Son poco más de las ocho y media de la noche y los voluntarios de Cruz Roja ya tienen listo todo el material que repartirán entre las personas sin hogar. Es jueves y tienen por delante al menos un par de horas de ruta por diferentes barrios del municipio en busca de "sin techo" para ofrecerles, además de bebida caliente y alimento, consejos básicos de carácter social. El proyecto de Atención Integral a Personas sin Hogar de Cruz Roja dedica un día semanal a las salidas nocturnas, los jueves, y otro a las diurnas, los martes. Todo el mérito es, además de la entidad, de los voluntarios que dedican su tiempo libre a ayudar a los demás. Altruismo puro y duro.

Rubén López, Alain Elorza y Nuria García son los voluntarios de esta noche, coordinados por Lupe Blanco, la trabajadora social y técnica. Dedican la primera media hora a meter en tápers pedazos de empanada (donada todos los días del año por la panadería Del Río; en otras ocasiones en rosca, por ejemplo) y en tres termos, leche y agua caliente que después servirán para hacer café, cacao o sopa. "Además, llevamos un bocadillo de jamón y queso, para un usuario, Antonio, que solo come eso", explican.

Y es que los voluntarios ya se conocen a todos las personas sin hogar del municipio, incluidos sus gustos y manías. "A veces aparece alguno nuevo, pero por lo general son siempre los mismos y ya sabes de sus circunstancias", aseguran.

"Experiencias irrepetibles"

Alain Elorza es fotógrafo profesional. Fue reportero, entre otros lugares del mundo, en África, donde conoció de cerca el trabajo de la ayuda humanitaria. Cuando llegó a a Pontevedra decidió mantener ese "vínculo con el ser humano" participando en el programa de Cruz Roja.

Por su parte, Nuria García reconoce que "desde niña siempre estaba preocupada por que seamos capaces de dejar que la gente esté en la calle". Es profesora, por lo que el programa nocturno de la ONG en Pontevedra se ajusta muy bien a la conciliación con su vida familiar, ya que suelen llamarla para participar cada dos semanas. "Son vivencias irrepetibles. Ya te conocen y cuando te los encuentras por la calle te dicen: hoy ya es jueves. Esperan tu llegada", celebra.

En cuanto a Rubén López ya colaboró con alguna ONG en Segovia, donde vivió anteriormente. "Al volver a Pontevedra decidí continuar, fue algo que surgió de forma natural", manifiesta. "Ves la realidad por ti mismo, conoces las necesidades de la gente de primera mano", añade.

De los barrios al centro

El recorrido de los voluntarios comienza por los barrios menos céntricos, como el de Mollavao. Allí encuentran a Manuel, de 61 años. Les está esperando con una sonrisa y buena conversación. Cuando se le pregunta cómo llegó a vivir en la calle responde que "yo desde niño he conocido de todo: he estado en lo más alto y lo más bajo".

Se interesa, a través de la trabajadora social, de los trámites que debe hacer para renovar tanto el DNI como el carné de conducir, que necesita para poder hacer algún trabajo con el que puede salir adelante.

De allí se mueven al casco urbano, donde encuentran a más usuarios . Mari Carmen, de 53 años, es nueva en Pontevedra. Llega de A Coruña, pero es natural de Alicante, "aunque me crié en Asturias", dice.

Pide un saco de dormir a los voluntarios porque esa noche es especialmente fría. Dice que no le importa hacerlo en la calle y que lo prefiere al albergue "porque me gusta ser libre y no seguir horarios". Por ello, Lupe Blanco le indica que puede informarse sobre el programa del Concello de Pontevedra con hostales de la ciudad.

Tras ella llegan varios usuarios de Cruz Roja más. Las temperaturas son bajas y están refugiados, no es fácil encontrarlos. A todos llegan la comida y el café caliente de estos particulares ángeles de la guarda, que regresarán el siguiente jueves para ofrecer, además, su compañía y unas palabras reconfortantes.