Parecía un día cualquiera. Las beatas castellanas de Arévalo estaban congregadas, como de costumbre, en misa. En unos segundos, un revuelo y Maruja Mallo sobre una bicicleta dentro del templo. Anticlerical, inteligente y provocadora no se le ocurrió mejor manera de decir adiós a Castilla y a su trabajo como profesora-funcionaria.

La anécdota es una de las más jugosas de la visita guiada a su retrospectiva en Vigo (ofrecida por la Fundación Caixa Galicia de lunes a sábado a las siete y ocho de la tarde). El investigador Carlos Nuevo Cal, autor junto a Emilio Insua de la biografía Maruja Mallo, de prometedora pioneira a artista universal, pendiente de publicación, asevera que el apunte es cierto. No obstante, Cal reconoce que las biografías publicadas hasta ahora sobre Maruja Mallo introducen elementos que no coinciden con la historia real de la pintora dando pie a "mitificaciones" que incluso rozan el "realismo mágico".

La investigación con Insua –Premio Anxel Fole 2009– ha servido para que Nuevo Cal afirme que "ella fue muy gallega al contrario de lo que se pensaba hasta ahora". En primer lugar, su madre, María Pilar González Lorenzo, era de Vigo donde conoció al padre de Maruja, trabajador de Aduanas. Como segundo apunte, la pintora habitó en Galicia más de lo que se pensaba hasta ahora ya que moró desde su nacimiento en Viveiro (Lugo) hasta los once años.

En tierras lucenses, sólo vivió los dos primeros años de su vida, lo que explica que no tuviese recuerdos de la zona. "Lo máximo que recordaba de su infancia gallega eran el Monte Pindo, el Ézaro... Cuando obviaba ser de Lugo no lo hacía con maldad", ya que su niñez la vivió en Corcubión con unos tíos hasta que sus padres, radicados en Asturias, la reclamaron.

Los retornos a Galicia tendrían lugar en diferentes años, para visitar a familiares, coincidiendo el último con el estallido de la Guerra Civil, que le llevó de Vigo al autoexilio a Argentina vía Lisboa.

Para entonces, Galicia había ya penetrado en la inspiración de Mallo. La prueba es el "Cuaderno de Galicia", que se puede ver en la exposición de la ciudad olívica. En sus páginas, aparecen apuntes, elementos y formas (redes, peces, lanchas, algas...) que darían pie a series como "La religión del trabajo", que tomaron cuerpo en Argentina y que hasta el 10 de enero se pueden disfrutar en la Casa das Artes de Vigo.

Un cuaderno más que particular

Se llama "Cuaderno de Galicia", tal y como lo tituló Maruja Mallo, pero el crítico de arte Carlos López Bernárdez sostiene que debería ser "Cuaderno de Beluso" en recuerdo a la parroquia buenense donde Maruja Mallo estuvo una temporada gestando sobre papel y con un lápiz la serie "La religión del trabajo", dedicada, especialmente a la clase marinera.

Desde Beluso, Mallo y su entonces novio, el gallego Alberto Fernández "Mezquita", realizaron –no misiones pedagógicas como se creía hasta ahora– sino una más que probable campaña política en favor del partido POUM. "Es posible que desde Beluso fueran a otras zonas a ofrecer mítines", indica Cal.

Fue en Bueu, donde les sorprendió el inicio de la Guerra Civil. Entonces, Maruja Mallo decidió irse a vivir a casa de sus tíos en Vigo, Villa Balbina en Lavadores. "Allí estuvo hasta 1937", explica Cal, "cuando pasó a Argentina".

En la biografía que Cal e Insua están a punto de publicar, Maruja Mallo, de prometedora pioneira a artista universal, se rompe otro mito sobre la artista: "Cuando Maruja Mallo cruzó la frontera, lo hizo sin ningún problema sin ayuda de nadie porque no tenía ninguna causa pendiente. Sí es cierto que, como mujer que era en la España franquista no tenía lugar (...) Ella puso rumbo a Lisboa con los papeles en mano" y su "Cuaderno de Galicia" en el equipaje. Cal niega que tuviese que ser escondida en el Consulado de Chile de la capital lusa amparada por la cónsul Gabriela Mistral como algunas biografías aseguran. "Su exilio a Argentina fue voluntario", defiende.

"La propia Mallo ayudaba a crear este mundo de contradicciones sobre su propia vida. Como era menuda, ya de joven se rebajaba años para aparentar ser una niña prodigio; cambiaba las fechas de sus cuadros para que se cotizaran más... Tuvo engañado a medio mundo", apunta Cal quien recuerda que su verdadero nombre era Ana María Gómez González. Cal, además, incluso desmiente que sus cenizas estén esparcidas por la marina luguesa. "Sus restos descansan en el panteón familiar en Madrid", asevera.