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El nuevo monumento

El Meollo de la cuestión está en saber quién ha sido el autor de tamaña fechoría en la rúa do Muiño

La rúa Muiño es ahora peatonal y salva el desnivel con rampas. // G.S.

Pontevedra cuenta desde esta semana con un asombroso monumento de gran envergadura, puesto que ha surgido nada menos que de la transformación misma de una calle entera en una obra de arte abstracto de pésimo gusto. O sea, el gobierno municipal buscando siempre el más difícil todavía, como en el circo.

La estructura conceptual del cambio efectuado resulta tan difícil de entender para cualquier profano, que no habrá más remedio que recurrir a algún catedrático de la facultad de Bellas Artes, -mi amigo Xosé A. Castro pongo por caso- para tratar de sacarle algún sentido a una obra tan tosca.

Ayer mismo volví de nuevo a la escena del crimen, naturalmente en sentido figurado, y allí pude ver como un hombre mayor se encontraba literalmente extasiado ante semejante descomposición. Miraba y requeté miraba sin dar crédito, tratando de entender lo incomprensible.

El monumento en cuestión surge de la reforma acometida en O GorgullónO Gorgullón y nace de la anulación literal de la rúa do Muiño. Desde luego, el cambio realizado en absoluto respeta una denominación inspirada por la antigua presencia de un molino que aprovechaba para su funcionamiento las aguas cercanas del río do Gafos.

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Modelo urbano de Pontevedra | O Gorgullón estrena su renovada imagen

Ahora no hay calle alguna y ocupa su lugar una especie de monumento a la accesibilidad, excesivo en su diseño y caro en su ejecución. Hay que ver lo ahorrador que se pone el equipo de gobierno de Lores para unas cosas, y lo estupendo que se muestra para otras.

Para salvar el desnivel que existe entre Eduardo Pondal y O Gorgullón, a ambos lados de la calle suprimida de un plumazo se construyeron escaleras para los más resolutivos. Y en medio, doce largas rampas, doce, en suave descenso, con otras tantas curvas pronunciadas, donde el derrape está asegurado al menor descuido y cuyo recorrido parece un juego, solo que produce aburrimiento. A mayor ornamentación, doce columnas luminosas -una por curva- para un tramo de 25 o 30 metros que, cuando menos, parecen un exceso. La cuarta parte habría bastado.

El Meollo de la cuestión está en saber quién ha sido el autor de tamaña fechoría en la rúa do Muiño, y de paso saber a cuanto ha ascendido esa bromita urbana.

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