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El instrumento musical. Un estudio filosófico - Bernard Sève - Acantilado, 448 páginas

Música y filosofía

Bernard Sève realiza una reflexión filosófica sobre la música, los instrumentos y sus intérpretes

Qué fue primero, la música o el instrumento? ¿Cuál es la diferencia entre música y ruido? ¿Es la voz humana un instrumento musical? ¿Son instrumentos el yunque del herrero, las conchas de vieira, la botella sobre cuya superficie se frota un trozo de madera o de metal? ¿Lo es el ordenador que se utiliza en las grabaciones y en los conciertos?. Son éstas algunas de las preguntas a las que trata de responder el profesor de Filosofía y musicólogo Bernard Sève en un libro muy interesante para músicos y aficionados titulado "El instrumento musical. Un estudio filosófico" que acaba de publicar la editorial Acantilado. Sève estudia el instrumento musical desde sus valores artístico, estético y humano, llegando a conclusiones entre sorprendentes y fascinantes.

La música (único arte que produce su material, afirma Bernard Sève), se define por el uso de instrumentos: su nacimiento tiene lugar en y mediante los instrumentos musicales, entendiendo también como instrumentos la voz humana y otros miembros del cuerpo como los pies y las manos. Lucrecio afirmaba que el origen de la música estuvo en el intento por parte de los seres humanos de imitar los sonidos de la naturaleza y por eso los primeros instrumentos en inventarse fueron los de viento, porque imitaban mejor los sonidos que el viento ejercía sobre los cañaverales, los árboles y las plantas y porque sus sonidos eran los más cercanos a la voz humana. Para el compositor André Schaeffner la música tuvo su origen en el cuerpo humano; concretamente en el batir de los pies. Otros autores creen que en el principio estuvo ligada a la caza y a la guerra. Todo lo cual no sólo no se contradice sino que incluso puede complementarse.

Un instrumento musical es un objeto técnico que se hace sonar deliberadamente ya sea por propia satisfacción sonora o para producir sonidos considerados musicales por la sociedad a la que se pertenece. Desde sus orígenes la humanidad ha inventado un gran número de instrumentos. En la actualidad se calculan aproximadamente unos dos mil instrumentos europeos diferentes y más de diez mil extraeuropeos, sin contar los ya desaparecidos o no utilizados ni los diferentes tipos de los mismos instrumentos y sus variantes electroacústicas. Y hay una característica universal que los iguala: han estado en todos los continentes y en todas las épocas. Esta multiplicidad de instrumentos, que podríamos decir que crece casi cada año, ha obligado a hacer a lo largo de la historia distintas clasificaciones atendiendo a diversos criterios, como los materiales de los que están fabricados o la jerarquización y las funciones dentro de una misma formación musical.

Desde que Arístides Quintiliano hiciera en el siglo I a. de C. aquella clasificación en masculinos, femeninos y afeminados, a medida que crecían los tipos y sus variantes las clasificaciones de instrumentos no han parado de multiplicarse en todo el mundo. La europea distingue entre cuerdas, vientos (metales y maderas) y percusiones, una clasificación en la que los instrumentos de cuerdas percutidas (piano) o pulsadas (arpa) encuentran difícil acomodo en el grupo de las cuerdas, por no hablar del órgano en el de los vientos (en su clasificación personal, Berlioz introduce las voces de niño, de hombre, de mujer y de castrado en este grupo). En China la clasificación de los instrumentos se hace en ocho grupos según el material principal con que está hecho cada uno: piedra, metal, seda, bambú, madera, cuero, calabaza y barro cocido. El sistema indio diferencia entre instrumentos tensos (cuerdas), recubiertos (tambores), huecos (de viento) y sólidos (las percusiones que no son de membrana). En este libro Bernard Sève hace una amplia clasificación de categorías que incluyen instrumentos acústicos, acústicos amplificados electrónicamente, electroacústicos, de reproducción mecánica de sonidos predeterminados, de ingeniería informática y los de reproducción mecánica, eléctrica, electrónica o digital. Para el autor, el ordenador no es un instrumento musical porque no se inventó para producir música. El propio Sève admite que ninguna clasificación es perfecta porque cada una muestra su enfoque particular.

Afinidades musicales

Bernard Sève reflexiona también sobre las afinidades entre instrumentos a partir de las relaciones entre ellos, lo que denomina "afinidad organológica", que hace que el dúo piano-contrabajo, por ejemplo, nos parezca adecuado en la música de jazz y no en la música clásica romántica. Habla de afinidad familiar cuando se refiere a conciertos de instrumentos de cuerdas, de maderas o de metales (la afinidad ejemplar sería la del cuarteto de cuerda), y de autoafinidad cuando se trata de instrumentos idénticos. En los demás casos sería una afinidad heterogénea, en caso de que exista. A veces las afinidades son extramusicales, atienden a contextos culturales y sociales: el quinteto de jazz (trompeta, saxo, piano, bajo y batería) no existía en la música clásica, lo cual lleva al autor a plantearse si en un contexto favorable cualquier instrumento es compatible con cualquier otro.

Las afinidades abarcan también no sólo a los instrumentos sino a otros factores extramusicales, como el intérprete y el lugar de la actuación. De ahí la importancia que concede al estudio del instrumentista, de su relación con el instrumento y a los gestos corporales durante su interpretación. Por su parte, la sala de conciertos surgió para sustituir a las estancias aristocráticas o burguesas cuando se tuvo conciencia de que el espacio del concierto era fundamental y estaba ligado a valores simbólicos, sociales y culturales (iglesias, jardines, teatros y anfiteatros). Y unido al espacio y al músico, también la disposición de los instrumentos en el lugar donde se interpretan influye en sus características acústicas y auditivas.

Unas consideraciones, en fin, estas de Bernard Sève, que nos llevan a reflexionar sobre múltiples aspectos y características de la música y de sus intérpretes, desde la evolución técnica a través de los siglos y la interpretación de obras con instrumentos diferentes a aquellos para los que fueron creadas, a los usos sociales de los instrumentos a lo largo de la historia: mientras el violín pasó de ser un instrumento de mendigos a una presencia imprescindible en los conciertos para la realeza, el acordeón, por ejemplo, hacía el itinerario contrario.

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