Esta biografía aspira a ser una "obra abierta", en la que Joan Estruch, a partir del conocimiento de la información y de la interpretación de los datos, quiere compartir con el lector sus interrogaciones, sus dudas e hipótesis ante el relato que las páginas van construyendo en torno a la personalidad de un autor universal.
Después de Cervantes, Bécquer es el escritor clásico más leído de la literatura española. Pero durante mucho tiempo ha sido considerado como el "poeta de las golondrinas", desgraciado en amores, soñador y marginado por una sociedad pragmática y materialista. Sin embargo, fue el propio Bécquer el que, como si intuyera lo que iba a ocurrir a sus obras, se burló de "toda esa música celeste del sentimentalismo casero de las niñas románticas". Precisamente su revolución poética consistió en acabar con los versos sonoros y sensibleros, reservando la poesía -o las narraciones fantásticas- para comunicar aquello que anida en lo más profundo del ser humano.
Esta concepción, plenamente moderna, de la poesía, fue compatible con una intensa vida profesional como redactor y director de importantes diarios y revistas. A menudo, Bécquer practicó un periodismo político polémico y partidista al servicio de la agrupación moderada, y no dudó en aprovechar las oportunidades y las prebendas que se le ofrecieron.
Esta biografía, basada en una amplia documentación, saca a la luz facetas poco conocidas del poeta. Descubre otro Bécquer, permite volver a leer y entender mejor su creación, liberándola de oropeles, mitos e incluso falsificaciones. Porque la mitificación ha distorsionado la interpretación de sus obras. Durante muchos años quedaron silenciados todos sus textos políticos, porque no encajaban con la imagen angelical del poeta.
De hecho, el Bécquer político aflora en multitud de artículos periodísticos que reflejan su acercamiento ideológico al Partido Moderado y su antipatía hacia el primer ministro O'Donnell con un tono satírico y polemista.
Bécquer es el clásico español más popular y más editado después de Cervantes y, pese a todo, se han publicado y difundido sobre él numerosos tópicos, como que fue un bohemio y acabó sus días casi en la pobreza. No fue tal porque falleció en el barrio de Salamanca madrileño y no precisamente en una chabola.
El poeta fue igualmente un excelente prosista, aficionado a la música, compositor de zarzuelas y mañoso con el dibujo.
