En una protesta silenciosa, las enfermeras del centro de salud Virgen Peregrina mostraron ayer a la ciudadanía las condiciones con las que tienen que trabajar en plena crisis del coronavirus. Se enfrentan cada día en sus puestos de trabajo al riesgo de contagio al no disponer de equipos de protección individual (EPI) completos. Les faltan batas de manga larga, tal y como está estipulado en el protocolo contra el Covid-19, gorros y gafas suponen un riesgo tanto para sí mismas y sus familias como para los pacientes que acuden hasta el ambulatorio, muchos de ellos de avanzada edad.

Este gesto de reivindicación tuvo lugar ayer a mediodía en el céntrico centro de salud, el más antiguo de la ciudad. Buena parte de las enfermeras salieron al exterior con la escasa indumentaria de seguridad de la que disponen.

El Virgen Peregrina se encuentra desde hace más de una semana trabajando para prevenir los contagios. Fue de los primeros en colocar carteles en todos sus ventanales exteriores para advertir a los usuarios de que la atención médica se iba a modificar sustancialmente.

Para empezar, las consultas tradicionales en persona ya no tienen lugar, salvo que sean urgencias. Los médicos de familia atienden a sus pacientes a través del teléfono, por donde les aconsejan sobre dolencias leves y les renuevan las recetas.

Solamente los casos urgentes pueden presentarse en las instalaciones de la calle Maestranza. También pueden acudir las personas que necesiten sintrom o curas.

Asimismo, las analíticas de sangre y orina han quedado limitadas a casos de verdadera urgencia.

De igual modo, en el centro de especialidades de Mollabao, casi vacío estos días, solamente tienen lugar aquellas consultas que no deben ser, por prescripción médica, aplazadas. Cuando un resultado de un especialista se puede dar por teléfono, se llama al paciente para que no acuda hasta la casa del mar.