Nacido en 1926 en Vigo, educada en el colegio Alemán y luego por su cuenta, siempre fue una mujer rupturista con los usos y costumbres que en los años 50 escribía ya en FARO una página de moda pionera en Galicia. Casada a los 23, separada a los pocos años con una hija, vivió en Buenos Aires, Madrid y Nueva York, donde conoció a lo mejor de nuestra intelectualidad literaria. Ella pasaba en su juventud por casas como la de la familia Lorca pero por la suya de Vigo pasaban siendo niña desde el general Primo de Rivera a la Reina de Alemania y toda su real familia.

Por la vida de María del Carmen Kruckenberg, de difícil resumen por su riqueza de experiencias y amplitud de su memoria, recorrimos ayer de su familia hasta cuatro generaciones anteriores, su infancia, la guerra civil, escritores universales que conoció, el amor en su vida... dejando esta última parte inacabada. Hoy la continuamos, refiriéndonos también a lo que para ella han supuesto sus muchos viajes y dando un repaso acelerado por su amplia producción poética. "Lo mejor de la vida es vivirla y yo lo hice a mi aire e intensamente"–dice–. Sólo me arrepiento de lo que no hice".

> Su vida adolescente. Recuerda en los años 40 "un Vigo pujante pero socialmente pacato, de niñas de colegio de monjas o niños de los Jesuitas en el sector de la buena sociedad. Estudió en el Colegio Alemán pero también un año en el de monjas Placeres "por decisión mía, por conocer qué mundo extraño era ese de gente que creía en cosas tan raras, se confesaba, se tenía que duchar con el camisón para evitar el pecado... algo que no me inculcaron en mi casa". Ella vivió a fondo los usos y costumbres de los jóvenes de esa buena sociedad a la que realmente pertenecía aunque pronto se apartara de ella. "Íbamos a Club de Campo -cuenta- a jugar al tenis o pin pong. Volvíamos a casa, nos duchábamos e íbamos a algún club social: Club de Campo, Aero Club... donde nos reuníamos para tomar algo. Años después me planteé a cuántas podría encontrar sin prejuicios para sentirme a gusto en pandilla y me sobraban los dedos de una mano. Con la que tuve nos íbamos a Playa América o a Canido, al Cochón, a charlar. tomar un vino y a veces cenar."

> Su juventud. "Yo nunca mentí en casa, jamás, y y no tenían que vigilarme. Fuimos una pandilla abierta, hablábamos de todo aunque no hicimos de nada. Nuestros amigos nos respetaron hasta el colmo. Ya te dije que me casé virgen a los 23, y eso es rarísimo con mi mentalidad. Hay una cosa que me marcó a mi en el amor, y creo que a mi hija, que fue el amor largo e intenso de mis padres durante 50 años. La noche que mi padre se sintió morir le pidió a a mi madre que se metiera en su cama y lo abrazara. "Abrázame, Pepucha". A las 7 de la mañana había muerto en el calor de sus brazos. Eso nunca lo he tenido pero me ha dado del amor una altura difícil de conseguir. Mi vida amorosa es muy corta, un matrimonio fugaz, un enamoramiento que no se consumó y escarceos varios. A pesar de lo aparente no he sido mujer de aventuras. Recuerdo personas que me pretendieron y otras que me pedían cosas extrañas, como en mi etapa argentina Juana de Ibarburu, la gran poeta de América, que me invitaba a su casa y me decía que andara sólo para verme". Esa actitud rupturista con los usos sociales incluyó una activa etapa nocturna de joven, que la llevaban a ella y amigos por los garitos de aquel Vigo de los años 40. En Vigo frecuentó la tertulia de la "tabarra amada" con Emilio y José María Álvarez Blázquez, Eduardo Moreiras, Prego de Oliver, Laxeiro.., anticipo de los escritores españoles que conocería luego en Buenos Aires, Madrid y Nueva York. Mirando hacia atrás dice ella riendo que a veces le preguntan porqué se mantiene tan joven a lo que, alentada por ese gusto suyo por ir a la contra, responde: "Porque me he bebido dos bodegas enteras, me he fumado tres tabacaleras y he procurado acostarme a horas tempranas, nunca antes de las 4 de la madrugada".

> Su vida literaria. En su casa cuelga un dibujo de Alberti, de 1977, dedicado a ella y a su hija Cristina: "A mis sobrinas gallegas". Alberti no es más que uno de los grandes escritores que ella ha conocido y frecuentado en sus viajes (de Miguel Ángel Asturias a Borges pasando por Castelao, Aleixandre, Guillén...), aunque ya le cansa hablar de ello. Confiesa que, como lectora, debe valiosas y numerosas orientaciones a la escritora Concha Lago, cuando venía por aquel Vigo de otrora. Ella misma inicia su obra, fundamentalmente poética, en 1950 con "Palabras olvidadas" ,"Cantigas do vento" (1956)... hasta su último poemario, "A voz da auga", que presentó estos días despidiéndose de la poesía aunque aún le queda algún libro inédito en la mesilla de noche, como uno de cuentos infantiles. En total, podríamos hablar de unas 30 publicaciones con su firma.

> Sus viajes. El de sus viajes es un apartado crucial "porque ensancharán generosamente la perspectiva de mi mirada ya desde niña". Esta andariega infatigable iría de Lisboa a Berlín, de Viena a Sofía, de Praga a París, de Roma a Florencia o Budapest, a Bangkok, Egipto, Senegal, Brasil, New York, La Habana... unos 39 países, algunos repetidos tres veces. Las experiencias de muchos de ellos están en sus libros.