La aventura tiene miga. El "Taller Atlántico Contemporáneo" le propone al grupo de rock vigués mezclar su música, explosiva, gamberra, eléctrica, con los parámetros de lo orquestal. Existen ejemplos, no pocos, de bandas rock que usan orquestas puntualmente. Otros casos, como el del inquieto Robert Fripp, el músico rock sentía afinidad por lo lírico y lo incorporaba a su música en forma de instrumentaciones suntuosas o de recursos y esquemas musicales ajenos al pop. Frank Zappa es otro nombre propio a recordar en estas cuestiones de experimentar con gaseosa, el más cercano quizá al espíritu que animó a esta aventura por parte de los gallegos.

Pero en todo caso, que un proyecto de música "culta" sea el que mueve ficha, se acerque a unos rockeros de pro y proponga la mixtura es inusual y digno de atención. Ayer, en el teatro García Barbón, Siniestro Total y el "T.A.C." presentaron los resultados de tan, a priori, imposible unión en "Land Of Opportunity". Ya se ha podido ver el espectáculo en Santiago de Compostela este verano, pero ahora se estrena para los fans olívicos, los mismos que hace una semana abarrotaron su concierto en La Iguana, una fiesta de rock, blues y algún calambre de viejo punk. ¿Demasiado cercano el recuerdo para que este invento no choque en exceso?¿Demasiado encasillado el sonido Siniestro, para que esta aventura no cuaje en la audiencia? Este era el reto, sí.

El teatro no se llenó, pero por poco, y esperaba impaciente la salida de la banda, que lo hizo puntual y custodiada por una orquesta comandada por el director Diego García Rodriguez. De riguroso negro (y corbatas rojas) ejecutaron un show (o velada, si nos ponemos delicados) en tres partes. Cada una de ellas supuso un reencuentro, sin pausas, con el repertorio de los de Julián Henández, pues se intercalaron temas nuevos como "Sé", de "Country & western", con clásicos absolutos del tenor de "Bailaré sobre tu tumba" o "Ayatollah". El momento cumbre, con buena parte del público levantado de su butaca, sería "Miña terra galega".

Actuación sobria, sujeta a los cánones de la "contemporánea" antes que al desparrame rock, no prescindió de cierto espíritu socarrón, sobre todo en las lecturas y presentaciones de Hernández, pero también en la misma matriz de la idea. Mezclar tocino y velocidad era el fin último de todo este experimento, y si a veces lo osquestal no casó con el adn "Siniestro", en las mejores ocasiones el humor sutil impreso a los arreglos fue toda una sorpresa (en guiños a "Carmen" de Bizet, por ejemplo, o en ciertos timbres inesperados, ritmos cortados súbitamente…). El reto fue, en fin, solventado.