Lía y Xabier vieron ayer la verdadera luz del día. Arropados por sus padres, Anxo y Cristina, los gemelos abandonaron de la sala de prematuros, no sin dejar algún recuerdo en la historia de este complejo hospitalario público ourensano, donde la luz penetra entrecortada por las viejas ventanas oxidadas. Ayer, un vehículo estaba esperando en la puerta de urgencias, cerca de la que en su día fue entrada principal de la maternidad. Era el suegro del vicepresidente de la Xunta de Galicia, Anxo Quintana, el que aguardaba con total quietud mientras un piquete de ambulancias de UGT hacía guardia para hablar con el vicepresidente.

Los sindicalistas no se habían enterado todavía de que Anxo Quintana había comenzado ayer la baja por paternidad, que durará siete días. Pero lo cierto es que la paciencia del piquete fue escasa, porque cuando llegó la hora de comer dejaron la vigilancia, y Quintana y su pareja, Cristina Cid, salieron del hospital con sus gemelos. Los padres, previsores antes las bajas temperaturas que se registran estos días, habían arropado a los pequeños en toquillas blancas que los cubrían totalmente.

Pasaban unos minutos de las 14.30 horas cuando la pareja abandonaba el hospital, donde Cristina Cid había había ingresado el pasado jueves para dar a luz, mediante cesárea, a sus gemelos, una niña y un niño. Una hora antes, Cristina Cid ya no se encontraba oficialmente registrada en el hospital. El personal de Información comunicaba que la paciente ingresada en la habitación 608 había sido dada de alta. En la planta sexta era un día normal. La escasa presencia de seguridad no rompía la normalidad de un hospital y la presencia de Anxo Quintana en ella era sólo anecdótica para los otros pacientes, sus familiares y personal médico.

Ascensores

Anxo Quintana aprovechó su conocimiento del hospital -había trabajado en él como enfermero- para bajar por un ascensor al que sólo tiene acceso el personal del centro hospitalario y que va a dar a la antigua puerta de maternidad. El vicepresidente de la Xunta y su familia trataban de eludir así la popularidad ganada por la política y el cargo. Quintana llevaba a un gemelo en brazos y Cristina Cid a otro. El suegro, que había puesto en marcha el coche minutos antes, les abrió la puerta. Quintana hizo efectiva la baja por parternidad y se puso al volante del vehículo rumbo a su querido municipio de Allariz, donde volverá a sentirse un ciudadano normal, al tiempo que tomará conciencia de su paternidad. Son muchos los biberones que le esperan, muchas también las noches sin dormir y los pañales que cambiar. Ayer, no había aglomeraciones en la puerta del centro ni las autoridades sanitarias despidieron a la familia Quintana de forma protocolaria. "En esto, sí son diferentes", comentaba una mujer que se detuvo para v er la escena de familia. Quintana casi logra que todo pase inadvertido.