"Francia y España intercambiaron princesas por la paz en el siglo XVII", dijo ayer en el Club FARO el historiador Alfonso Mateo-Sagasta, refiriéndose a Ana de Austria e Isabel de Borbón. Presentado por el catedrático de Lengua y Literatura Estro Montaña, contó cómo el 18 de octubre de 1615 se celebró en la catedral de Burgos la boda por poderes de la infanta Ana de Habsburgo, hija de nuestro rey Felipe III, con el ya coronado Luis XIII, rey de Francia, mientras que en Burdeos contraía matrimonio, también por poderes, la infanta Isabel de Borbón con el príncipe de Asturias. Con ello Austrias entroncaban con Borbones, los dos principales poderes de Europa.

Explicó ayer Mateo-Sagasta que a las bodas les siguieron varios días de fiesta y luego ambas Cortes viajaron hasta el paso de Behovia, en la frontera sobre el río Bidasoa, para llevar a cabo lo que se ha dado en llamar "el intercambio de las princesas. Todo este tiempo es el que recrea en su novela "El reino de los hombres sin amor", en la editorial Grijalbo. "Pero no todo el mundo -añadió- estaba contento con este cambio de la política tradicional de los Austrias españoles. La alianza con Francia era el camino que había emprendido 15 años antes el valido del rey, el duque de Lerma, cuando decidió trasladar la Corte a Valladolid. Por aquel entonces le pareció prioritario alejar al rey de la influencia del partido austríaco cómodamente instalado en Madrid y que tenía sus pilares principales en María de Austria, oficialmente retirada en el monasterio de las Descalzas Reales, y en la reina Margarita, hermana del archiduque Alberto".

La Corte se traslada

Los austriacos presionaban constantemente a sus primos españoles para que enviaran al este tropas y dinero con que sostener la luchas contra protestantes y turcos, pero Lerma consideraba que era más importante solucionar el problema de Flandes, asegurar Milán y defender y mejorar el tráfico con las colonias de América, para lo cual había que llegar a un acuerdo razonable con Francia. Así pues, en 1601 la Corte se trasladó a Valladolid con la excusa de que sus aguas eran mejores y el aire más puro, y en 1606, muerta María de Austria, regresó a Madrid, no sin antes lucrarse hasta el infinito él y sus alrededores corruptos con la especulación inmobiliaria de ida y vuelta que facilitó tales cambios de sede.

Sin embargo, la presión de los Austrias orientales fue constante a lo largo de todo el reinado de Felipe III. La famosa Pax Hispánica que se instauró después de firmar la paz con Francia en 1598, con Inglaterra en 1604 y la tregua con las Provincias Unidas de los Países Bajos en 11609, se veía por los defensores de la Razón de Estado cristiana como una traición imperdonable a la misión sagrada de la Corona Hispánica, que debería ser mantener una guerra constante e ilimitada contra todos los enemigos de la religión, aunque eso supusiera el exterminio de la monarquía.

Muchos intrigantes

"Sin embargo Lerma -dijo- intentaba instaurar una visión práctica de la realidad, pero todos sus intentos de acercarse a Francia eran criticados con fiereza y anulados desde el interior. Bien es cierto que el rey francés tampoco nos tenía por amigos a pesar de los tratados, y seguía intrigando por debajo y ayudando a otros enemigos de la monarquía española. Estaba arruinado su país pero tampoco le interesaba que se recuperara España de sus sangrías". Enrique IV tanto ayudaba a holandeses que luchaban contra España en los Países Bajos como a venecianos que rodeaban el codiciado ducado de Milán. Su asesinato frenó sus planes y la reina regente, María de Médici, aún con 10 años el heredero francés, prefirió acercarse a España, acordando con el Duque de Lerma el doble matrimonio de los príncipes de ambas casas, Austrias y Borbones.

El 18 de octubre tuvo lugar la boda en Burgos, precedida de varios días de mascaradas, saraos nocturnos, fiestas de toros, corridas de cañas, fuegos... y el 25 de octubre salió la Corte camino de la frontera. El 9 de noviembre, a orillas del Bidasoa, se encontraron las dos Cortes. Habían construido un templete a cada lado del río y una estructura en medio de la corriente, una plataforma sobre cuatro gabarras con su tejadillo y colgaduras. Otras dos gabarras fueron las encargadas de llevar a las princesas desde los templetes hasta la estructura central, todo bajo el más estricto protocolo. El hecho fue inmortalizado en varios cuadros por Van der Meulen, Valerio Marucelli y Pedo Pablo Rubens.