Es falsa esa generalización según la cual el pueblo alemán respaldó a Hitler porque nunca obtuvo más de un 37 por ciento de los votos. Un 63 por ciento, por tanto, no depositó en él su confianza". Eso decía ayer en el Club FARO el historiador Julián Casanova en su charla sobre "La semilla del III Reich. Hitler y la conquista del poder".

Presentado por el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Vigo, Luis Domínguez, el conferenciante dibujó ante el público todas esas circunstancias que rodearon la llegada al poder de Hitler. Los hechos que relató podrían sintetizarse así, según sus palabras. El día 30 de enero de 1933, Paul von Hindenburg, presidente de la República alemana, nombró canciller, jefe del Gobierno, a Adolf Hitler. En apenas unos meses, Hitler y su partido, el NSDAP, comúnmente conocido como los nazis, tomaron el control del Estado y de la sociedad a través de una combinación de cambios en las leyes y de violencia política contra sus oponentes. Las libertades democráticas y los derechos civiles fueron eliminados, y la República parlamentaria de Weimar, destruida. A mediados del año 1933, Alemania era ya una dictadura con un único partido.

Catorce años había durado, según contó Casanova, la primera democracia de la historia de Alemania, nacida en la ciudad de Weimar a comienzos de 1919, como consecuencia de la derrota militar del imperio en la I Guerra Mundial y del hundimiento del orden monárquico existente. La República vivió unos primeros años de crisis (1919-1923), una fase de relativa estabilidad (1924- 1929) y un periodo final (1930-1933) de desintegración y destrucción del régimen democrático, acuciado por una grave crisis económica de orden internacional. En esos mismos 14 años, el partido nazi pasó de ser un minúsculo grupo de extrema derecha nacionalista a un movimiento de masas, con una violenta y numerosa organización paramilitar, las SA, y una amplia representación en el Reichstag, en el Parlamento de la República. Adolf Hitler fue siempre la figura dominante en el partido, su líder carismático.

Varias consideraciones resaltó Casanova sobre el triunfo de Hitler. Una, que era muy probable que de todos modos la democracia "de Weimar" no hubiera podido sobrevivir en Alemania en aquellos tiempos, con la desestabilización que había económica y política, "como quizás no hubiera sobrevivido la República española, cosa que no se pudo comprobar por el golpe de Franco". Otra, que en su ascenso tuvieron responsabilidad clarísima grupos muy poderosos que creyeron que Hitler iba a limpiar la sociedad por la violencia de socialistas, comunistas... pero que después le podrían controlar a él. "Hay una complicidad clara de los grupos dominantes -dijo- porque no hicieron nada para defender la democracia".

Una tercera consideración que hizo fue que también hubo una clara responsabilidad del ejército alemán, que si hubiera querido hubiera impedido el ascenso. Y una cuarta es que, si bien no le apoyó la mayoría del pueblo, ello no obsta para decir que ese 37 por ciento que le apoyó supone una gran base social que sabía bien lo que Hitler representaba. "Eso lo sabían todos, desde el presidente a quienes le votaron, porque nunca había ocultado sus intenciones, entre ellas la eliminación de la democracia", dijo.

"Lo cierto es -explicó- que ni el Partido Nazi, ni la movilización de masas ni sus dotes de orador dieron grandes frutos en aquella república, hasta que la quiebra de la Bolsa de Nueva York dio pie a una grave crisis económica en Alemania". A Hitler le votaron básicamente, según Casanova, distritos protestantes rurales, sectores de la pequeña burguesía de las ciudades y terratenientes. Pero de allí donde más paro había, donde había sindicatos comunistas o católicos, no sacó sus votos".