¿Por qué, pudiéndolo tener todo en diferido, lo preferimos en directo? Ahora mismo, que son las diez la noche, puedo bajarme una entrevista que se ha hecho en la radio a las nueve de la mañana. Podré, el miércoles, ver un programa de televisión que se emitió el lunes. Y todo con un esfuerzo mínimo: golpeando una tecla de mi ordenador. O dos. Sin embargo, no suelo ver o escuchar en diferido nada, ni siquiera las cosas que me interesan. ¿Por qué? Eso digo yo, por qué. Recuerdo con un poco de angustia la época en la que pasamos de dos canales de TV a cinco. Cuando solo había dos, era posible adivinar en cuál estaba todo el mundo. ¿Pero cómo adivinarlo con cinco? ¿En dónde estará la gente?, me preguntaba. Me lo preguntaba porque yo quería estar donde estaba la gente (quiero decir, mi gente, mi tribu, mi pandilla, mi clan, mi horda, llámenlo como quieran).

No recuerdo cómo lo resolví, pero creo que salí adelante. El problema, ahora, es que puedes hacerte tu propia radio y tu propia televisión a la carta. La expresión "a la carta" goza de una connotación meliorativa. Se considera que la "carta" es buena, pero yo siempre he preferido los restaurantes de menú. Si la carta es muy extensa, observo lo que está comiendo el de al lado y digo:

-Quiero eso.

Total, que estoy describiéndome con un instinto gregario en el que no me reconozco. O quizá sí. Tal vez ese instinto proceda en parte de mis dificultades sociales. Me cuesta mucho establecer relaciones. Y mantenerlas. Pero si veo el programa de televisión que ven "los míos", y al mismo tiempo que ellos, me siento acompañado, aunque esté solo en casa. Curiosamente, todo esto funciona de manera exclusiva con la radio y con la tele. No con los libros. No me cuesta nada pasar la tarde leyendo a un poeta raro. Tampoco me importa releer (releer es una forma de diferido) novelas con las que disfruté en mi juventud. Significa que hay actividades en las que necesito sentirme unido a mis contemporáneos y actividades en las que prefiero permanecer alejado de ellos. Esa tensión entre el gregarismo y la soledad me obliga a tomar ansiolíticos. Pero dice el médico que son de tercera generación. Sin efectos secundarios.