Inmaculada Echevarría deseaba descansar en la costa gallega. Así, al menos, lo aseguró ayer amigo de Echevarría, Cristóbal Entrena, quien afirmó que ésta dejó escrita su última voluntad y la dirigió a su hijo biológico, a quien pidió ser incinerada y que sus cenizas se esparciesen en la costa de Pontevedra, el lugar donde fue "más feliz". Su abogado, Ignacio Fernández, reconoció la existencia de este documento, aunque se negó a revelar si en él se citaba Galicia como destino de sus cenizas.

Entrena, que acudió ayer al tanatorio del cementerio de San José de Granada, donde reposan los restos mortales de Inmaculada hasta la incineración prevista para hoy, explicó que estuvo con ella hasta que la sedaron, que les agradeció todo lo que habían hecho y les pidió que siguieran luchando por todas las personas que se encuentren en su misma situación.

Según este amigo, que la acompañó hasta que hizo efecto la sedación, se despidió con un beso de los tres médicos, la celadora y la ATS, además de él mismo. Añadió que estuvo "serena" hasta el último momento.

Una veintena de amigos íntimos de Echevarría despidieron ayer a esta mujer, cuyos restos serán incinerados hoy, en un responso íntimo. Mientras, las reacciones sobre su muerte se sucedían y se reabría el debate sobre la eutanasia, a pesar de que la mayoría de las opiniones rechazaban que su caso pudiera achacarse a esta práctica. No es una de ellas la del arzobispo de Toledo y cardenal primado de España, Antonio Cañizares, quien rechazó la consumación de lo que consideró una "acción de eutanasia o suicidio asistido" y añadió que además hay que manifestar el rechazo a tales prácticas, "a tanta propaganda que dispone favorablemente a la eutanasia".

Por el contrario, Germán Sáez, el médico especialista del área de Neumología del Hospital Virgen de las Nieves de Granada dijo que es "frecuente" asistir la muerte del paciente, lo que supone "aliviar, no producirla".