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Genialidad y demencia

A propósito del libro "Música y enfermedad mental" de Carlos Delgado Calvete

Música y enfermedad mental - CARLOS DELGADO CALVETE - Ed. Punto Didot, 222 páginas

El mundo de la creación artística se ha visto alterado en no pocas ocasiones por trastornos o enfermedades mentales de diversos grados, en los que sus protagonistas unas veces aumentaban sus grandes producciones mientras que, en otras, frenaban en seco, dejaban de crear o llegaban a poner fin a su existencia. La sociedad de la época los tachaba de locos, tratando de aislarlos, lo que acrecentaba sus trastornos.

En el campo de la pintura son conocidos, entre otros, los casos de Caspar David Friedrich (1774-1840) o William Turner (1775-1851) que cayeron en profundas depresiones. El pintor inglés Dante Gabriel Rossetti (1828-1882) tras el suicidio de su esposa, cayó en estado mórbido, oscurecido por su drogadicción y su creciente inestabilidad mental. La esquizofrenia del holandés Vincent Van Gogh (1853-1890) estimuló aún más su expresión artística, lo que unido a la manía persecutoria, la depresión y el trastorno bipolar, las alucinaciones, visiones y epilepsia, no le impidió pintar sus cuadros más famosos en la fase más aguda de su enfermedad. Al noruego Edvard Munch (1863-1944) pasó de diagnosticársele una esquizofrenia a una depresión derivada de su carácter antisocial. Hoy parece más una neurastenia, acrecentada por su alcoholismo y la obsesión por la enfermedad y la muerte. El francés Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901) padecía manías, depresión y momentos de neurosis. Dos fracturas en los fémures de ambas piernas le impidieron crecer más de 1,52 ms. La sífilis que contrajo y el abuso del alcohol derivaron en locura. El alemán George Grosz (1893-1959) sufría de alucinaciones tras su participación en la Primera Guerra Mundial. El pintor abstracto estadounidense, de origen letón, Mark Rothko (1903-1970) sufrió una prolongada depresión y de la mezcla de antidepresivos y alcohol, redujo su vida artística hasta llevarle al suicidio a los 67 años. Y, más recientemente, el pintor expresionista abstracto Willem de Kooning (1904-1977) al contraer el alzheimer a los 60 años, inició un increíble período de hiperproductividad.

Pero, el caso que aquí nos ocupa es el libro Música y enfermedad mental. Vida de compositores que presentaron una enfermedad mental. De Carlos Delgado Calvete (Madrid, 1955) médico psiquiatra del Hospital Álvaro Cunqueiro, melómano, miembro de la Coral Casablanca de Vigo y profundo conocedor de ambos temas. Viene precedido por dos prólogos, uno del crítico musical gallego Arturo Reverter, y, el segundo, del catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona, Antoni Bulbena Vilarrasa, que glosan perfectamente el territorio de sus especialidades.

Carlos Delgado nos introduce en el tema que tanto le apasiona de la creatividad y de la enfermedad mental, seleccionando, sin ánimo de exhaustividad, la trayectoria vital y artística de 21 compositores de música clásica. A lo largo de 400 años (1566-1954) el autor nos irá desvelando a compositores de ocho nacionalidades: cinco italianos como Carlo Gesualdo (1566-1613), Niccolò Paganini (1782-1840), Gioachino Rossini (1792-1840), Gaetano Donizetti (1797-1848) y Giacomo Puccini (1858-1924); cuatro compositores austríacos como Anton Bruckner (1824-1896), Hans Rott (1858-1884), Hugo Wolf (1860-1903) y Gustav Mahler (1860-1911); cuatro compositores rusos como Modest Músorgski (1839-1881), Piotr Ilich Tchaikovski (1840-1893), Aleksandr Schiabin (1872-1915) y Serguéi Rachmáninov (1873-1943); tres compositores alemanes como Georg Friedrich Händel (1685-1759), Robert Schumann (1810-1856) y Richard Wagner (1813-1883); dos compositores ingleses como Edward Elgar (1857-1934) y Gustav Holst (1874-1934); un francés, Hector Berlioz (1803-1869), un estadounidense, Charles Edward Ives (1874-1954); y, cerrando el ciclo, un español, Manuel de Falla (1876-1946).

La edad media de todos ellos es de 59 años. El más longevo, el estadounidense Ives, alcanzó los 80 años; el más joven, el austríaco Hans Rott, moría de tuberculosis en 1884 antes de cumplir los 26 años. Si descontamos al madrigalista Gesualdo y al barroco Händel, el movimiento musical dominante es el Romanticismo y su prolongación posromántica, que aporta un torrente de rebeldía, individualismo y sensibilidad, del que podríamos descartar el nacionalismo musical de Holst, Ives y Falla.

Carlos Delgado nos conduce sabiamente a través de estas 21 patobiografías que él estructura en tres compartimentos que recogen la biografía, la personalidad y psicopatología y la propia composición musical. Así nos facilita el conocimiento integral de estos genios de la música clásica que se vieron afectados y condicionados no solo por sus estados de ánimo, sino por algún tipo de enfermedad mental.

La publicación de este espléndido ensayo de Carlos Delgado Calvete en los primeros días de 2017, coincide con otro del director de orquesta Xavier Güel (Barcelona, 1956) titulado Los prisioneros del paraíso donde describe la vida de los artistas judíos recluidos en el campo de concentración de Theresienstadt (hoy, Terezin, a 60 km. de Praga). Los nazis adecentaron el campo para que una delegación de la Cruz Roja pudiera visitarlo. Hubo en él una cierta actividad cultural, como la representación de la ópera infantil Brundibar del compositor checho Hans Krása, gaseado en octubre de 1944 en Auschwitz-Birkenau. En este caso, la enfermedad mental estaba en los verdugos nazis, cuyos jefes conocían y amaban la música clásica. Uno de los cerebros del Holocausto, Reinhard Heydrich (1904-1942), el Carnicero de Praga era hijo de profesores del Conservatorio de música y él mismo desarrolló una pasión por el violín que impresionaba a los oyentes con su talento.

Hoy celebramos la aparición del libro de Delgado Calvete, al que felicitamos por su sabiduría psiquiátrica y musicológica; por acercarnos al conocimiento de estos veintiún compositores, animándole a proseguir con nuevas publicaciones tan sugerentes y atractivas como la presente.

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