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Las heridas invisibles de la sociedad

Usuarios de la Asociación Alba y familiares abordan los diferentes trastornos mentales con los que conviven

Joaquín Lorenzo en las instalaciones de la entidad. // Rafa Vázquez

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Guarda en su armario una colección de 28 corbatas, le gusta escuchar música pop y quiere con locura a su mujer, a sus tres hijos y a sus dos nietos, a los que intenta visitar siempre que puede.

Joaquín Lorenzo Amoedo es un hombre hablador, de carácter aparentemente alegre y también sensible y empático, pues se muestra preocupado al instante cuando alguien de su alrededor está bajo de ánimos, ofreciendo su apoyo y algún consejo ya que dice que, a la hora de lidiar con la mente, él tiene ya su veteranía, pues con tan solo 17 años fue diagnosticado de un trastorno bipolar y ya son 42 los que han pasado desde entonces.

Este vecino de Ponte Caldelas es usuario de la Asociación Alba de de familiares y amigos de personas con enfermedad mental de Pontevedra y lleva ya doce años viviendo en uno de los pisos tutelados de la entidad: "Fui uno de los primeros en entrar a vivir en un piso tutelado y aquí estoy de maravilla. Tengo que tomar 15 pastillas al día, muchas por cuestiones físicas, pero aquí llevo una vida completamente normal", explica Joaquín Lorenzo.

No disimula la emoción de saberse entrevistado, y es que a Joaquín le encanta participar en todo aquello que sirva para ayudar a otros. "Con la experiencia y mi veteranía, no tengo ningún problema a la hora de hablar de mi enfermedad, y aunque en Alba no hay muchas personas como yo, con trastorno bipolar, me gusta hablar de él porque lo conozco bien y estoy en mi salsa", comenta Lorenzo.

Cuenta que, para él, el director del centro de Alba, Roberto, "es como un padre" y que quiere mucho a los profesionales que le llevan ayudado durante tanto tiempo a recuperarse. Explica que gracias a que en su día dieron con el diagnóstico acertado, pudos sobreponerse "del aturdimiento y de los espisodios depresivos" y asegura que "con la ayuda de la medicación y poniendo un poco de voluntad, uno puede llevarlo bien".

Cuando se le pregunta a Joaquín sobre qué le diría a una persona que esté atravesando por algún trastorno como el suyo o similar, se pone algo serio y responde de manera muy sabia: "Lo primero es intentar llevarlo con calma, hacer caso al facultativo, pasear por la naturaleza, si se está en casa, leer un libro bonito que le guste o escuchar música, pasear al perro si se tiene y disfrutar de las cosas pequeñas, que al final hacen mucho. Hay que valorar el día a día".

La otra cara de la moneda

Prefiere preservar su identidad y la de su familiar, pero sí está dispuesta a contar su historia para dar visibilidad a lo que considera las "grandes desconocidas" para la población general: las enfermedades mentales.

Cuando a Marta Alonso (nombre ficticio) le dijeron que su primo hermano tenía esquizofrenia no se lo podía creer. Aparte de una gran sorpresa, confiesa que "fue un shock muy grande, porque no teníamos ni idea por lo que estaba pasando". La situación familiar y económica, huérfano desde el año 2000 y con deudas contraídas posteriormente debido al trastorno diagnosticado, añadido a la noticia de padecer esta enfermedad mental grave, propició un cambio de vida radical en un joven treinteañero que pasó de vivir solo a convivir en un piso tutelado.

Aunque tan solo guardaban el vínculo del recuerdo infantil de las vacaciones en la ciudad de Pontevedra, pues Marta residía con su familia en Andalucía, él decidió que fuera ella una de las dos personas que administrara su patrimonio y, desde hace casi 15 años, así lo hace, ocupándose de sanear sus cuentas y mantener todo en orden.

Alonso comenta que se ven alguna vez, cuando a él le apetece bajar hasta el centro de la ciudad, y explica que "fácilmente me doy cuenta de cuando está en un buen o mal momento. Por desgracia, sé lo que es pasar por una depresión, lo que es tener ansiedad y entonces lo puedo comprender más que otra persona, porque también perdí a mis padres siendo una adolescente. Lo entiendo y lo intento comprender, a veces quedo con él, pero si no está bien ya no suele quedarse a tomar el café, por ejemplo".

En este sentido, Marta indica que "al yo tener tener el rol de administradora, al final soy la que le pone las limitaciones y eso le cuesta asumirlo". Se emociona al pensar en cómo la Asociación Alba ha sido fundamental para que su primo hermano haya podido salir adelante durante la última década y afirma que "si soy sincera, no sé qué habría sido de él si no existiera la asociación".

Es por esto que Alonso reivindica una mayor implicación por parte de las administraciones públicas con estas entidades, ya que considera que "es un tema delicado y las familias no sabemos afrontarlo. La sociedad no está mentalizada de que en cualquier momento puedes padecer uno de estos trastornos o, el día de mañana, uno de tus hijos. No hay información al respecto y es tema tabú, parece que da vergüenza decir que vas al psicólogo o al psiquiatra. Las enfermedades mentales son las grandes desconocidas y hay una reacción social que no es la adecuada", concluye.

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