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Contadores de historias

Duelo de narradores en la plaza Yemá El Fna de Marraquech

De día, como un lienzo en blanco a la espera de ser iluminado, la pantalla queda relegada a un discreto segundo plano, que cobra protagonismo cuando al atardecer se inicia la proyección de una de las nueve películas programadas como parte de la celebración del Festival Internacional de Cine de la ciudad.

Los vendedores se cuelan entre las improvisadas filas de espectadores formadas para disfrutar del espectáculo, y junto a ellos, los motoristas y el resto de elementos que hacen de este lugar la estampa más reconocible de todo el país.

"El ambiente no es el adecuado. Hay gente que pasa, no te puedes concentrar, pero aunque las condiciones técnicas no sean las mejores me parece una iniciativa muy buena", asegura a EFE el marroquí Faisal Lmogdade.

Para hacer partícipe a la población de este certamen, no sólo se ha abierto al público la sede en el Palacio de Congresos, sino que en diversos puntos de la ciudad varias salas proyectan las películas oficiales y otras fuera de competición.

Y de todos ellos, ha sido el ambiente en la Yemá El Fna el que ha conquistado tanto a turistas y lugareños como a actores y directores de la talla de Sigourney Weaver y Barry Levinson, que se han acercado a la plaza para presentar sus respectivos filmes y comprobar la reacción de la gente.

Weaver dejó que el público descubriera por primera vez "bajo las estrellas", películas como "Alien. El octavo pasajero" (1979), "Aliens. El regreso" (1986) y "Alien: resurrección" (1997), tres filmes que confesó nunca haber visto seguidos pero con los que deseó a los asistentes "una maravillosa noche de miedo".

"Me parece maravillosa la respuesta de la gente local", afirmó recién llegada la turista británica Susan Habranek, sorprendida por la numerosa presencia de espectadores.

La afluencia, no obstante, ha sido desigual, y ni aún en los días de más asistencia todos los espectadores se han mantenido fieles, tentados sin poder evitarlo por las otras ofertas de entretenimiento, igual de gratuitas, que ofrece la plaza.

Apenas unos pasos separan el rincón reservado para la pantalla de los narradores, músicos y bailarines que han hecho del lugar su escenario diario, y que cuentan con grupos de seguidores más pequeños y aparentemente más concentrados, pero igual de fugaces.

Ante el recién llegado se presenta el dilema de elegir entre filmes como "Rain Man" (1988), "Notting Hill" (1999), "Tigre y dragón" (2003) y "El reino de los cielos" (2005), o entre historias contadas en primera persona por narradores ávidos de transmitir extractos bien dosificados de sabiduría popular.

Oradores y cineastas tienen en común el predominio de una audiencia mayoritariamente marroquí y masculina, en la que, a pesar de todo, se perciben, como contadas excepciones, a familias y parejas o grupos de turistas.

Indiferente es que las películas se proyecten en francés y los cuentos e historias de los relatores se difundan en árabe, porque unos y otros cuentan con el atractivo de lo novedoso y eso mismo hace que a ninguno le falten curiosos.

Y tanto narradores como cineastas en Marraquech se enfrentan a la misma batalla perdida: conseguir la plena atención de los espectadores e impedir que el bullicio procedente del resto de los rincones haga desviarse más de una mirada.

Pero, tal y como asegura la francesa Denise Sauzon, pese al trasiego y al resto de incomodidades, este tipo de sesiones al aire libre "se hace en muchos otros países cuando llega el buen tiempo.

¿Por qué no se iba a hacer también aquí?".

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