La Saturnalia, la festividad con la que los romanos celebraban el solsticio de invierno, representaba para ellos un tiempo de paz, en el que las familias se reunían en torno a una mesa, jugaban a la lotería o incluso intercambiaban regalos de forma parecida a lo que hoy conocemos como el amigo invisible.

La investigadora y conservadora del Museo Nacional de Arte Romano (MNAR) de Mérida, Pilar Caldera, sostiene que las manifestaciones paganas de aquella fiesta están cada día más presentes en las navidades actuales, mientras que hace unos 50 años la Navidad, sobre todo en países como España, se ceñía mucho más a las celebraciones religiosas.

La Saturnalia en el Imperio Romano tenía lugar originariamente el 17 de diciembre, pero la fiesta, dedicada a Saturno, dios de la agricultura y las cosechas, "enraizó tanto en el pueblo", que pasó a celebrarse durante una semana, del 17 al 23 de diciembre.

Se trataba, según Caldera, de una festividad "asociada a la celebración de lo que los romanos llamaban los días angostos, los menos luminosos y más cortos del año" y también "relacionada con el ciclo agrario, pues es cuando la simiente ya está en los campos, protegida por la tierra y a la espera de la vuelta de la primavera".

En Saturnalia "no se podía juzgar ni ejecutar a nadie, se paraba la guerra, no había escuela y se producían una serie de manifestaciones públicas y privadas" para recordar a Saturno como un dios bueno que propició la paz y la bondad entre los hombres.

Para la investigadora emeritense, el espíritu y los rituales privados de esta fiesta "recuerdan mucho a nuestras navidades", pues las familias y amigos se reunían por las noches en un gran banquete en el que no faltaban las exquisiteces del momento, como los asados, la calabaza de Alejandrina, el pastel de aceituna y los dulces hechos a base de frutas y miel.

Además decoraban sus casas para la ocasión, encendían velas y antorchas y adornaban los árboles que tenían en huertos y jardines con figuras de soles, estrellas y lunas, así como con bolas de lana que "simbolizaban la bondad y los frutos del campo".

Para Pilar Caldera, sin embargo, aunque existe mucha similitud con nuestro actual árbol de Navidad, no puede asegurarse que esta tradición venga de Roma, ya que tal y como se conoce ahora arranca en el siglo XVI y XVII en el centro y el norte de Europa.

La investigadora sostiene también que la Saturnalia romana debe considerase como una simbiosis entre nuestra Navidad y los carnavales, ya que, por ejemplo, en el banquete privado "se sentaban los esclavos a la mesa y los amos eran quienes les servían", en una "inmersión social" que mantiene "el mismo principio que el carnaval de los locos medieval".

Entre los esclavos se elegía al "rex saturnalicus", que era quien encontraba un haba en la comida y cuyas órdenes debían obedecerse, al igual que ocurre actualmente con la tradición del Roscón de Reyes.

Asimismo, en la celebración privada, se intercambian regalos, unas pequeñas figuritas de barro que simbolizaban los buenos deseos y que se entregaban unos a otros de forma sorpresiva, lo que recuerda lo que ahora conocemos como el amigo invisible.

Además de la Saturnalia, los romanos celebraban el 25 de diciembre la fiesta en honor del dios Mitra, cuya religión también estaba muy arraigada en el sentir de Roma y que suponía asimismo festejar el solsticio de invierno.

Por ello, la primera iglesia cristiana sitúa el nacimiento de Jesucristo en esta fecha, aunque se sabe que nació en torno al mes de abril, para hacerle "heredero de toda esa amplísima tradición de siglos" que relaciona a la divinidad con ese "tiempo mágico" en el que los hombres saben que la simiente ya bajo tierra renacerá en la primavera, "lo que lleva implícito el concepto de inmortalidad, de renovación del tiempo y de la vida".