"César Borgia. Verdugo de tiranos" (Algaida) rescata al condotiero de la leyenda negra que ha perseguido durante siglos a su familia, para mostrar las mil caras de un hombre "fuerte, culto y fascinante", que fue "un gran conquistador y también un asesino", afirmaron las autoras en una entrevista con Efe.

Obispo de Pamplona a los dieciséis años de edad, antes de cumplir los veinte fue nombrado por su padre arzobispo de Valencia y cardenal, pero tras el asesinato de su hermano mayor, Juan, en 1497 -argumento de la anterior novela de las hermanas Martignoni, "Réquiem por el joven Borgia"-, cambió su vida para dedicarse a la política.

La acción de "Verdugo de tiranos" transcurre en 1502, año en el que César Borgia, duque de Valentinois, amparado en el poder del Papa y en la alianza con el rey Luis XII de Francia, consiguió el mayor éxito de su carrera política con su victoria sobre los tiranos que gobernaban los pequeños estados del centro de la Italia del Renacimiento.

Los métodos de Borgia, que recurría con extrema frialdad al asesinato y al engaño para obtener sus fines, eran habituales en los políticos de la época.

"Asesinar al enemigo era una cosa normal", recuerda Elena Martignoni. "También nosotros bombardeamos ahora Irak y Afganistán y lo vemos por la televisión. La crueldad no ha muerto", añade Michela.

Ambas consideran que los políticos de la época actual no se diferencian mucho de los del Renacimiento. "Antes utilizaban la espada, el puñal, el veneno; hoy somos más refinados, se mata con las palabras, con las fotos robadas, las interceptaciones telefónicas...", afirma Elena Martignoni.

En un mundo político de intrigas y brutalidad, César Borgia se diferenció del resto de los gobernantes de la época por su proyecto "unificador" de Italia, con el que intentó superar la fragmentación del país en pequeñas ciudades-estado y crear "un reino Borgia".

"Fue un intento apreciable, aunque era un proyecto basado en el interés personal, con el que el Papa quería reforzar su poder", explica Michela Martignoni, quien subraya la dificultad de la empresa acometida por César Borgia afirmando que "ni siquiera ahora Italia está unida".

La personalidad del duque de Valentinois provocó la admiración de Leonardo Da Vinci, quien trabajó para Borgia durante un año en la construcción de obras militares, y de Maquiavelo, a quien inspiró su obra "El Príncipe".

Los encuentros de César Borgia con Leonardo y Maquiavelo -con quienes compartía "el desprecio por los mediocres"- han sido fielmente reflejados por las autoras del libro tras una reconstrucción histórica.

Después de dominar la Romaña, César amenazaba con extender su poder a Siena, Pisa y Florencia, pero la muerte de Alejandro VI, la grave enfermedad que padeció coincidiendo con el fallecimiento, y el ascenso al trono papal de Julio II -enemigo de los Borgia- marcaron el fin de su sueño.

"Fue la caída al infierno de un dios", resume Elena Marchignoni.

Perseguido por Julio II y traicionado por todos, César Borgia terminó prisionero en España.

Después de escapar del castillo de La Mota, en Medina del Campo (Valladolid), César Borgia se refugió con su cuñado, el rey de Navarra, y murió combatiendo a su lado contra las tropas del Conde de Lerín en Viana, el 12 de marzo de 1507, sin haber cumplido los 32 años.

Para entonces, Julio II ya había ordenado la destrucción de todos los símbolos que recordaran a los Borgia y la leyenda negra de esta familia había comenzado a escribirse.

Los Borgia "no fueron ni más ni menos" crueles que otras familias de la época -coinciden Elena y Michela Martignoni-, pero desde el principio tuvieron en contra su condición de extranjeros en un país dominado por pequeños señores que veían a los españoles como una amenaza cierta para sus parcelas de poder.