"De África me atrajo que allí se daban los peores conflictos del planeta, pero apenas se leía nada de ellos. África, para mí, era ese continente desconocido y temido que a nadie le importaba...Así que, tras pasar seis meses en Palestina, decidí que era hora de descubrir el continente negro y comprobar si allí mi trabajo podía ser útil". Quien así se expresa es José Cendón, fotorreportero nacido en Caracas, hijo de padres gallegos y criado durante su infancia en Galicia, que ha editado un libro que incluye una selección de sus mejores fotos captadas en África, donde residió durante seis años, entre 2004 y 2010, y al que vuelve en cuanto tiene la menor oportunidad "para completar y ampliar la visión de tan complejo continente".

El volumen, editado por La Fábrica, refleja la evolución personal y profesional de este fotorreportero y activista comprometido con los derechos humanos al que, no obstante, le gustaría que le definiesen simplemente como "un tipo con mucha curiosidad al que le gusta contar historias, sea en el formato que sea".

José Cendón fue secuestrado, en noviembre de 2008, por piratas somalíes que le mantuvieron recluido durante más de cinco semanas. Aquella experiencia fue reflejada en su libro Billete de ida: los 40 días de secuestro de un reportero español en tierra de piratas. Acerca de aquel "incidente", Cendón confiesa que "si, como profesional, para mí nada ha cambiado, he de reconocer que como persona me hizo darme cuenta de que las decisiones que tomo en mi vida afectan a muchas otras personas". Donde sí existe un antes y un después en la vida profesional de este fotorreportero es en su visión de África, que por supuesto hoy no es la misma que tenía cuando decidió ir allí por primera vez: "Me costó -dice- pero creo que he conseguido deshacerme de aquel paternalismo inicial con el que iba e incluso ser capaz de ser crítico con los africanos, aún teniendo en cuenta el terrible legado que les ha sido impuesto por las colonias europeas".

De las fotografías del "libro africano" de José Cendón ha escrito Isaac Rosa en el prólogo: "En muchas de sus imágenes, pese a su rotundidad, lo importante es lo que ya no hemos visto y lo que ya no veremos, lo que pasó antes de ese instante, lo que viene después. Aunque algunas de sus mejores fotografías tienen autonomía suficiente, capacidad de contar por sí mismas, nunca pierden esa condición de eslabón en la cadena narrativa que construye. Cendón no espera a que suceda ningún momento decisivo, sino que escribe piezas con las que completar una narración con sentido (....) Es un fotógrafo que no llega, dispara y se va, sino que está, permanece, dura".

"Mi trabajo en África -subraya Cendón- se divide entre los encargos de medios de comunicación y aquellos que son totalmente personales, en los que se pueden encontrar temáticas que no tienen que ver con conflictos armados. Por eso existe una cierta dualidad en mis fotografías de África, pero es que transmitir la complejidad de ese continente me llevaría una vida entera y probablemente ni siquiera me acercase a ello. Confieso que yo también he caído en los estereotipos, eso es algo casi inevitable, pero pienso que a estas alturas me siento más maduro como fotógrafo y me esfuerzo por realizar un ejercicio de honestidad conmigo mismo para intentar fotografiar cosas diferentes a las que todo el mundo espera".

Una de esas "cosas diferentes" fue el reportaje que realizó sobre hospitales psiquiátricos en el este de África: "Fue una de las experiencias mas enriquecedoras que tuve, aunque también, aparte de lo del secuestro, pasé por situaciones impactantes en casi todas mis visitas a Somalia, un país donde se respira el peligro a cada momento. También la crisis de Kenia en 2008, la invasión de las Islas Comores o las continuas incursiones de los rebeldes en la República Democrática del Congo".

Un año después de haber sido liberado por sus secuestradores, Cendón emprendió uno de los reportajes más peligrosos de su vida, el de las bandas de los pandilleros de Ciudad del Cabo (República Sudafricana): "Fue uno delos trabajos más estresantes que hice debido a la inseguridad que supone saber que un periodista blanco con una cámara es un objetivo fácil y goloso para cualquier pandillero aburrido -relata-. Sin embargo, me hice muy amigo de un pandillero de alto rango, cuyo apodo era Donkey, que acababa de salir de la cárcel. Él se convirtió en mi guardaespaldas y me facilitó mucho el acceso a aquel mundo. Y la prueba de fuego para saber si podía confiar en él, tras muchos días visitándolo en su barrio, fue la primera vez que lo dejé en mi coche, con las llaves en el contacto y todo mi equipo fotográfico dentro mientras me iba a comprar cigarrillos...Me supuso un alivio regresar y comprobar que todo seguía allí, pero sobre todo confirmar que Donkey se había convertido en un amigo".

En comparación con su contacto con la guerrilla del ELN colombiana, con la que convivió en sus refugios de la selva, lo de los pandilleros resultó "bastante más complicado, porque los guerrilleros suelen tratar bien a los periodistas extranjeros, así que el problema estribaba, no en hasta qué punto yo podía confiar en ellos, es decir, en que no me hiciesen nada, sino en hasta dónde podía llegar yo en la confianza que ellos tenían en mí. Pero, bueno, esa fue una dificultad que arreglé aplicando unas adecuadas dosis de paciencia y, por qué no decirlo, también un poco de labia".

José Cendón alterna su residencia habitual -cuando no trabaja- entre Colombia y Venezuela y, recordando a Galicia, no descarta, algún día, realizar un trabajo sobre la tierra en la que transcurrió su infancia y a la que ha vuelto varias veces: "Pues sí -cuenta- me gustaría hacer algo sobre Galicia algún día. De hecho, hace tiempo que intento encontrar algún proyecto que me ilusione, aunque todavía no se me ha ocurrido nada. ¡Pero no desisto de la idea!".