El acoso escolar y la pérdida de la inocencia son los temas del libro “La jauría y la niebla”, que le valió a Martín Casariego -que estuvo ayer en Santiago- el premio Logroño de novela.

-Su libro retrata a los acosadores de un adolescente como una jauría. ¿Somos animales?

-Es un comportamiento absolutamente animal. En ese sentido, el libro es también una reflexión sobre nuestro instinto, nuestra herencia genética, y cómo la educación es nuestra manera de ponerle a eso una barrera. Precisamente el acoso escolar es simbólico porque esa victoria que a veces obtiene la jauría tiene lugar en el sitio en donde se ponen las barreras para que no se produzca.

-No obstante, la educación también tiene su cara negativa, como cuando comenta que los niños pequeños hacen más preguntas y luego no. ¿Qué nos hacemos?

-La educación en general es buena, porque nos corta el instinto de egoísmo, al menos en parte, pero, a cambio, también hace que perdamos espontaneidad. Creo que nos vamos poniendo escudos gracias a la educación y eso está bien porque nos defienden, pero a veces es una pena.

-Admite, no obstante, que los niños pequeños ya están infectados por el escepticismo...

-Un tiempo olvidé la infancia y llegué a pensar que los niños son más ingenuos. Luego al ver a mis sobrinos e hijos me di cuenta de que las grandes preguntas te las haces ya a los cuatro años. La lucha por la vida empieza en el momento en que sales de casa y vas a una guardería.