularidad que da a los tercios de banderillas, que le sirven para meterse en el bolsillo a los más reticentes (espectacular el remate del tercio en el que cerraba plaza, con un excelente par "al violín" y jugando con el toro hasta pararlo). Lástima que la presidencia parezca querer tirar siempre de rigurosidad cuando menos interesa al espectáculo, hurtando la posibilildad de un cuarto par solicitado por el diestro y no autorizado por el palco.

En su primero supo llegar, tanto que a pesar de no estar especialmente acertado con el acero, consiguió tocar pelo, y sin duda merecidamente aunque sólo fuese por las ganas que pone.

El comienzo de faena del que cerraba plaza ya presagiaba que podía pasar algo grande. Era un buen toro. Excelente. La duda es si tanto como para el indulto, y mientras el tendido coreaba el nombre del diestro, David Fandila iniciaba su faena con una serie de cinco muletazos de rodillas, citando en los medios.

El resto es historia. Docenas de pases. El toro que repetía y repetía, y el público que no dudó en pedir al torero que no entrase a matar, hasta hacer doblegar la voluntad de una presidencia tardía e incomprensiblemente rigurosa, tanto que negó el simbólico y merecido rabo.